Internacionales

Militares usan pistolas eléctricas en filas para salir de Venezuela hacia Colombia

Huir de Venezuela se ha vuelto una pesadilla para quienes no tienen otra opción que viajar por tierra desde el estado Táchira hacia Colombia y luego pasar a un tercer país. La migración masiva también ha disparado las prácticas ilegales, la violencia y los atropellos a los derechos humanos. La corrupción oficial se aprovecha de quienes necesitan sellar un pasaporte en los puestos fronterizos, o de a quienes están obligados a cruzar aunque no tengan documento, a cambio de pagar en dólares.

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FOTO Gustavo Vera/El Estímulo (Archivo)

Fernando salió de San Cristóbal a las 2:30 de la madrugada con rumbo a la población fronteriza de San Antonio. Quería ser uno de los primeros en pasar por el puente internacional Simón Bolívar una vez se abriera la frontera a las 6:00 de la mañana, hora local de Venezuela.
Una vez finalizadas las notas del «¡Gloria al Bravo Pueblo!» entonada por los militares del Comando 212 de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), se procede a dar paso a las miles de personas que aguardan a lo largo de la avenida Venezuela para cruzar a territorio colombiano.
“No éramos menos de unas mil personas que esperábamos a que se abriera la frontera del lado venezolano. Lo que viví en cuestión de unos 15 minutos lo puedo contar pero aun así me quedó corto por la magnitud de lo que sucedió (…) hay que ir y vivirlo en carne propia”, relató Fernando Rodríguez, un enfermero venezolano de 25 años que migró a Argentina. (NR: su nombre ha sido cambiado para evitar represalias).
A su paso por Táchira, mientras conversaba con El Estímulo, en la frontera ya del lado colombiano, el profesional de salud que decidió salir del país por la crítica situación económica que enfrentaba, revelaba su tensión, se entrelazaba las manos y dejaba ver en la mirada lágrimas y tristeza ante la difícil situación que atravesaba.
La necesidad o el deseo de miles de venezolanos por salir del país, ha convertido el paso fronterizo en una suerte de lucha por sobrevivir.
“Quien supera está prueba gana, quienes no, corren el peor de los riesgos, hasta morir”, comentó aterrado Fernando.
El inmigrante, relató que el mayor obstáculo que se presenta al salir de Venezuela por la frontera tachirense, son los controles ejercidos por la Guardia Nacional, apostada en la aduana principal de San Antonio.
“Ellos no dejan pasar a la gente con normalidad. Después de cantar el himno nacional, someten a miles de personas a pasar por unas estrechas filas en donde a su vez requisan y demoran el paso. La gente se desespera y empiezan a empujar al punto de salir corriendo, incluso por encima de los convoys que han puesto para reducir el transito”.
La lucha por lo que llamó “supervivencia”, asegura el joven migrante, incluye golpes, patadas, caídas y reprimendas por parte de las autoridades militares.
“Golpean, usan pistolas de electricidad para detener el paso. La gente pasaba por encima del camión de la guardia, cruzan los cercos de alambre de púas y muchas personas se cortaron. Vi cómo un guardia nacional le puso la descarga de electricidad a una señora en la frente, ella se cayó al piso (…) todo esto ocurre durante el paso en la aduana de San Antonio”, precisó.
Era una carrera con rumbo desconocido, describió este profesional de la salud, oriundo del central estado Carabobo. Logró cruzar al otro lado de la aduana venezolana, justo a la altura de donde se encuentra la oficina del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime).
“Llegamos al Saime y ahí me di cuenta que había superado el primer obstáculo, pero se llega al segundo donde ya no solo te encuentras a las autoridades venezolanas, también hay grupos irregulares que trabajan en conjunto con los militares. Lo digo porque lo vi”, dijo con la certeza de la experiencia vivida.

En la fila del Saime

Una vez en la cola para sellar la salida del país, el joven inmigrante, como miles de personas, aguardó en las filas durante horas. Colas que con el transcurrir del tiempo, desgastan y hacen de la espera un episodio incómodo y agobiante, bajo las altas temperaturas fronterizas.
“Uno empieza a sentirse cansado, hace calor, da hambre, sed y también ganas de ir al baño. Pero si uno lo expresa a los guardias no les gusta, de nuevo empieza el abuso, pasan por la cola con las pistolas de electricidad y quienes no estén alineado a la pared, llevan su descarga”.
Otro de los dramas que enfrentan quienes salen por vía terrestre del país es la corrupción patente en cada dependencia donde a veces se pasan hasta tres días esperando un sello de salida.
“Desde las 6:30 de la mañana que llegue a hacer la cola en el Saime de San Antonio, hasta la 1 de la tarde no había movido ni un solo pie. Para avanzar había que pagar 30 dólares u 80.000 pesos a unas personas que la Guardia Nacional les permite que estén ahí. A quienes pagan les dicen los pasajeros VIP. Al pagar pasan directamente a la taquilla y sellan”, explica.
Quienes viajan con escaso dinero que no les permite pagar, o simplemente se niegan a ser sobornados por el precio de la corrupción, no les queda otra alternativa que guardar silencio y esperar en la interminable fila a que la autoridad decida quién pasa a sellar y quién no.
“Uno no puede revirar porque el guardia lo amenaza con llevarlo al comando o llama a uno de los civiles que trabajan con ellos. Vi cómo a un chamo que renegaba de la situación lo agarró por la espalda una de esas personas que vestía franela y pantalones bermudas. Se lo llevaron a la carpa de la Guardia Nacional…estar ahí es todo un juego de azar”.
Las personas que trabajan con la Guardia Nacional, son las mismas que llevan los almuerzos a los militares apostados luego de la aduana de San Antonio, también cobran en divisas para llevar a quienes no tienen documentos al otro lado de la frontera, según testigos.

Por el río fluye más la migración

“Pasajes a Perú, Colombia, Ecuador, lo llevamos con documentos o sin documentos”, es el grito que se oye a lo largo y ancho de la avenida Venezuela de San Antonio del Táchira, inclusive en las cercanías de la aduana y en el puente internacional Simón Bolívar, frente a los funcionarios de la Guardia Nacional.
Tarifas desde 50 mil pesos colombianos hasta 30 dólares ofrecen la decena de hombres que se dispersan del lado venezolano. Estos «coyotes» locales prometen el servicio de paso ilegal de inmigrantes. El precio puede incrementarse si el camino escogido por el inmigrante es el puente internacional, frente a las autoridades de ambos países.
“Ver tanta anarquía me hizo salir más rápido de Venezuela. A quien le cuente está historia no tendrá cómo medir la magnitud de lo que viví para poder cruzar la frontera de manera legal, ¡nunca lo voy a olvidar!”, sentenció Fernando con llanto, tomó su maleta y siguió su camino para adentrarse en Colombia.
Mientras tanto en la ribera del río Táchira que separa a Venezuela y Colombia, un desfile de personas esperan para cruzar las agitadas aguas y llegar al país vecino sin documentos. Algunos se despojan de sus pantalones para evitar mojarlos y en ropa interior se aventuran a cumplir el recorrido.
Mujeres, hombres y niños son ayudados por “arrastradores” de oficio quienes improvisan con largos mecates de un lado y otro del río para facilitar el paso y aminorar los riesgos.
Las maletas y otros enseres son llevados al hombro por quienes cobran en dólares y pesos para cumplir el sueño de migrar, aun sin pasaporte. Todo esto ocurre cada día bajo la mirada encubierta de las autoridades de ambos países.]]>

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