Venezuela

Mario Buffone: "Nacionalistas fueron los gobiernos democráticos, no Pérez Jiménez"

Ante el fantasma del perezjimenismo que recorre a Venezuela y que parece haber ganado fuerza en los últimos años, el profesor de historia ha dedicado casi 20 años de su vida a la investigación para desmontar las leyendas y falsedades sobre el dictador: no hizo tanto como dicen

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Buffone
Fotos: Colección José Agustín Catalá / Cortesía

El profesor Mario Buffone está por cumplir 51 años, de los cuales ha pasado casi 20 metido en archivos, consultando y comparando cifras y números de la segunda mitad del siglo XX, que fueron los años de estabilidad democrática. Se trata de un esfuerzo historiográfico realizado con rigurosidad y paciencia. Su libro Obras de la democracia, 40 años de historias mal contadas fue publicado por la editorial de la Asamblea Nacional en 2018 y pareciera ser el único registro de los resultados de esa época.

Buffone es egresado de la Universidad Nacional Abierta y se encuentra terminando su posgrado en Historia de Venezuela en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Con su labor pretende desnudar las leyendas y falsedades que se han construido en torno a la figura de Marcos Pérez Jiménez, quien, ante la realidad política del presente, goza de popularidad en las redes sociales. Un fenómeno que no es nuevo, pues en su opinión, muchos de los votantes en 1998 eran aduladores del dictador.

Obras de la democracia no surgió por casualidad, sino por causalidad: en 2003 yo estaba dentro del periplo para el referendo revocatorio y comencé a investigar sobre temas sociales para demostrar racionalmente por qué era importante sustituir a Hugo Chávez”, explicó Buffone: “Sin embargo, de un momento a otro, así como Alexander Fleming se percató de los hongos con los que sacó la penicilina, me topé con algo que desconocía: la inmensa obra democrática. Así me olvidé de Chávez y comencé a investigar sobre ese período histórico”.

—¿Y cuáles fuentes ha consultado para eso?

—He ido a las fuentes originales: memorias y cuentas ministeriales, análisis estadísticos de Venezuela, informes, rendición de cuentas, periódicos, revistas y principalmente publicaciones oficiales, por supuesto. Datos que he tenido que procesar y que publico desde hace más de 10 años en mi blog personal, porque hay muchas deficiencias y vacíos historiográficos, ya que la mayor parte de la información no está digitalizada ni en las redes sociales.

—Precisamente, en las redes sociales hay delirio por el perezjimenismo, adulaciones de parte de jóvenes que se autodenominan nacionalistas.

—Mira, hay un libro que se llama Anatomía de la revolución y su autor, Crane Brinton, dice que en el momento en el que se producen este tipo de regímenes, como el de ahora, la gente, por rechazo, se va al otro extremo. Eso es una consecuencia natural de este tipo de gobierno.

¿Qué pasa con Pérez Jiménez? Hay dos cosas: una reacción psicológica y unos mitos que se han fundamentado en cosas tangibles, en este caso, las obras. Una vez, José Caballero Domínguez, un alcalde español, dijo: “El concreto también tiene ideología”. Y es lo que pasa aquí: las obras monumentales que hizo Marcos Pérez Jiménez obnubilan la vista, tapan el resto de su gestión. Ojo, no estoy diciendo que no hizo nada, pero cuando comparas los números y te sales de los ejemplos –porque hablan del teleférico, del puente sobre el Lago, de Los Próceres–, resulta que se queda pequeño. El gobierno de Pérez Jiménez es muy bueno si lo comparas con los previos, pero los posteriores lo sobrepasan, el mismo Rómulo Betancourt en su período 1959-1964.

—Y muchas de las obras fueron planificadas antes, con Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita, el trienio adeco y la junta militar.

—Sí, lo que pasa es que la inteligencia y la comprensión humana son concretas. Entonces, a quien ejecuta la acción nosotros mentalmente le adjudicamos también la responsabilidad. Lo que hay que reconocerle a Pérez Jiménez es que continuó las obras de los gobiernos predecesores, porque él conocía los proyectos, él estuvo involucrado en el proceso que se desencadenó el 18 de octubre de 1945. ¿Cuáles fueron los proyectos que él continuó? El Plan Nacional de Hospitales aprobado en 1946, el Plan Nacional de Vialidad, el Plan Nacional de Electrificación ambos de 1947, y el Plan Nacional de Irrigación de 1948. Esto indica que había una planificación previa a la que él le dio continuidad y ese es su gran mérito.

—Pero también hubo obras que sí fueron propias del perezjimenismo.

—La única es el Plan Nacional Ferroviario, pero este se presenta en 1950, lo que quiere decir que quienes estuvieron detrás de eso fueron los miembros de la Junta Militar de Gobierno con Carlos Delgado Chalbaud, que era ingeniero. Ese es el único plan de la dictadura. Aunque hay trabajos sueltos que se planificaron y algunos se concretaron, pero se trata de obras sueltas, porque la única planificación nacional fue la del Plan Nacional Ferroviario, que Carlos Andrés Pérez retomó en 1976, después de la construcción de las carreteras troncales, iniciada en los 60 con Betancourt y Raúl Leoni.

—Cuando dice obras sueltas, ¿habla del Hotel Humboldt, del teleférico y de las demás obras de recreación y embellecimiento apartadas de la necesidad social?

—Sí, de las obras monumentales, porque por allí iban los tiros de otros dictadores latinoamericanos, pero en obra social no. En el quinquenio de Pérez Jiménez el número de planteles educativos aumentó a 503 mientras que con Betancourt alcanzó a 4.980. A la caída de Pérez Jiménez sólo había 62 liceos públicos, de los cuales 7 eran nocturnos, por lo que realmente eran 55. Graduarse de bachiller era una odisea en 1957 y, claro, hay que ser justos: Venezuela había avanzado mucho desde que comenzó el Programa de Febrero de 1936. Ese esfuerzo fue inmenso, pero nunca al nivel de la democracia. La matrícula estudiantil en los cinco años de Pérez Jiménez creció 244.000 estudiantes, mientras que en la Junta del 58 incrementó en 238.000 estudiantes en un año nada más. Hasta 1960 el Ministerio de Defensa recibía más presupuesto que el Ministerio de Educación. Betancourt lo corrigió y un año después se revirtió. En Puerto La Cruz y Punto Fijo, por ejemplo, no había liceos. Los gobiernos democráticos fueron los únicos que atendieron esas demandas sociales y es algo que pocos dicen.

—Aparte de esas obras, los neoperezjimenistas también hablan del valor del bolívar y de un aparente nacionalismo que representaba el dictador.

—Lo del nacionalismo queda desmentido con la entrega en concesión de más de 800.000 hectáreas de las mejores tierras a las trasnacionales petroleras entre 1956 y 1957. Por cierto, esas fueron las últimas concesiones que hubo antes de la nacionalización, con ellas la dictadura buscó una especie de tabla de salvación, porque entre las rémoras más grandes que dejó Pérez Jiménez están las deudas de su administración.

Y con lo del bolívar, el tipo de cambio había sido establecido en 1941, terminando López Contreras, cuando fue fijado en 3,35. Ese cambio se mantuvo inalterable hasta 1961. Pérez Jiménez ni devaluó ni revaluó el bolívar. Son afirmaciones sin sustento, porque hay una diferencia entre el deseo y la realidad.

También dicen que Pérez Jiménez fue elegido en el 55 como “hombre del año” por la revista Time y eso no es cierto, es falso. El escogido fue Harlow Curtice de la compañía General Motors. Y es que hay falsedades y medias verdades. Es como dijo Gonzalo de Berceo: “Si dijiste media verdad, dirán que mientes dos veces cuando digas la otra mitad”. Y ellos se basan en esa media verdad. Es como esa leyenda urbana que dice que Estados Unidos intervino en el golpe de Estado que le dieron al presidente Rómulo Gallegos en el año 1948.

—Interesante lo del nacionalismo, porque esa es una bandera que alzan mucho los perezjimenistas de Twitter, todos se autodenominan así.

—Gobiernos nacionalistas fueron los gobiernos democráticos: Raúl Leoni ordenó poner el Esequibo en los mapas oficiales; Rafael Caldera recuperó territorio cuando revisó los límites del entonces Territorio Federal Amazonas; Carlos Andrés Pérez y Luis Herrera Campins y los tratados de delimitación marítima; Jaime Lusinchi con el caso de la corbeta Caldas. En la democracia hubo continuidad administrativa y una política exterior clara.

Buffone

—Hablaba de leyendas urbanas, hay una que es muy común escuchar: esa de que en los 50 los venezolanos dormían con la puerta abierta.

—Eso es parcialmente cierto. La tasa de homicidios en Venezuela no varió mucho desde López Contreras hasta Lusinchi. La tasa del quinquenio de Pérez Jiménez varía entre 6 y 7 homicidios por cada 100.000 habitantes en un año. Fíjate que la de Lusinchi era de 9. Los homicidios comienzan a crecer con los segundos mandatos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera. Revisé los anuarios de estadística vitales y me di cuenta de que aparte de esos homicidios, ellos ponían “muertos en acciones de guerra”, supongo que por la violación de derechos humanos que sí era alta, basta ver Guasina. Sin contar la mortalidad por hambre, que creció en los años de la dictadura.

—Sin embargo, la gente no cuenta eso, muchos hablan pestes de la democracia, porque, claro, no fue perfecta, pero hubo estabilidad civil.

—Los 40 años de democracia son un período excepcional en la historia de Venezuela porque nuestra tradición es militarista. Por eso es corriente que la gente hable de militares, es lo que más hemos tenido. El chavismo es un atavismo, significa la vuelta del hombre fuerte. En el 98 muchos pensaron que Chávez sería como Pérez Jiménez y miren como estamos. Era gente estudiada la que pensaba eso, quienes crecieron con la democracia. Lo que pasa es que se asocia el militar con el orden, pero hoy tenemos una logia militar y el país está en un absoluto desorden, parecido a lo que pasaba en el siglo XIX. El problema es que la democracia no tiene quien la escriba. Es más difícil defender instituciones que personas. No es lo mismo hablar del gobierno de Pérez Jiménez que de los gobiernos civiles, es más abstracto.

—Aun así, hubo obras con los nombres de sus promotores: la represa Raúl Leoni, el parque Rómulo Betancourt, la autopista Rafael Caldera.

—Sí, bueno, pero eso no es en Venezuela nada más, en Estados Unidos hacen lo mismo. En Washington está el Aeropuerto Ronald Reagan, en Nueva York el John F. Kennedy y el de Madrid se llama Adolfo Suárez. Sin embargo, en el segundo gobierno de Caldera eso se acabó, se prohibió que a las obras públicas se le dieran nombres de personajes que no tuvieran menos de 25 años de haber fallecido, porque eso es una clara perversión.

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