Venezuela

Maduro: pies que bailan solos

Maduro ha bailado –impasible- en medio de las peores situaciones. Pareciera que nada le importara (y quizás no le importa). Pero si no le importa, al menos debería disimular y aparentar empatía, comprensión, piedad

Duque le dijo a Maduro que no se presente como una palomita por la reconciliación
EFE
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La versión de “Las zapatillas rojas”, el cuento de Hans Christian Andersen que leí en mi infancia, era terrorífica: la niña Karen era tan pobre que sólo tenía un par de zapatos viejos de color rojo. Cuando su madre murió, dejándola en la más completa orfandad, tuvo la suerte de ser adoptada por una señora generosa, que además era adinerada. Cuando llegó el día de su confirmación, llevó a Karen a comprar unos zapatos negros, pero ésta se deslumbró con unas zapatillas rojas que había en la zapatería. Como la anciana no veía bien, Karen aprovechó y compró las rojas, y no las negras como deseaba la anciana. Al entrar a la iglesia, un mendigo le pidió ver sus hermosos zapatos de cerca y los hechizó: desde ese momento, no pararon de bailar. Karen no podía quitárselos: bailaba de día y de noche, de pueblo en pueblo, hasta que exhausta, fue a casa de un verdugo y le pidió que le cortara los pies. Éste se los cortó y los zapatos con los pies de Karen salieron bailando… hay quienes dicen que todavía los han visto bailando por allí…

No tengo palabras para describir el miedo que me producía aquella imagen final de unos pies bailando solos, enfundados en unas zapatillas rojas…

Traigo el cuento a colación porque está circulando un nuevo video de Nicolás Maduro bailando salsa. Si lo que él quiere es causar desazón, rabia, desprecio, lo logra, al menos en mi caso. No puedo entender cómo alguien que entró al poder como el sucesor del “adalid de los pobres”, prometiendo ser a su vez el protector de ellos, pueda estar bailando al son de la tragedia venezolana. Aquí no hay razones para bailar, mucho menos cuando sobre sus hombros pesa tanto la causa como la responsabilidad. Pero no, un Maduro cada día más gordo –parece una nevera- baila merengue con una Cilia que ahora luce el cabello decolorado. Sólo lo que la señora gasta en peluquería serviría para alimentar mensualmente a unas cuantas familias. Pero los Maduro Flores como que ya no se acuerdan de los tiempos cuando eran pobres… Así ha actuado la inmensa mayoría de los comunistas cuando llegan al poder y descubren lo rico que es ser rico sin tener que trabajar.

Maduro ha bailado –impasible- en medio de las peores situaciones. Pareciera que nada le importara (y quizás no le importa). Pero si no le importa, al menos debería disimular y aparentar empatía, comprensión, piedad. Pero no, él es como Karen, la del cuento de las zapatillas rojas: baila, baila y baila. “De rumba mientras Venezuela se derrumba”, leí en los comentarios de uno de los videos.

Para bailar salsa hay que tener un estado de ánimo especial, digo yo. Un espíritu festivo, de celebración. ¿Qué festejará Maduro cada vez que baila? ¿Qué celebrará?… YouTube está lleno de videos de él bailando: entre los más criticados, el baile del día cuando su régimen impidió la entrada de la ayuda humanitaria desde Cúcuta. Tantas personas que se quedaron esperando esa ayuda, los parientes de quienes fallecieron, quienes empeoraron, quienes se enfermaron, deben tener un reconcomio muy grande contra quien impidió que el auxilio entrara y encima, lo celebró bailando. Pero esas voces no se escuchan. Se ahogan dentro del silencio de la inhumanidad.

No puedo decir que me asombra, porque nos tienen acostumbrados a hacer las peores cosas. ¡Pero que encima se burlen! Esa imagen de Maduro bailando mientras el país va en picada debe quedar en el imaginario venezolano como muestra de lo que no debe volver a pasar. Y como en el cuento de Andersen, que todos nos demos cuenta de que no hay nada peor que unos pies bailando solos, o peor aún, cuando esos pies pertenecen a alguien que no tiene cabeza.

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