Opinión

Nueva York: mucho frío, mucha nieve, mucho sol y mucha ropa

En Nueva York el clima es todo un cambio de vestuario y de ánimo. Se debe estar chequeando el canal del tiempo, sino quieres pasar frío extremo.

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Texto: Ángel Arráez | Fotografía: AP

Los estadounidenses y yo le damos la bienvenida a la primavera, porque se supone primero que es el fin del duro invierno. Más que duro es molesto, porque uno debe forrarse con un montón de ropas para salir a comprar pan o ir a trabajar. Llevas tantos trapos encima que si te dan ganas ir al baño, cuando logras desprenderte del ropero se te olvidó a qué fuiste al baño.

Lo segundo es cómo va estar el tiempo; es decir, en ocasiones consultas con el canal del clima y te enteras que lloverá, luego caerá aguanieves (precipitación consistente en nieve parcialmente fundida y mezclada con agua), después nevará y finalmente bajará la temperatura por debajo de cero grados centígrados. Con esta información no sabes si quedarte en casa y que te descuenten el día, o te llenas de valor y te arropas lo más que puedes y sales a la calle a la carrera. También, que de pronto puede soplar un viento que te puede tumbar.

Volvemos a la primavera, que es muy caprichosa. De pronto el sol sale radiante y entonces dices “me pongo ropa ligera”, pero cuando estás en la calle te percatas que el sol es de mentiras y no calienta nada. Debes regresar a buscar «la carne salada» para combatir el frío. Lo curioso es que tres o dos horas después la temperatura sube y te quitas la chaqueta y para sorpresa en la tarde llueve, ya no sabes qué hacer. Lo mejor es andar arropado hasta que llegue el sofocante calor del verano que también es extremista, es como andar por las calles del Zulia o del Oriente.

Los primeros días de enero, cuando el frío era bien fuerte, estuve pensando a quién se le ocurrió fundar una ciudad en la isla de Manhattan y menos si los fundadores llegaron en invierno. Comparto más la idea de que Rodrigo de Triana desde unas de las calaberas pudo ver a unas indias dándose un chapuzón en las costas de Macuto y decidieron hacer un alto en el camino, pero no creo que ocurrió lo mismo en las costas de Manhattan.

Cuando escribo estas líneas disfruto de un tibio sol de primavera, pero a lo mejor llueve y se acabó la dicha. Así es clima en la Gran Manzana.

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