Opinión

Mujer y sociedad

Ramón Guillermo Aveledo reconoce que, en el trato a la mujer, ha habido avances y siguen habiéndolos, pero también advierte que la realidad sigue rezagada con relación a la conciencia, el derecho internacional y el derecho interno

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Inaceptable injusticia y grave error comete una sociedad al subvalorar a la mujer. La dignidad humana es de toda la persona y de todas las personas, así que toda lucha por los derechos de la mujer lo es por la dignidad de todos, también de las de los hombres.

Desde la Convención sobre derechos políticos de la mujer en 1954 y el Convenio 111 de 1960 de la OIT sobre empleo y ocupación van casi siete décadas de declaraciones y acuerdos internacionales sobre el derecho de la mujer, visto desde perspectivas diversas pero siempre con orientación reivindicativa, justiciera. También las legislaciones nacionales, unas más pronto, otras más lentamente, van reconociendo y reflejando esta creciente conciencia mundial ante una desigualdad éticamente inadmisible.

Es indiscutible que ha habido avances y siguen habiéndolos, pero también que la realidad sigue rezagada con relación a la conciencia, el derecho internacional y el derecho interno. Y digo ética en el sentido que nos recuerda Victoria Camps, “Hablar de ética es hablar, sobre todo de deberes”. Deberes de la sociedad para con la mujer, vale decir de nosotros, como miembros de la sociedad.

El Grupo de Trabajo Mujer del Instituto Fermín Toro ha preparado para este año y el primer trimestre del próximo un programa que mira en su integralidad problemas que son integrales. Ocho foros y para culminar, una publicación.

La participación política y social, la participación laboral y económica, la violencia de género, las condiciones de vida, la cuestión de la salud sexual, la brecha tecnológica y una mirada al futuro desde el presente de las más vulnerables bajo el título “Ser niña en Venezuela”. Una agenda cuyo propósito es contribuir a poner en el debate público las realidades de desigualdad, así como de esfuerzo personal por vencer barreras y las propuestas de políticas públicas para transformar nuestro presente en sentido de dignidad humana.

En un artículo para Venezuela Analítica, Oriana García nos habla de una “Mujer venezolana líder de la familia y reivindicadora de los Derechos Humanos”. Es un análisis veraz, certero.

Cuando Encovi nos habla de la desnutrición cuyo porcentaje crece en la niñez venezolana, hay que reconocer y agradecer el papel de la mujer en llevar el alimento a los hogares. Las mujeres pueblan las colas para comprar comida, para llenar las bombonas de gas, así como las manifestaciones por el agua y la luz eléctrica y son, en general, las interlocutoras de la autoridad en la comunidad vecinal, sea popular o de clase media.

Quisiera, además, destacar un punto de especial relevancia en nuestra Venezuela polarizada y crispada. Recientemente la cuenta de Twitter de Naciones Unidas nos informa que en las misiones de mantenimiento de la paz, las mujeres aportan nuevas perspectivas y soluciones a las crisis, son ejemplos a seguir y contribuyen al avance de los procesos de paz. Sé que es así y no por una convicción teórica o una visión general, sino porque me consta de experiencias concretas que conozco, sea en Barquisimeto, durante las protestas de 2017 y su violenta represión o en sectores populares en Caracas, para rescatar una convivencia cotidiana.

La mujer es protagonista ya. La sociedad debe reconocerlo y traducirlo en acciones audaces, valientes, sea desde el Poder Público o la sociedad civil.

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