Opinión

No todo lo que brilla es Interestelar

Directo al grano: Interestelar no revoluciona nada. No es la gran película sobre viajes especiales, teorías cuánticas y mundos paralelos de la que se hablará por generaciones. Quien espere ver a la nueva 2001 Odisea del Espacio, abandonará la sala a mitad del metraje. Pero, si eres fanático de Steven Spielberg, seguro saldrás con una sonrisa en los labios.

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Dice mi amigo Alexis Correia (@alexiscorreia), quien también escribió una crítica sobre este filme, que en las películas se puede observar cómo envejecen los directores, pues a medida que pasan los años toman menos riesgos, se vuelven convencionales. Pienso en Pedro Almodovar y Tim Burton, por ejemplo. Lo paradójico es que  a más edad, mayor la necesidad de trascendencia. Sin embargo, entre más insisten en impresionar más fastidian. Es como la Ley de Murphy en las relaciones: el que está más pendiente, termina por apagar el deseo.

En 1972 un extraterrestre llega a la tierra para salvar a la humanidad de su propia destrucción. Corrompido por el rock, el sexo y las drogas, es decir, engullido por los virus terrenales, el alienígena se suicida. Ese acto, como la inmolación de Cristo, salva a la humanidad. No, este no es el argumento de Interestelar. Esa es la idea The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars, el disco conceptual que catapultó a David Bowie como la máxima estrella del rock glam.

Un año antes del lanzamiento del histórico LP se había elaborado un informe que alertaba sobre los problemas del crecimiento económico y su incidencia en los recursos naturales y la contaminación del planeta. Doce meses después, la Organización de las Naciones Unidas realizó la primera conferencia sobre el medio ambiente y desarrollo en Estocolmo.

¿A qué viene la reflexión músico-ambiental? Pues a que el meollo de Interestelar es la falta de alimentos y una nube tóxica que amenaza con extinguirnos. Ante tal panorama, Cooper (muy bien Matthew McConaughey) deberá buscar un mundo –enfundándose su traje de astronauta claro está- que tenga características similares a nuestro planeta. Allí, si todo sale bien, podremos sembrar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Como podemos ver, de los discos de vinil de los 70s a nuestra era digital, las preocupaciones no han cambiado tanto.

Adentrarnos en Interestelar sería spoilar el filme; estropearle la sorpresa (o la decepción) a muchos, sobre todo a los seguidores de los viajes en el tiempo y a los geeks, fanáticos acérrimos de Isaac Asimov y compañía.

Sin embargo, a uno lo leen para orientarse ante la gran pregunta: ¿vale la pena ver la nueva obra de Cristopher Nolan? Sí. De hecho, igual que Gravity, desaconsejo que esperen su salida en Blu-ray. Interestelar es un largo, largo, largometraje (casi tres horas de duración) que audiovisualmente abruma (al punto que no sé si amar u odiar la banda sonora). No tengo dudas de que arrasará en muchos premios técnicos. Sin embargo, precisamente en esa catarata de efectos especiales está su punto débil.

Nolan se regodea como niño con videjouego nuevo. Nos enseña que es un verdugo para cuidar cada efecto especial como si fuera sus hijo. Pero en eso se le va el tiempo y descuida a los personajes. Muy bien delineado en el principio, el elenco se difumina en unos diálogos y monólogos reiterativos, que intentan explicar hasta por qué un pelo en el espacio se puede convertir en la frondosa cabellera de Raspunsel. ¿O era al revés?

¿Emociona Interestelar? A veces sí y a veces no. Podemos ver esta cinta como un drama de tres actos. El inicio es hermoso y promisorio. El segundo es enredado y presuntuoso y el último es totalmente decepcionante. Aprovechemos de meter en lo decepcionante a Anne Hathaway. Aunque no todo es su culpa. Los hermanos Nolan (guionistas) tienen graves problemas para desarrollar personajes femeninos. Recordemos a la misma Hathaway en The Dark Knight Rises o Scarlett Johansson y Rebeca Hall en The Prestige. Digamos que ellas son apenas vehículos para que los machos alfa (McConaughey, Christian Bale, Hugh Jackman) terminen sus promisorios viajes.

Por eso debemos detenernos en McConaughey. Si la película se mantiene es porque la cámara lo ama y él ama a la cámara y todos, hombres y mujeres, lo amamos, aunque escribiendo estas líneas ya escucho el «ayyy». Matthew es Batman en el espacio. Sus poderes en Interestelar incluyen: cosechar maíz, pilotear en tiempo récord naves supercalifragilisticexpialidocius, adivinar relaciones pasadas, redescubrir teorías sobre los agujeros negros y acoplar aterrizajes a pepa de ojo. 

A medida que envejezco, dudo que las respuestas absolutas puedan solucionar procesos complejos. Aquello de «All you need is love», suena bien aunque no remedie tu falta de sexo. El amor, pues, como absoluto, me parece irreal, intangible y sobrevaluado. Creo más en las negociaciones, en los consensos, en racionalizar por qué escogemos tal o cual pareja, tal o cual camino. La historia nos ha demostrado que los problemas son consecuencias de acciones en cadena y también que ante la emergencia aparecen las soluciones. Es allí donde Interestelar defrauda. El esfuerzo sobrenatural de los Nolan por hacer verosímil las más descabelladas teorías, se diluye ante un Deux ex machina a lo Spielberg, que resuelve todo de un tajo. Lo hacían los guionistas de los thrillers en los 90s, cuando, atrapados en una trama sin salida de emergencia, cerraban con el protagonista despertándose de un sueño. Y para sueños, con Inception nos basta.

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