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Obama está en La Habana para histórica visita

El presidente Barack Obama llegó el domingo a La Habana, en el mayor gesto diplomático de un líder estadounidense que busca dejar atrás un pasado de enemistad de más de cinco décadas e iniciar una nueva etapa entre Estados Unidos y Cuba.

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FOTOGRAFÍA: MICHAEL REYNOLDS

Obama arribó al aeropuerto internacional José Martí de La Habana 15 meses después de anunciar el deshielo en las relaciones entre su país y Cuba, y se convirtió en el primer presidente en pisar tierra cubana desde 1928, cuando Calvin Coolidge visitó la isla.

El mandatario llegó acompañado de su familia, funcionarios, legisladores y empresarios para una vista de dos días y medio, en la que se encontrará con el presidente cubano Raúl Castro y empresarios, aunque también tiene previsto reunirse con un grupo de disidentes e incluso asistir a un partido de béisbol.

Sus primeras palabras a los cubanos las envío a través de las redes sociales y recurrió una expresión común en la isla. «¿Que bolá Cuba?», señaló en español a través de su cuenta de Twitter y luego en inglés puso que había aterrizado y esperaba reunirse y oír directamente a la gente.

Poco después, en un encuentro con personal de la embajada y sus familias, les dijo que «es maravilloso estar aquí».

En una tarde lluviosa en La Habana, Obama, su esposa Michelle y sus hijas Malia y Sasha fueron recibidos al pie del avión por el canciller Bruno Rodríguez y otros funcionarios cubanos que participaron en las negociaciones que llevaron al deshielo de las relaciones en diciembre de 2015.

El presidente Castro no estuvo presente cuando Obama arribó a la isla.

En el encuentro con el personal de la embajada en un hotel de la capital cubana, Obama dijo que su visita era una «histórica oportunidad para relacionarse con la gente de Cuba».

Luego, el mandatario y su familia acudieron a La Habana Vieja, el antiguo casco fundado por españoles en 1519, donde se desarrolla uno de los proyectos más exitosos de restauración de la isla con aportes de cooperación internacional y que cuenta con restaurantes, hoteles y comercios.

Bajo una pertinaz lluvia de la que intentaban protegerse con paraguas, el mandatario camino por la Plaza de Armas, acompañado de Eusebio Leal, historiador de la ciudad, quien le explicaba lo que veía, según se alcanzaba a ver en imágenes de televisión que mostraban su recorrido.

Obama acudió también a la catedral para encontrarse con el cardenal Jaime Ortega, quien ayudó a facilitar la comunicación entre el Vaticano, las autoridades cubanas y estadounidenses para avanzar hacia el deshielo.

Algunos cubanos siguieron por la televisión cubana la transmisión en vivo de la llegada.

«Él quería venir de corazón a Cuba, de verdad», dijo Odilia Collazo, de 79 años, quien no perdió las imágenes históricas desde su televisor instalado junto a una imagen del Che Guevara.

«Que Dios quiera que esto sea para bien para todos los cubanos. Me parece que Obama quiere hacer una obra buena antes de irse», dijo la mujer desde su casa en el barrio del Vedado.

«Ahora lo malo sería que el presidente que llegue después (de Obama a la Casa Blanca) echara para atrás todo lo bueno que este hizo», añadió.

Obama estará en un país donde la gente ve la visita con una mezcla de esperanza y cautela el presente y futuro a poco más de un año que se acordó normalizar las relaciones bilaterales.

Horas antes, disidentes del grupo de las Damas de Blanco realizaron como cada domingo una protesta contra el gobierno, mientras autoridades llamaron a Estados Unidos a ampliar las medidas para relajar el embargo y permitir, por ejemplo, a empresas estatales cubanas entrar al mercado nacional estadounidense.

El viaje atrapó la atención de los cubanos comunes, muchos de quienes nunca pensaron atestiguar algo así, aunque conforme avanzaba el día las calles lucían vacías.

«Esto es una cosa increíble», dijo Carlos Maza, un especialista en refrigeración de 48 años, que espera que la normalización se traduzca en la apertura de sectores como la agricultura y que se permita la importación de equipos de reparación.

«Van a haber sus cambios, pero es lento», consideró este hombre que también espera hacia adelante poder visitar Estados Unidos.

Roberto Albar, un jubilado de 68 años, ve el deshielo de las relaciones como algo que conviene a ambos pueblos. «Nosotros prácticamente somos vecinos» y el sistema político de Cuba «no quiere decir que seamos enemigos», dijo, aunque fue más cauteloso con los cambios.

«Yo no he visto nada. Yo vivo ahí y eso se está cayendo», dijo mientras apuntaba hacia el edificio con la fachada derruida donde vive. «Los pobres seguimos siendo pobres».

El mandatario tiene previsto encontrarse el martes con un grupo de disidentes. Berta Soler, líder del grupo de las Damas de Blanco, dijo que había recibido la invitación y que pensaba acudir.

«Yo le diría: ‘señor presidente, cuando se hace negocios ambas partes ponen condiciones y cuando se hacen negocios con un gobierno totalitario hay que poner condiciones»’, comentó.

Durante el último año, las marchas de las Damas de Blanco junto con otras organizaciones han sido interceptadas por grupos pro-gubernamentales y posteriormente dispersas por policías, uniformadas o de civil, pero sin armas. Y este domingo no fue la excepción.

Cuba y Estados Unidos sorprendieron al mundo relanzando sus relaciones diplomáticas en diciembre de 2014 de camino a la normalización total de sus nexos. En julio de 2015 abrieron sus embajadas.

Obama reconoció que la política de sanciones aplicada contra Cuba no dio los resultados esperados de un cambio en el modelo político y busca con el deshielo fomentar lo que llamó un empoderamiento del pueblo en la isla.

Pero Castro advirtió que su gobierno no está dispuesto a realizar reformas políticas.

A lo largo de un año y medio, Obama aprobó cuatro paquetes de medidas para aliviar las sanciones en temas como los permisos para que ciudadanos estadounidenses puedan viajar a Cuba o el uso del dólar por parte de la isla en las transacciones bancarias internacionales; pero hasta ahora no ha logrado convencer al Congreso que debe derogar las leyes del embargo.

El ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, dijo el domingo en rueda de prensa que las medidas tomadas hasta ahora por el gobierno estadounidense como parte de la búsqueda de normalización de relaciones «han mantenido un cerco discriminatorio hacia empresas del sector público», cuando son el corazón de la economía cubana.

Malmierca reconoció la importancia de algunos cambios como el levantamiento de la prohibición para el uso de dólares en transacciones, pero dijo que «la efectividad de las medidas debemos comprobarlas en la práctica».

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