Opinión

Negociación iniciará en breve, ¿esta vez será diferente?

El chavismo tiene claro su objetivo, permanecer en el poder y que se le suspendan las sanciones. La oposición habla de un etéreo acuerdo de salvación nacional, pero sin claridad de qué cosas podría obtener, en caso que las obtenga, de esta negociación en México ¿Qué podríamos esperar?

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Desde que Maduro accedió a la presidencia en 2013, tras la muerte de Hugo Chávez, se han realizado varios ensayos de negociación. Todos han fracasado por la falta de compromiso del régimen chavista para cumplir con los acuerdos preliminares. Uno de los mejores ejemplos es el incumplimiento de la liberación de presos políticos y de las medidas coercitivas emanadas por el sistema judicial o legislativo bajo control del chavismo.

En septiembre de 2019, tras varias rondas de reuniones en Barbados, igualmente con la mediación de Noruega, el propio Guaidó dio por terminado aquel diálogo. “El régimen dictatorial de Nicolás Maduro abandonó el proceso de negociación con excusas falaces: tras más de 40 días en los que se han negado a continuar en el mismo, confirmamos que el mecanismo de Barbados se agotó”, denunció el 15 de septiembre de 2019.

En 2017 hubo otro proceso abortado en República Dominicana, mientras que en 2014 y 2016 ni siquiera la mediación de El Vaticano, para reuniones efectuadas en Caracas, tuvo un impacto. Sencillamente, terminaron de forma abrupta y sin resultados tangibles.

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En esta ocasión, Juan Guaidó enviará delegados a México, para dialogar con los representantes de Nicolás Maduro, justamente cuando vive su peor momento. Ya no tiene el respaldo abierto de Washington, del cual gozó en otro momento, su propia figura luce desprestigiada según las encuestas, y hará lo que había dicho que no haría: sentarse a negociar con el chavismo. Cuando se decía que todas las opciones están sobre la mesa, no se dejaba abierta la posibilidad de un diálogo.

Dos años y medio después de su irrupción en la vida política e institucional de Venezuela, el Guaidó de otrora, ahora está rodeado de divisiones entre sus aliados. A ello hay que sumar el rechazo de la población por no haber desalojado a Maduro del poder, las críticas de los analistas que echan en falta una estrategia clara y de largo aliento, y la presión de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.

Sencillamente, le tocó aceptar a regañadientes la negociación. No era el escenario al que estaba apostando, pero el cambio en Washington con la salida de Donald Trump y la llegada de Joe Biden lo dejó descolocado. Ahora Estados Unidos tiene, finalmente, una estrategia común con la Unión Europea y ésta no es otra cosa que una negociación entre chavismo y oposición.

En este tiempo, además, el chavismo se hizo de una oposición leal, hecha a su medida, formada por los diputados que literalmente compró para que traicionaran a su militancia, así como de figuras como Henri Falcón, Timoteo Zambrano y Javier Bertucci.

El pasado 5 de agosto el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador confirmó que su país será la sede para estos diálogos, bajo la mediación de Noruega que tiene el apoyo tanto de Canadá y Estados Unidos como de la Unión Europea. Aunque el mandatario mexicano declino dar una fecha, extraoficialmente ha trascendido que se iniciarán el viernes 13 de agosto.

Estamos presenciando un giro de 180 grados en la posición internacional sobre Venezuela. Ya no es el tiempo de la “presión máxima” de Trump ni de las insinuaciones de una intervención que hacía de forma constante John Bolton cuando fungía como consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca.

Washington, Ottawa y Bruselas se han alineado para abrir paso ahora a una estrategia centrada en la negociación dándole al chavismo como incentivos un relajamiento de las sanciones según sea el avance en materia electoral e institucional.

Ahora se apuesta a una negociación comprensiva y deja de hablar de una negociación integral, esta última implicaba que nada está negociado hasta que todo esté negociado.

La politóloga y doctora en ciencias sociales María Puerta, de la Universidad de Carabobo, sintetiza el desafío que enfrentan las fuerzas democráticas: “La oposición va en desventaja, a pesar de lo mal evaluado que está el gobierno. Se trata de ganar espacios que hoy no tiene. La oposición debe procurar no solamente reagruparse, sino además construir una propuesta política inclusiva que reconozca que el gobierno, así sea ilegitimo, es quien tiene el poder y su estrategia debe ser debilitarlo”.

Entretanto, se ha erosionado la propia figura de Guaidó. Pese a que diversos países le siguen considerando “presidente interino”, dentro del país su credibilidad ha mermado de forma significativa. Tras tener niveles de aprobación por encima del 60 por ciento, en la actualidad está bastante cerca de Maduro en las percepciones de los venezolanos.

De acuerdo con un estudio presentado a fines de julio en la Universidad Católica Andrés Bello por la firma Delphos, especializada en estudios de opinión pública, Juan Guaidó reúne 27% de confianza, Maduro 20,6% y el dos veces candidato presidencial Henrique Capriles 19,8%. A esto se suma que un 40 por ciento de los encuestados dice no confiar ni en el chavismo ni en la oposición.

No pocos ven con escepticismo esta nueva ronda de negociaciones entre el chavismo y la oposición democrática. Es difícil predecir qué pueda ocurrir en ese espacio de encuentro en México, ni tampoco están claros los términos de la negociación.

El chavismo tiene claro su objetivo, permanecer en el poder y que se le suspendan las sanciones. La oposición que encabeza Guaidó habla de un etéreo acuerdo de salvación nacional, pero sin claridad de qué cosas concretas podría obtener, en caso que las obtenga, de esta negociación en México.

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