Venezuela

Mayami Nuestro

Mientras que aproximadamente un 40% de los venezolanos en 1981 formaba parte de la estadísticas de pobreza, 500 mil personas viajaban al año a la cuna tropical del sueño americano. En 1981, el salario mínimo en Venezuela era de aproximadamente $405, y un pasaje a Miami podía costar poco más de $100.

Miami 3
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Recientemente, CINESA, a través de su excelente canal en YouTube, (donde se muestran muchos documentales de lo que pudimos haber llegado a ser pero no fuimos), colocó el mediometraje “Mayami Nuestro”, realizado en 1981 por el historiador y cineasta venezolano Carlos Oteyza. En 34 minutos se denuncia la locura que se adueñó de muchos venezolanos, que aprovechando la bonanza de la renta petrolera de finales de los 70 y principios de los 80, orientaron casi todos sus ahorros a viajes, compras e inversiones, en una ciudad que se estaba abriendo paso para convertirse en una de las más pujantes del continente americano, Miami.

En el documental los entrevistados competían por decir quien había estado más veces en Miami, quien tenía propiedades, quien había visitado más veces el parque de Walt Disney World, etc. Por su parte, los consultados de la ciudad de Miami manifestaban la importancia de los venezolanos para la economía del estado de Florida, y cómo eran bienvenidos porque no se median en gastos, ni siquiera preguntaban precios. Algunos con su comportamiento popularizarían el “tá barato dame dos”.

Mientras que aproximadamente un 40% de los venezolanos en 1981 formaba parte de la estadísticas de pobreza, 500 mil personas viajaban al año a la cuna tropical del sueño americano. En 1981, el salario mínimo en Venezuela era de aproximadamente $405, y un pasaje a Miami podía costar poco más de $100. No eran pocos los venezolanos que visitaban Miami, tampoco muchos, con respecto al total de la población venezolana, pero si suficientes para indicar que en el país algo estaba pasando, algo que no iba a terminar bien. Como en efecto no terminó bien, con el llamado «Viernes Negro» un 18 de febrero de 1983, el bolívar sufrió una abrupta devaluación, que es una nimiedad con respecto a las que ha sufrido en las dos últimas décadas.

El visado a los Estados Unidos no era un problema. Las visas las otorgaban por 10 años. Los venezolanos solo vacacionaban en los Estados Unidos. Muy pocos buscarían quedarse. Mas bien, Venezuela era el centro de recepción de todos los migrantes de Latinoamérica, inclusive de países donde hoy los venezolanos son rechazados con cierta violencia.

Había familias que viajaban con el personal de servicio. Búsquedas en la mañana de productos en Miami que serían consumidos después en la cena en Caracas, para impresionar a los invitados. Compras indiscriminadas de propiedades, pero también, familias que con sacrificio se pagaban sus merecidas vacaciones, ¿y por qué no? ¿qué hay de malo en ello?

Una parte que impacta mucho en el documental es la de un hombre que dice que se fue a gastar sus bolívares. Mis hijos, que estaban viendo el mediometraje conmigo, me preguntaron: ¿y cómo es eso? ¿La gente podía gastarse los bolívares en Estados Unidos?

Allí traté de construir una explicación para ellos, que me dejó agotado, desconcertado. Les dije que Venezuela siempre fue uno de los países con mas futuro de Latinoamérica. Que eso generaba ciertos resquemores entre los países vecinos. Teníamos un sistema político imperfecto, pero estable en comparación con varios países de la región.

Les dije que nuestros gobiernos se olvidaban a veces de la gente, algunos personajes tenían aporofobia (odio a los pobres), pero que al gobierno actual les encantan los pobres, tanto, que son muy productivos para fabricarlos, y se aseguran que cada vez sean más, 96% según la última encuesta ENCOVI.

Les dije que la gente, si trabajaba, podía acceder a un vehículo, educación de calidad, vivienda, e inclusive a pagarse unas vacaciones en Miami. Les recordé que el salario mínimo en 1981 era de $400, y que con $4,30 Bs, se compraba $1, y que ahora el salario mínimo, 40 años después, es de $3, y se necesitan cientos de miles de bolívares para comprar un dólar.

También les expliqué que con un mal truco, uno de mal gusto y barato, pero que salió caro, los chavistas le quitaron varios ceros al bolívar para decretar la salud de la economía y guardar las apariencias de que no estaba sucediendo nada con ella. Les dije que todo ese montaje ocurrió en el periodo de la historia venezolana en el que más han entrado recursos en el país, y que entre derroche y corrupción el país quedo arruinado.

Les comenté que en Miami los tentáculos de la corrupción venezolana han hecho de las suyas, inyectando capitales mal habidos en lugares inimaginables. Por ejemplo, un ex tesorero de la República hurtó más de mil millones de dólares, mientras en el país la gente se muere de hambre.

Mi explicación, me agotó. Me entristeció. Mi ultimo aliento de energía fue para decirles, que no solo Mayami no era nuestra, sino aparentemente, después que nuestros recursos naturales circulan por el mundo en condiciones objetables, aupado por las fauces abiertas y babeantes de algunos, tampoco Venezuela.

Carlos Oteyza, cineasta e historiador, ha sido una memoria documental de la Venezuela contemporánea (Foto: El Estímulo) 

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