Opinión

Memorias cortas, rabias largas

En su sección de opinión, Carolina Jaimes Branger habla sobe la corta memoria política del venezolano y la furia desatada en las redes contra los líderes a los que antes seguían con tanta fe

memoria
Ilustración: Daniel Hernández
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Aunque se repita que aquí estamos curados de espanto, yo debo confesar que todavía quedan cosas que me espantan y que me turban. Como, por ejemplo, la cortedad de la memoria de una inmensa cantidad de compatriotas.

Aquí todo pasa y poco queda. Las personas que han copado las primeras planas de los periódicos, que han estado en el candelero y que han sido buscadas y halagadas, son vueltas leña tan pronto la gente percibe que son árbol caído.

Entonces ya no son aquellos paradigmas, iconos, estatuas sagradas. Se convierten en unos torpes, que se dejaron marear, que fueron malaconsejados o que se vendieron. Se convierten en seres incómodos, que en un abrir y cerrar de ojos ven reducir su cuota de amigos al mismo puñado de los que tenían en el colegio o la universidad… o menos.

«Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa
la paciencia todo lo alcanza»
Santa Teresa de Ávila

¿Será que los humanos, hasta ahora, somos así de mezquinos?… Nadie debería ser una “estatua sagrada”, porque todos nos equivocamos. Pero de ahí a destrozar a alguien que un día admiramos y apoyamos con todo fervor, hay un trecho largo. Eso me turba, eso me espanta, no lo puedo evitar.

La vida política es una rueda… y quienes están hoy arriba, mañana estarán abajo. Asimismo, quienes están hoy abajo, de seguro mañana estarán arriba.

Cuando Carlos Andrés Pérez terminó su primer período presidencial su popularidad estaba por el suelo. En un muy concurrido matrimonio al que asistió, lo saludó solo una persona. Lo sé por dos razones: una, porque lo publicó en su columna de sociales Manolo Tineo, Cicuta, a quien difícilmente se le escapaba una. Dos, porque quien lo saludó fue mi tío Rafael Branger, quien era de esos seres encantadores que consideraba a todo el mundo su «hermanazo del alma».

Nadie daba ni un centavo por el futuro político de Carlos Andrés Pérez. Diez años después, fue reelecto presidente. Y su campaña fue financiada, en buena parte, me imagino, por muchos de los que no lo saludaron en aquel matrimonio.

Aquí a la gente se le olvidó que el discurso de Rafael Caldera el 4F en el Congreso Nacional fue ampliamente apoyado y aplaudido por la gran mayoría de quienes hoy le achacan la responsabilidad de que Chávez hubiera llegado a presidente. De igual manera, se les olvidó que el sobreseimiento de la causa de los golpistas respondió a un clamor generalizado, y fue el fin de una serie de sobreseimientos que había comenzado el mismo Carlos Andrés Pérez.

Aquí la gente critica de igual manera a Capriles y a Guaidó. Quienes en un momento dado los apoyaron religiosamente, hoy los atacan sin piedad. Mucho más que a Maduro y a su círculo cercano. Eso me turba, eso me espanta. Porque nuestro adversario es Maduro, no son Capriles o Guaidó. El Twitter es una mina de insultos. En general, todas las redes sociales. Basta que hagan una declaración para leer los reclamos más airados y las acusaciones más injustas. Y no digo que no reclamemos, pero tanto Capriles como Guaidó se han partido el lomo tratando de salir del chavismo y merecen respeto. Me encantaría que sus detractores estuvieran en sus zapatos, aunque fuera un solo día.

Luchar contra un régimen que ha demostrado que no tiene el más mínimo escrúpulo, que no respeta los derechos humanos, ni la constitución, ni las leyes y que está dispuesto a cualquier cosa, lean bien, cualquier cosa, con tal de permanecer en el poder, que encima cuenta con el apoyo de los militares venezolanos en su mayoría, más el asesoramiento de los cubanos y otras lacras totalitarias, no es poca cosa. En estos momentos hay que respirar profundo y unirnos para avanzar. No nos hace falta el ring de boxeo ahora. Cuando salgamos de esto, habrá tiempo de pelear.

¡Lo que nos hace falta es tener, además de paciencia, rabias cortas y memoria más largas para poder ir unidos!

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