Cultura

Marianella Salazar por Milagros Socorro: “Si me silencian, me subo en un escenario”

En la noche del viernes 25 de agosto de 2017, la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), brazo ejecutor del secuestro a la libertad de expresión del régimen chavista, sacó del aire la emisora radial Mágica 99.1 FM. Minutos antes habían cerrado a la 92.9 Tu FM. En ocho días, Conatel cerró estas dos emisoras en Caracas y tres en Tovar, estado Mérida.

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Marianella Salazar
Texto: Milagros Socorro | Fotografía: @franbeaufrand

Según el “Informe 2017: Tres golpes diarios contra la libertad de expresión en Venezuela”, elaborado por la ONG Espacio Público, en el año 2017 se produjo “la salida del aire de ocho canales de televisión, 54 emisoras, y 17 medios impresos que dejaron de circular por falta de papel prensa, seis de ellos indefinidamente. El Gobierno usa la violencia institucional para censurar a través de restricciones directas o indirectas a través de los entes estatales”. En el caso de la radio, 52 de las emisoras cerradas estaban en el interior del país, en los estados Yaracuy, Falcón, Barinas, Cojedes, Mérida y Táchira.
De hecho, 2017 fue, hasta ese momento, el año con mayor número de casos documentados de denuncias por violaciones a la libertad de expresión en Venezuela desde 2002.
Entre los afectados por esos atropellos estuvo la periodista Marianella Salazar, quien había trabajado en Mágica 99.1 Fm desde 2002. Fue el final –de momento- de una carrera radial iniciada cuando todavía era estudiante de Periodismo en la Central, a finales de los años 60, cuando ingresó al equipo del programa Kung Fu de Noticias, espacio humorístico transmitido por Radio Aeropuerto, con las voces de Pedro León Zapata, Augusto Hernández y Jaime Ballestas (Otrovagomas). “A veces”, dice Marianella Salazar, “participaba el gran Kotepa Delgado, otras veces Luis Britto García, entre otros intelectuales. Y era un programa realmente hilarante, porque Augusto Hernández y yo entrevistábamos a un personaje, interpretado por Zapata y por Otrovagomas, para hacer críticas del momento”.
Estamos hablando, pues, de 50 años en los medios audiovisuales. Medio siglo que quedó interrumpido cuando Nicolás Maduro, a través de Conatel (que según Carlos Correo, director de Espacio Público, ha sido más brutal en la represión que las fuerzas armadas) mandó a clausurar la emisora donde trabajaba Marianella Salzar.
Después de esto, ella estuvo 14 meses en silencio. En todo ese tiempo, ella no dejó de publicar su columna de opinión semanal en El Nacional, donde colabora desde 2002, pero para ella eso no es suficiente. La escritura no le basta para sentirse cabalmente expresada. Es una cuestión de voz, de sentir que alguien cuyo rostro no ve está ahí, escuchándola, descifrando sus modulaciones, sus énfasis, sus pausas… “La necesidad de comunicarme creció dentro de mí”. Y entonces, ante la imposibilidad de encontrar un lugar en la radio o en la televisión, se refugió en el teatro. Una interesante respuesta a la censura: el unipersonal “La eterna irreverente”, dirigido por Julie Restifo, que devolvió a Marianella Salazar a las tablas (ya antes había encarnado uno de los personajes de “Monólogos de la vagina”, con la dirección de Héctor Manrique).
El texto, escrito por su protagonista, es recibido con humor. Parece haber un pacto de las audiencias para no hacer swing a las muchas referencias amargas o de “ingrata recordación”, como dicen los locutores.
Más que teatro, lo que hace la leyenda de la radio en Venezuela es un performance: ella no caracteriza nada. Ni siquiera a sí misma. Ella es. En el escenario. Y allí evoca vagamente a ciertas figuras de la política del siglo XX, juega con sus recuerdos, hace guiños al público. Alude a sus dos matrimonios, a los diversos programas televisivos que encabezó, a los escándalos que siempre la han rodeado, da leves picones de su intimidad, confiesa uno que otro temor y resentimiento añejo, se refiere a los dos juicios penales, uno por difamación y otro por calumnia, a que la sometieron dos jerarcas del régimen… Sobre todo, juega con su propio mito. Por mucho tiempo, Marianella Salazar estuvo en el centro de la fantasía de los chismosos, los reprimidos, los envidioso, los que se las querían dar de bien informados. Ella se ríe de ellos. Siempre lo ha hecho. Finge escucharlos y luego les da la espalda, después de aprovecharlos para abultar su epopeya.
Hace unos meses le hice una entrevista, aún inédita, que terminó así: “Venezuela es mi lugar. Aquí me siento respetada, incluso por muchos de quienes me adversan. Yo no soy nadie a estas alturas en ningún otro país del mundo, en cambio aquí sigo siendo Marianella Salazar. Y voy a seguir siendo Marianella Salazar hasta que me muera, una persona que está activa, que está vigente. Ha sido, créeme, un trabajo constante mantenerse impecable y vigente durante casi cinco décadas en los medios de comunicación”.]]>

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