Opinión

Mary, homenaje a una guerrera

Ricardo Adrianza cuenta la historia de Mary y Barbarita, confiado en que haga más ligero el camino de tantas familias que luchan contra el cáncer infantil

Publicidad
Mary
Dibujo: Daniel Hernández

El cáncer es una de las principales causas de muerte de niños y adolescentes en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año, más de 400.000 niños son diagnosticados con cáncer. En la Región de las Américas se estima que, en el 2020, hubo 32.065 nuevos casos de cáncer en niños de 0 a 14 años; de ellos, 20.855 casos ocurrieron en países de América Latina y el Caribe.

Se estima, además, que fue la causa de muerte de 8.544 niños menores de 15 años en 2020; de ellos, 7.076 en América Latina y el Caribe, cuya cifra refleja una lapidaria estadística de un 82% del total de muertes ocurridas, que grafica las urgencias que debe enfrentar una población desvalida en aspectos como la detección temprana, el diagnóstico y el acceso a tratamientos de calidad.

La intención de esta introducción no es alarmarlos y machacar lo que no es ningún secreto para nosotros, los venezolanos, que hemos sido pateados por una inepta gestión gubernamental incapaz de atender a los más necesitados. Pero si pretende invitarlos a conocer más de cerca una realidad espantosa y a ser más humanos.

Muchos tienen la fortuna de no vivir de cerca las frustraciones de una familia cuyo hijo/a menor sea diagnosticado con cáncer. Pero, lastimosamente, esa estadística de diagnóstico nos ha tocado muy de cerca en la firma que represento, Mazars, específicamente, en un par de oportunidades.

Ha sido un calvario poder divisar el dolor y las vivencias de cada familia, y como contrapeso, la alegría desbordada y el aprendizaje sin parangón que nos deja la noticia de recuperación de ambos niños, el más reciente, el caso de Barbarita, la hija menor de nuestra querida Mary.

Al momento de publicarse este artículo ha cerrado su ciclo de tratamiento y la feliz noticia –incierta cuando todo empezó hace aproximadamente 2 años– de total recuperación, me anima, con todas mis fuerzas, a hacer referencia a su pequeña historia y de cómo fue escrita.

¿Por qué hacer referencia a esta historia? Porque estoy muy seguro de que los que me lean podrán replicar sus virtudes y el mensaje que nos deja, y hacer más ligero el camino de tantas familias que luchan a diario contra las amenazas de este flagelo mundial.

Mary, nuestra guerrera, tiene poco más de 20 años con nosotros en las lides de dirección administrativa de la firma. Sus cualidades como profesional son incuestionables, pero su calidad humana son el complemento estelar para aterrizar con éxito la total recuperación de su hija, y en paralelo, mantener una familia cohesionada, juntamente con las responsabilidades que implica su posición en la firma y la preponderancia de su labor.

Ella es representación viviente de la responsabilidad, compromiso, humildad, perseverancia, sensibilidad, y así un abecedario de adjetivos con el cual podemos construir una sinfonía de valores.

Evidentemente el factor médico y un tratamiento bien cumplido son claves para la recuperación. Pero yo insisto que un gran porcentaje de llevar con éxito semejante tarea, es el factor humano y la capacidad de sobreponerse a la amarga noticia del diagnóstico y de enfrentar con fe inquebrantable todos los vaivenes que supone batallar contra esta letal enfermedad.

Tanta irreverencia ante una aberración del destino, produce en mí, en mis socios, y todo el personal en general, una admiración que no tiene límites. Nos rendimos ante semejante tenacidad. ¡Cuán orgullosos estamos!

Escribo sobre esto y me supera el sentimiento. Recordar como una firma unida por valores éticos se unió en una sola voz para acompañar a Mary y Bárbara en ese camino, son regalos silenciosos que me acarician el alma. Hubo oraciones, buenos deseos y el constante seguimiento silente de todos los miembros de una organización ligando por la pronta recuperación de Barbarita.

Pocas veces vi quebrarse a esta guerrera, pero muchas disfrutamos de su sonrisa, entusiasmo y responsabilidad ante los retos profesionales propios de una organización que no solo está en la permanente búsqueda de la excelencia técnica, sino que también es capaz de hacer un receso para unirse en oración y apoyarla en ese camino tan empedrado como el que supone toparse con la amenaza de vida que se dispara ante una enfermedad tan terrible como el cáncer.

De esta historia y su ejemplo hemos aprendido todos, sin excepción. A partir de hoy somos más fuertes, y su mensaje se erige como un postulado impostergable donde se destaca la imperativa necesidad de orientar nuestro día a día con buenas sensaciones y sembrar un legado de amor y de ganas de vivir en nuestras relaciones, en nuestro trabajo, y en nuestras familias.

Ciertamente ha sido una historia con altibajos, preocupaciones, y decaídas, pero que hoy tiene un final feliz. No podía ignorarla y levantar mi voz, desde la distancia, para enfatizar mi absoluta admiración por tanta entereza y dejarnos tanto en estos dos años.

En la firma –entre muchos– tenemos un lema: ¡al que hace bien, le va bien! Y yo creo que el desenlace y las bendiciones que hoy recaen sobre la familia de nuestra querida Mary –incluyendo su familia profesional– es la evidencia más contundente de ello.

La vida es un caer y levantarse todos los días y eso la hace maravillosa. La clave está en entender que la forma en que decidamos vivirla depende absolutamente de nosotros. De allí la importancia de elegir bien y disfrutar cada oportunidad que se nos presente para sonreír, abrazar, llorar y disfrutar sin detenernos ante tantos eventos y sucesos que nos desvían de lo que realmente nos enriquece y nos hace mejores personas.

Espero que el ejemplo de Mary, Barbarita y familia sirva de aliciente a tantos que sufren a diario y, pido, con fuerza, la buena noticia de que algún día los embates de esta enfermedad puedan ser superados. Mary, Barbarita, ¡gracias por tanto!

Publicidad
Publicidad