Opinión

Nixon-Trump: dos visiones extremas sobre China

El seguimiento de la evolución económico-militar de la República Popular China, bajo la premisa napoleónica del “gigante dormido”, fue prioridad de la política exterior estadounidense a partir de la cumbre Nixon-Mao de 1972. En este momento, el presidente Donald Trump ve comprometida su reelección por lo que denomina el “virus chino”  

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El ex presidente estadounidense Richard M. Nixon (1969-1973) parafraseó a Napoleón Bonaparte: “¿China? Es un gigante dormido. Dejémosle dormir, porque cuando despierte estremecerá al mundo” (…) “China está despertando ahora y quizás pronto estremezca al mundo”.

En la década de los setenta del siglo pasado, Nixon formulaba el siguiente diagnostico: a pesar de su inmensa población, China aún tiene una potencia militar limitada, agricultura primitiva y una economía en gran medida preindustrial. Pero cuenta con inmensas riquezas naturales y, cuantitativamente, es “uno de los pueblos más poderosos del mundo”.

En lo que va de siglo XXI, China muestra todos los indicios de que puede convertirse en “la más fuerte potencia de la tierra” y uno de los países “económicamente más avanzados”, si termina con éxito su transición al mundo moderno y continúa apartándose de las doctrinarias teorías económicas de corte comunista.

El contrapunto China-Unión Soviética  

Nixon aseveraba que la relación con China era un “elemento clave” en la estrategia frente a la Unión Soviética. La relación China-Estados Unidos, en principio, fue objetada y opuesta, pues China y la Unión Soviética eran ambas naciones comunistas, debiéndose tratar como “adversarios potenciales”.

Acotaba el entonces mandatario de EE UU que algunos olvidaban “reconocer una profunda diferencia”. La Unión Soviética amenazaba a los Estados Unidos; la República Popular China no. De no haberse reconocido este postulado, se hubiese obligado a China a retroceder hasta “la órbita soviética”, con lo cual la amenaza para Occidente de una agresión comunista soviética “hubiese sido inmensamente mayor”. De esta forma, Nixon establecía los parámetros de la política exterior norteamericana en relación con China, continuada en lo que restaba del siglo XX y en la siguiente centuria.

El disenso China-URSS 

La victoria, en 1949, de la Revolución Comunista, liderizada  Mao Tse Tung con el apoyo de la Unión Soviética, llevó al principio a que ambos países fueron firmes aliados. Esto se materializó mediante la firma de un tratado de alianza bilateral, en 1950. Tras la muerte de Stalin, Nikita Kruschev viajaría a Pekín en 1954, llegando a comprometerse secretamente, en 1957, a ayudar a China a fabricar la bomba atómica.

Las tensiones entre la URSS y China surgieron durante el liderazgo de Kruschev. La diatriba surgió luego del proceso conocido como  “desestalinización” o eliminación del culto a la personalidad de Stalin, que puso término al exceso de poder del período estalinista (1924-1953). La desestalinización se inició en 1953, pero no fue oficial hasta 1956. A ella se sumó la política de “coexistencia pacífica” con Estados Unidos. Para los ideólogos comunistas chinos, la desestalinización fue vista como  el abandono de los principios del marxismo-leninismo, en una vergonzante política «revisionista».

Consideraba Nixon que, para China, la Unión Soviética demostró “ser un aliado poco digno de confianza”. El gobierno chino, al poco tiempo, no estuvo dispuesto a conceder a Moscú la “dirección suprema” del mundo comunista. Para 1961, la disensión chino-soviética había llegado a ser total. Entre los factores que contribuyeron a esta situación estuvo el no conseguir que los soviéticos le diesen más ayuda para la conformación de su potencial nuclear. De hecho, los científicos y técnicos soviéticos que trabajaban en China fueron repatriados por la URSS. Debido a ello, muchos proyectos de desarrollo se suspendieron.

Acercamiento Estados Unidos-China

La pugna chino-soviética favoreció el acercamiento entre China y EE UU, que se concretaría con la visita de estado a la República Popular China, desarrollada entre el 21 al 28 de febrero de 1972, del presidente Richard M. Nixon. En Pekín tuvo lugar la reunión con  Mao Tse Tung. Según Nixon, la “constante” actitud beligerante de la Unión Soviética fue causa de que el acercamiento con los EE UU fuese imperioso para ambos países.

La premisa de que EE UU y China estaban unidos por el “temor común” a la Unión Soviética, promovió que la relación se basara en la cooperación económica. “Seguiremos siendo dueños de nuestro destino”, afirmó Mao, añadiendo que el vínculo económico sería tan importante como la cooperación militar.

Unos lazos económicos “más estrechos”  implican estrategias importantes. Una China débil invitaba a la agresión por la Unión Soviética. China no podía “ser más fuerte militarmente” a menos de que fortaleciera económicamente. Una China “fuerte” sería un problema para la Unión Soviética, mucho menos de lo que lo sería para los Estados Unidos.

Disenso China-EE UU 

La desaparición de la Unión Soviética en 1991 -que dio paso al surgimiento de una Federación Rusa relativamente fuerte en lo militar, pero evidentemente débil en lo económico- no significó un desafió geopolítico para la República Popular China. A partir de allí, comenzó a resquebrajarse el acercamiento chino-estadounidense. Ello se haría notorio ya entrado el siglo XXI, cuando emergieron profundas diferencias, principalmente en el ámbito económico y comercial.

Autoritarismo chino en el siglo XXI    

Resulta obvio que el régimen comunista chino, en principio, no posee los parámetros de una democracia. Sin embargo, mantuvo un criterio de desarrollo económico en una perspectiva coincidente con el capitalismo occidental. Ello impedía calificarlo, en materia de libertades políticas, como un clásico régimen estalinista. Esta percepción, al parecer,  tiende a cambiar.

El Partido Comunista de China (PCCh) propuso, en febrero 2018, poner fin al límite de dos mandatos presidenciales consecutivos de cinco años, establecido en la Constitución. Con ello, se abría las puertas al presidente Xi Jinping para mantenerse indefinidamente en el poder, más allá de 2023.

Fue a la muerte de Mao, ocurrida en 1976, cuando los dirigentes del PCCh, encabezados por el sucesor, Deng Xiaoping, acordaron el sistema que limitaba a dos el número de períodos presidenciales posibles. Se buscaba evitar que una sola persona acumulara demasiado poder y se repitieran los episodios como el Gran Salto Adelante, o Revolución Cultural, que se produjo durante la presidencia de Mao y que ocasionó millones de muertes. El pleno de la Asamblea Nacional Popular aprobó en 2018, casi por unanimidad, veintiuna enmiendas a la Constitución, entre las que se incluyó la eliminación del límite de dos mandatos.

La esfera comercial

Desde agosto de 2019, el presidente Donald Trump había planteado elevar los tributos fiscales a las importaciones chinas a partir del 1° de septiembre de ese año. Específicamente, 10% más de impuesto a la tarifa existente, de 25%. Esto, debido a que China no había comprado suficientes bienes agrícolas estadounidenses, como lo había prometido.

La medida forzó a que, en enero de 2020,  se adoptara un acuerdo comercial, firmado por Trump y el viceprimer ministro Liu He, negociador de China. El convenio reduce algunos aranceles estadounidenses e impuestos existentes en los dos últimos años a las mercancías chinas. El gigante asiático se comprometía a comprar, durante dos años, 200.000 millones de dólares más en granos, cerdo, aviones, equipo industrial y otros productos. El acuerdo establece que China abra más sus mercados financieros, proteja la tecnología y las marcas estadounidenses y se instituya un foro para que ambas partes puedan dirimir diferencias,

En mayo de este año, Trump advertía que podía poner fin a la fase uno del acuerdo comercial con China. La decisión sería adoptada si esta no gasta lo pactado en productos agrícolas estadounidenses.

Se afirma que la economía, el mercado laboral y el de valores de EE UU han mejorado desde el inicio de esta guerra comercial. Los consumidores y las empresas estadounidenses seguirán comprando menos mercancía de China. El gobierno de Pekín continuará buscando clientes en otras regiones.

El “virus chino”

El presidente Donald Trump expresó su molestia contra China desde que la pandemia del coronavirus empezó a afectar a EE UU, acusándola de no presentar sus cifras reales de muertos. Sugirió que el número de fallecidos era mayor al reportado. Intuyó que la pandemia afectaría su reelección -considerada segura- revirtiéndose las encuestas a favor del candidato demócrata, Joe Biden

En conferencia de prensa, Trump anunció que podría haber consecuencias en caso de que China tuviera responsabilidad directa respecto a la pandemia de covid-19. «Podría haber sido detenida por China antes de empezar y no fue así. Ahora todo el mundo está sufriendo por ello». Defendió, en reiteradas ocasiones, que había que llamar al coronavirus el «virus chino», ignorando las críticas de que es una postura racista. «No es racista en absoluto»,  ripostó. «Viene de China». Los expertos en asuntos chinos consideran que etiquetar el virus de esta manera solo aumentará las tensiones entre los dos países y promoverá la xenofobia.

Trump añadió, en entrevista publicada por Reuters: «China hará todo lo posible para que pierda esta carrera», refiriéndose al proceso electoral de noviembre. Afirmó estar trabajando para demostrar el papel de China en la crisis y estar esbozando las medidas que se podrían tomar. El gobierno chino usa constantemente las relaciones públicas para defenderse de esos señalamientos, algo que Trump ha calificado como una aviesa campaña mediática.

Desacoplamiento

Estudiosos de las relaciones chino-estadounidenses se han referido al “desacoplamiento” o desvinculación de las economías de ambos países, marcado por el fin del flujo de comercio y tecnología que impulsa el potencial de crecimiento. Ello tiene un impacto mucho mayor para China, porque esta nación se beneficia más de los intercambios internacionales de ideas e innovaciones.

La nueva estrategia del presidente Xi Jinping posiciona a la economía nacional como principal impulsor del crecimiento. Al mismo tiempo, intenta aislar a la nación de una economía global en desaceleración y protegerla de una creciente hostilidad. Si bien aún no se conocen los pormenores, China quiere más autosuficiencia en la fabricación avanzada y la innovación tecnológica.

La banca de inversión y valores Goldman Sachs emitió un informe en el que señala que la mayoría de las empresas de los sectores de equipo semiconductor, materiales y atención médica de EE UU expanden su producción en China. Aunque el gobierno estadounidense anunció que a las empresas que no transfieran sus líneas de producción a EE UU se le cobrará más impuestos, la mayor parte de las compañías hacen caso omiso de tal advertencia.

Los proveedores de productos chinos aún son calificados como los más competitivos del mundo. La producción de repuestos y componentes en China ha reducido enormemente el costo de los productos finales que se venden en el mercado estadounidense.

Promesas electorales

Trump y su contendiente Joe Biden se han comprometido a recuperar las cadenas de suministro y reducir la dependencia de China como el mayor fabricante del mundo. Trump plantea la posibilidad de un “desacoplamiento” completo de China durante su segundo mandato. Eso significaría cortar los lazos económicos por razones nacionales y estratégicas. “Bueno, es algo así como: Si no nos dan un trato correcto, ciertamente lo haría”.

La campaña de Trump publicó una lista de “prioridades centrales” si este es reelegido. En ella destaca “poner fin a nuestra dependencia de China”. La lista incluye el objetivo de recuperar un millón de puestos de trabajo en la industria manufacturera; propone, asimismo, otorgar créditos fiscales y permitir “deducciones de gastos de 100 % para industrias esenciales, como la farmacéutica y la robótica”. El objetivo es incentivar a las empresas para que produzcan en Estados Unidos.

Biden, por su parte, se compromete a “recuperar cadenas de suministro esenciales”, bajo su propuesta de “Suministros de América“. Su plan más amplio es “reforzar la fuerza industrial y tecnológica estadounidense y asegurar que, en el futuro, todo sea hecho en Estados Unidos y por trabajadores, todos, de este país”.

Evaluación

Si bien las exportaciones chinas al mercado norteamiericano se habrían reducido, eso no significaba que los empleos de empresas estadounidenses en China regresarían a Estados Unidos. Los altos costos de la mano de obra calificada y el cumplimiento reglamentario en EE UU, aunado con su persistente escasez, ha hecho que la mayoría de las empresas multinacionales duden en llevar su manufactura a Norteamérica. Al parecer, Vietnam, Taiwán, Indonesia, incluso India, están en la observación de ejecutivos de las multinacionales que buscan alternativas a China.

El caso de Hong-Kong

China ha dejado en claro sus intenciones de imponer una Ley de Seguridad Nacional en Hong Kong. La medida representaría una ruptura del estatus de ese territorio como autogobierno interno. La legislación buscaría prohibir todo acto de “subversión contra el Gobierno” comunista chino, lo cual es visto por sus oponentes como una forma de prohibir las protestas. Implicaría que los Estados Unidos dejen de extender el trato privilegiado a Hong Kong.

En julio, el presidente Trump anunció sanciones contra China y aseguró que firmó una orden ejecutiva denominada Ley de la Autonomía de Hong Kong, que pone fin al estatus preferencial. La medida se adoptó en respuesta a la Ley de Seguridad Nacional, que ha generado “acciones opresivas” contra los ciudadanos de la región administrativa especial. Ahora, esta recibirá un trato igual que al que recibe China continental.

Se prevé que la abolición del tratamiento especial de Hong Kong perjudicaría a Estados Unidos, que se ha beneficiado de las condiciones favorables para los negocios en ese territorio. Fundamentalmente, porque se penalizaría a personas y bancos extranjeros que hagan negocios con funcionarios chinos que implementen la Ley de Seguridad, o que participen en cualquier acción represiva.

Trump enumeraba entre los beneficios de la orden ejecutiva que esta cancelará el trato económico especial, con lo cual no podrán seguir siendo exportadas tecnologías delicadas. Se ha puesto aranceles masivos a China, sugiriendo que esas tasas se aplicarán también a los productos procedentes de Hong Kong. El decreto presidencial establece también la revocatoria del tratamiento preferencial para titulares de pasaportes emitidos en ese territorio bajo régimen administrativo especial.

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