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¿Nos olvidamos de Afganistán?

Sin embargo, uno de los problemas que ha tenido Occidente para lidiar con el asunto afgano es la necesidad de replicar y modelar sus valores e instituciones en una cultura muy distante a la nuestra.

Afganistán, un infierno para las mujeres y niñas en manos de talibanes
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Recientemente, en la revista Foreign Affairs, el ex embajador de EE.UU en Afganistán durante el periodo de 2014 al 2016, Michael Mckinley, escribió: “En última instancia, la decisión de Washington de retirar las tropas estadounidenses no es la única explicación, ni siquiera la más importante, de lo que está ocurriendo hoy en Afganistán. La explicación radica en 20 años de políticas fallidas y las deficiencias del liderazgo político en Afganistán. Todavía podemos esperar que en Estados Unidos no terminemos en un debate venenoso sobre «quién perdió Afganistán». Pero si lo hacemos, reconozcamos que fuimos todos”.

Después de más de $1 trillón de dólares de gastos, 2.400 soldados estadounidenses caídos y 20.000 heridos, sumado a varios contratistas asesinados, y 174.000 víctimas afganas, incluyendo a militares, civiles y talibanes, en febrero del 2020, Estados Unidos y el gobierno Talibán suscribieron un acuerdo de paz condicional en Doha. El tratado implicaba el retiro de tropas americanas de Afganistán durante los siguientes 14 meses a cambio de que los Talibanes: “no permitieran que ninguno de sus miembros, otros individuos o grupos, incluyendo Al Qaeda, usarán el territorio de Afganistán para amenazar la seguridad de los Estados Unidos y sus aliados”.

Es importante destacar que el gobierno Afgano no fue parte de este acuerdo.

El papel de Biden

Cuando llega Joe Biden a la presidencia, movió la fecha de retiro del 1 de mayo del 2021, al 11 de septiembre de 2021, y después la adelantó al 31 de agosto de 2021. Este hecho aceleró las acciones ofensivas de los Talibanes y en pocos días conquistaron la totalidad del territorio afgano.

En este punto lo primero que hay que distinguir es que quizás lo discutible de esta acción de la administración Biden es la forma, pero en el fondo la decisión ya había sido tomada e implementada por la administración republicana del presidente Trump, y ciertamente acelerada por la administración Biden.

De manera que quedarse en los señalamientos de: “no fui yo, sino tú. Yo lo hubiera hecho mejor que tú, y tú no mejor que yo. Fueron los republicanos, fueron los demócratas. Trump lo hubiera hecho mejor. Biden es el culpable” etc, es extraviarse en las formas y no ir al fondo del problema.

¿Y cual es el fondo del problema? Difícil explicarlo.

Región en permanente conflicto

Lo primero que viene a la mente cuando pensamos en Afganistán, es el salvajismo de ese grupo denominado “Talibán”, hasta el punto de que cuando hoy queremos referirnos a una persona radical decimos que es un Talibán. Pero el Talibán apenas es un porcentaje muy pequeño de la población afgana. Afganistán es mucho más que el Talibán. Es un país con una historia triste ligada con la de británicos, rusos, paquistaníes, árabes, chinos y estadounidenses.

Afganistán siempre fue una región convulsionada por conflictos bélicos. En 1919 se independizó del Reino Unido. Durante siglos mantuvo un régimen monárquico que duró hasta 1973, fecha en la que se estableció la República de Afganistán. En 1978 llegó la llamada Revolución de Saur, de corte comunista y estableció como es costumbre en los regímenes comunistas una mal llamada “República Democrática”.

Uno de los hitos históricos más recientes para entender la historia de la conflictividad en Afganistán fue la invasión soviética en diciembre de 1979. Si bien la zona donde se encuentra el territorio afgano no tiene mayor valor en recursos, aunque cuenta con algunas reservas minerales, sí tiene una ubicación geopolítica importante, que la convirtió en una mesa ideal para colocar uno de los tableros del ajedrez mundial.

Dicha invasión originó una guerra santa o yihad, para sacar a los soviéticos del territorio afgano. En plena Guerra Fría, tanto el mundo islámico como el Occidente dieron todo el apoyo logístico, humanitario y militar a los afganos.

El país de los pastún

Durante esos años se comenzó a gestar un movimiento que después tomaría su propia dinámica. Muchos muyahidin (guerreros santos) se alimentarían de una cultura religiosa, y antioccidental intolerante, que determinaría el curso de la historia de ese país en los siguientes años.

En 1988, Gorbachov anuncia la salida de las tropas soviéticas de Afganistán dejando más de un millón de muertos y cinco millones de refugiados, y también dejando un gobierno con una mezcla explosiva: comunista e islamista. Después vendrían varios gobiernos islamitas y enfrentamientos tribales que dejaron una estela considerable de víctimas.

Era 1989 cuando los soviéticos son expulsados de Afganistán y el islamismo extremo comenzaría a operar no solo dentro del territorio afgano, y desde Pakistán, sino que también buscaría alcanzar otras latitudes, como Sudán y Somalia.

Afganistán y Pakistán han estado ligados por la cultura tribal de los pastún, que habitan parte del territorio de ambos países alcanzando su idioma a más del 30% de la población afgana. Los pastunes han deseado históricamente contar con un territorio propio e independiente.

Peor lugar para las mujeres

En medio del tribalismo, otros sectores de la población afgana apostaron históricamente por la modernización del país inicialmente, a través de algunos pasos que tomó en su momento la monarquía afgana en sus relaciones con occidente. Pero después de la monarquía vendrían una sucesión de golpes de estado que incluían todo el espectro ideológico.

En 1994, llegan los Talibanes a establecer un nuevo “orden” que pusiera fin al caos tribal. Orden que siempre ha estado ligado con el fanatismo y el derramamiento irracional de sangre, con violaciones masivas de derechos humanos y con una saña enfermiza hacia las mujeres.

Los Talibanes surgen en la escena pública con una milicia de estudiantes religiosos que ejecutaron a un comandante Muyahidin que había violado y asesinado a tres mujeres. Sin embargo, el movimiento Talibán pudo haber sido estimulado con ayudas logísticas y financiera por Pakistán y Arabia Saudita. Los Talibanes en Afganistán dieron en su momento acogida a varios terroristas incluyendo a Osama Bin Laden y su red de fanáticos y asesinos de Al–Qaeda quienes hacen una interpretación extremista del Islam y sueñan con el establecimiento de una nación islámica en el mundo islámico.

Otro halcón en peligro

La historia más reciente de Afganistán está signada por el objetivo de Estados Unidos y de otros países de occidente en bloquear las acciones terroristas de Al-Qaeda y otras redes. Después de los ataques a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001, en octubre 7 del mismo año Estados Unidos desplegó ataques aéreos en contra de los talibanes en las ciudades de Kabul y Kandahar. De allí comenzó el despliegue de tropas estadounidenses que en 2002 alcanzaban los 6.000 efectivos y en 2011 llegaron a 110.000, para irse reduciendo progresiva y significativamente a partir del 2014.

Uno de los problemas más difíciles que han enfrentado los afganos es el de lograr la constitución de un concepto de nacionalidad que trascienda el tribalismo. Las diferencias de idioma, etnicidad y religión han hecho prácticamente imposible alcanzar ese objetivo. Estas dificultades han estado siempre presentes para cualquier país que haya tratado de intensificar su influencia en este territorio.

A partir del año 2002, comenzaron todos los esfuerzos para construir una nueva Afganistán. Un caldo explosivo en el que estuvieren americanos, europeos, turcos, chinos, extremismo islán, conflictos étnicos, pobreza, etc y que hoy culmina una etapa con el retiro de las tropas estadounidenses.

Difícil equilibro

Algunos de los problemas que influyeron en el fracaso de esta misión estadounidense, entre otros, fueron la corrupción dentro del gobierno de Afganistán, la errada percepción de la inteligencia americana sobre las fortalezas del ejército afgano y el compromiso de algunos jefes tribales con el cambio político en Afganistán. La falta de continuidad del entrenamiento de tropas afganas, la existencia de importantes reductos Talibanes en Pakistán, y sobre todo la errada percepción de que los Talibanes en el algún momento iban a tener algún comportamiento “decoroso”.

Opinar sobre este tema requiere un esfuerzo de equilibrio difícil. Por un lado quienes apoyan el retiro de tropas de los Estados Unidos consideran inútil el gasto de recursos y la perdida de vidas para tratar de alcanzar una meta inalcanzable. Quienes defienden la permanencia de tropas extranjeras argumentan la prevención de posibles ataques terroristas, mediante el desmantelamiento en el sitio de cualquier iniciativa terrorista futura, lo cual es difícil de lograr porque el terrorismo opera a través de muchas redes y ubicaciones.

Otro argumento importante es el moral. La existencia de regímenes democráticos en el mundo exige una responsabilidad democrática no solo dentro de las sociedades en donde opera, sino facilitar su expansión hacia latitudes en donde haya sectores de la población que la demanden.

Culturas lejanas

Sin embargo, uno de los problemas que ha tenido Occidente para lidiar con el asunto afgano es la necesidad de replicar y modelar sus valores e instituciones en una cultura muy distante a la nuestra. Las instituciones democráticas occidentales funcionales, pero todavía imperfectas, fueron evolucionando a través de no siglos y muchas luchas, pero implementarlas en un corto o mediano plazo, en un país en el cual la cultura tribal tiene mucho peso es una tarea difícil, quizás imposible.

Lo que sí es un hecho cierto, es que en el mundo actual no se puede abordar este problema desde la cómoda posición del relativismo cultural, aquel que postula la idea de que cada cultura debe entenderse dentro de sus propios términos, puesto que existe desde hace más de 70 años, una Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por una Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el voto favorable de Afganistán, por cierto.

Esta declaración incluye 30 derechos y libertades entre ellos: el derecho a no ser sometido a tortura, a la libertad de presión, a la educación, a buscar asilo, el derecho a la vida, a la libertad y a la vida privada. También incluye derechos económicos, sociales y culturales, como los derechos a la seguridad social, la salud y a una vivienda adecuada. Con el regreso de los Talibanes todos estos derechos y garantías desaparecen completamente.

Entonces, ¿puede el mundo permanecer callado e indiferente? Creo que no. Como señala el filósofo político Michael Walzer “a veces recurrir a la guerra limitada es el mejor camino para acabar finalmente con ella”.

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