Economía

"La dolarización es como el Titanic: Di Caprio se muere igualito"

El socialismo del siglo XXI mutó o quedó para la historia, pero en el camino redujo la economía nacional al equivalente de una isla pequeña con un curioso sistema donde mandan el dólar y el consumo de lujo y la infraestructura productiva se exporta como chatarra. Omar Zambrano, economista jefe de la consultora Anova, nos ayuda a entender un poco el momento, el "esto es lo que hay" nuestro de cada día

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Daniel Hernández
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Que si es burbuja o no es burbuja es ya mero asunto de perspectivas. Lo cierto es que esto es lo que hay: una economía que ha dado un giro tremendo desde una escasez aplastante hasta este momento de abundancia y dolarización en medio de la inflación más alta del planeta.

Raro, ¿no? ¿El socialismo del siglo XXI se transformó en esto? ¿La revolución se rindió ante el billete con la cara de Benjamin Franklin? Cómo se explica lo que está pasando, esta “bodegonzuela” donde 20 dólares no son nada y febril la mirada se pasea errante entre anaqueles repletos de productos importados, entre restaurantes de lujo y cafés concebidos para el selfie, al mismo tiempo que te quedas sin luz y sin agua dos días sí y tres también y algunos se desgañitan acusando a este y a aquel de “enchufaos” y otros pocos parecen disfrutar como nunca de que la diatriba política parece contenida entre los límites de Twitter.

Omar Zambrano, economista y fundador de la firma consultora Anova Policy Research, puede que tenga algunas respuestas. O no. En todo caso, le aflojamos la corbata al oficio para intentar aproximarnos a las claves de la nueva economía venezolana.

-Maduro dijo que la economía creció 7,6% en el tercer trimestre del año pasado y que hubo un aumento del consumo en los hogares de 4,9%, de 8,7% en el consumo del Gobierno, que las inversiones crecieron 3,1%, las exportaciones 4,9% y según el Banco Central ya salimos de la hiperinflación. ¿Venezuela se arregló o hay cosas que no nos están diciendo ni explicando bien?

-Primero, creo que sí hay evidencia y nadie puede negar que después de 7 años de caída la economía venezolana está dando ciertos signos de recuperación, uno ve como unos brotes verdes por ahí. Pero eso hay que ponerlo en contexto. En economía hay una frase medio “graciosa” que dice que “hasta un gato muerto cuando cae rebota”. Cuando una economía ha caído tanto, tanto como lo que cayó la de Venezuela en estos 7 años, lograr una recuperación era algo relativamente fácil y no significa mucho porque todavía estamos muy lejos de lo que llegamos a ser en cuanto al tamaño de la economía. Venezuela se transformó en algo así como una pequeña isla del Caribe, en dos sentidos: uno, en que se ha perdido control territorial de gran parte del país, y dos, porque la economía es casi del tamaño de Dominicana. O incluso un poco más pequeña.

Por otro lado, está el problema de que las cifras no las hemos visto. No hay transparencia. Yo no he visto, por ejemplo, las cifras de cuentas nacionales del Banco Central, no las han publicado. No se sabe nada. Pero estoy dispuesto a aceptar el cuento porque no me parece tampoco una épica demasiado grande: lograr que una economía como la venezolana crezca un poquito, no es difícil.

Con respecto a la hiperinflación, también me puedo creer la cifra, pero tampoco significa demasiado. La inflación del año pasado en Venezuela cerró entre 600 y 700%. Sigue siendo -por mucho- la inflación más grande del mundo. Y aunque formalmente, según el criterio más usado, hayamos salido de la hiperinflación, hay otro criterio que dice, por ejemplo, que una economía que tenga 500% de inflación anual sigue siendo hiperinflacionaria. Así que en eso estamos: estamos mal, pero vamos un poquito mejor

-Es decir, no es como para celebrar ni hacer fiesta…

-Tampoco es como para picarles un quesillo, nada de eso.

-¿Por qué hay tantos dólares circulando en Venezuela si aquí no tenemos esa maquinita ni se exporta gran cosa? ¿Se debe a las remesas que ciertas profesoras envían desde el exilio, al lavado o hay una explicación más honrosa?

-Puede ser la profesora que está mandando más remesas… Creo que lo que hay es la sensación de que están circulando muchos dólares y sí es verdad que están circulando bastantes dólares, pero para lo que es el tamaño de la economía venezolana hoy.

No sabemos muy bien de dónde salen. De las remesas, ciertamente, sale una parte. En Anova, la consultora que dirijo, estamos haciendo unas estimaciones en este momento y sabemos que más o menos entre 20 y 25% de los hogares venezolanos están recibiendo una cantidad en remesas que representa una proporción importante de sus ingresos totales. Y lo otro es que el Banco Central está inyectando plata en la economía. Con esto de que quieren mantener el tipo de cambio casi fijo la última cifra que escuché es que el BCV había inyectado el equivalente a más o menos 1.500 millones de dólares el año pasado. Esta es una economía de 50 mil millones de dólares al año y que le inyecten 1.500 es un flujo considerable.

-¿Y de dónde saca el BCV 1.500 millones de dólares?

-Una cosa que está pasando es que el gobierno ha logrado evadir las sanciones y está exportando más petróleo. De ahí es que salen los dólares que está inyectando el Banco Central, supongo yo, porque la verdad es que no hay mucha transparencia. Dicen que lograron llegar a 1 millón de barriles diarios de producción y que van a llegar al millón y medio este año, si lo logran van a estar al mismo nivel que tenían antes de que empezaran las sanciones. Con la ayuda de sus amigos internacionales evaden las sanciones y así entra más plata. Por el otro lado, está todo lo que no se sabe de la economía “negra”, la ilegal que incluye el oro del arco minero, narcotráfico, contrabando de chatarra, contrabando de madera. Nadie sabe cuánto es, pero eso seguramente está trayendo dólares al país. Y también hay que considerar a toda la gente que hizo plata y la está trayendo. Están montando negocios, hay un flujo de capitales retornados.

-Tu campo no es la psicología social, pero… ¿cómo definirías esta relación un poco loca de los venezolanos con el dólar, esa aproximación tan fresca, tan 100 dólares no son nada y todo cuesta de entrada 20 dólares?

-Es una locura. Es un tema del momento que vive la economía venezolana. Creo que la mentalidad que está operando es algo así como lo que uno escucha que son las economías en las minas de oro, donde los bienes y servicios son súper caros porque los que pueden comprar tienen acceso a un recurso valioso. Pasa un poco lo mismo: quienes tienen dólares pareciera que están operando en un sistema donde los precios no importan porque a quienes tienen alta capacidad de consumo lo que les importa es tener el producto aquí, a mano. Y algunos ni siquiera lo pueden consumir afuera porque no pueden salir del país.

Más allá de eso, creo que opera el hecho de que esta era una economía en la que no había nada, que era un peladero, y de repente empiezan a surgir bienes y servicios y la gente pierde la noción de los precios de las cosas y no hay una relación con lo que cuestan esas cosas en el resto del mundo. Es algo medio loco. No sé exactamente por qué esta economía no está operando hacia la racionalización de los precios, que deberían caer un poco si hay más competencia, más actividad. Hay que considerar también que Venezuela es un lugar difícil para invertir e imagino que quienes invierten quieren recuperar su inversión rápido. Nadie tiene confianza en el largo plazo y cualquiera que invierte unos dólares aquí trata de sacar lo más que pueda y lo antes posible.

-Pero todos montan el mismo tipo de negocios, ya están compitiendo entre ellos y deben mejorar los precios, ¿no?

-Sí, uno ve que hay cosas que han bajado de precio. Venezuela se está fracturando como economía en el sentido de que son dos Venezuela distintas y la brecha entre las dos se está agrandando. Está esa economía con capacidad de consumo porque tiene capacidad de insertarse y de generar dólares, y la otra que no. Ya no le llamo burbuja porque creo que es algo más, pero el tipo de actividad que se está generando, que es de comercio y servicios, de comercialización de bienes terminados, importados, una cosa casi del puerto a su mesa, no deja nada en el camino. Son actividades improductivas en ese sentido. No es que sean ilegales, sino que simplemente es actividad comercial que genera algo de empleo de poca calidad: entras a un bodegón y ves a 18 chamos ahí ganando 20 dólares semanales. Entonces, generan algo de empleo de mala calidad, pero no generan tracción productiva. Y mientras, tienes a la agroindustria parada, a la industria, a la manufactura, parada, al sector petrolero postrado… Este tipo de reactivación es una vaina que no tiene tracción. Y eso tampoco es que genera consumo porque el consumo lo generan los salarios, que la gente empiece a ganar más plata, que tenga mejores salarios. La cosa sigue siendo muy elitesca. Todo el mundo está apuntando a ese segmento. El que hace una inversión, el que monta un restaurante, lo hace para ese segmento, el que monta una tienda, para ese segmento… Me imagino que eso se va a saturar en algún momento. Lo que no hay es una estructura orientada a la masa, a la mayor cantidad posible de gente. Eso todavía no lo veo.

-¿Y cómo se define la relación del gobierno ejemplar del socialismo del siglo XXI con el dólar? ¿Los revolucionarios se tuvieron que hacer los pendejos con la imposición del dólar?

-Esa es una de las cosas más curiosas que está sucediendo: el madurismo como fase superior del chavismo mutó en más de un sentido y abandonó toda pretensión de economía socialista. Y uno lo ve incluso en la gente que está al frente de la economía. Este gobierno y el círculo más cercano a Maduro, están escuchando los consejos del ex ministro de Finanzas ecuatoriano Patricio Rivera y de sus asesores, que son todos buenos economistas de profesión. Rafael Correa era un tipo que se alineaba con el chavismo pero que en la práctica era otra cosa, era muy pragmático, no aplicaba controles, no expropiaba, se reunía con el capital internacional, entonces por ahí van los tiros en este gobierno. El socialismo del siglo XXI quedó para los libros de historia. Estos tipos lo que están haciendo es algo mixto y que es mucho más promercado de lo que uno piensa.

-Y es algo que también les resuelve a ellos: ya generaron una nueva clase empresarial, una nueva élite y esa gente no se va a dejar arrebatar lo que conquistaron con el cuento del socialismo…

-Exactamente. Esta es una economía que siempre responde a los mismos impulsos, independientemente de quién esté en el poder. Esta es una economía que cuando le aprietas el botón del consumo –y el consumo de productos importados en particular- brinca, es como un perro que se sabe un solo truco. Y estos tipos han logrado una cosa que es de la misma naturaleza de Cadivi, sin controles de precios y sin una agencia que reparta los dólares están haciendo una ingeniería que ha permitido un mini boom del consumo importado. A ese reflejo las élites nuevas y las viejas responden igualito. Y eso además tiene implicaciones políticas porque meten presión interna, hay élites que se acomodan, gente que dice que la vaina ya no está tan mal, no importa de qué forma es el gato si caza ratones, que lo que quieren es vivir bien sencillamente porque están haciendo platica.

Entendieron eso muy bien y crearon esta especie de Cadivi sin controles porque lo que tienen es un tipo de cambio fijo que se está apreciando muchísimo. Esto que estamos observando de que el tipo de cambio sea fijo, abarata mucho las importaciones. Todo el sector comercial, todo el que tenga plan de importar aquí está gozando porque le están poniendo las cosas baratas. Y eso es lo mismo que produjo Cadivi, que produjo la OTAC de Caldera y Recadi: una apreciación del tipo de cambio que genera artificialmente un boom del consumo. Y un boom de consumo en una economía pobrísima, porque esta no es la misma Venezuela de hace 20 años, es como un Cadivi paupérrimo, una vaina que poquitos están aprovechando pero lo están gozando. En el caso de Cadivi más gente lo aprovechó, era eso que llama Guillermo Tell Aveledo “la misión Cadivi”, que era como apaciguar a la clase media a fuerza de capacidad de consumo.

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(Fotos: Daniel Hernández)

-Esa dolarización de facto y este mecanismo del que hablas, ¿nos salva o nos hunde más en términos económicos y sociales?

-Esto es como el Titanic: la dolarización es como un bote salvavidas, pero en el que no caben todos. Es decir, se van a salvar algunos, pero los pasajeros de tercera clase se irán al fondo porque no les van a abrir las puertas. Di Caprio se muere igualito.

-Pero esa es la historia de la humanidad…

-Claro, siempre se salvan los que pueden. Esta dolarización lo que ha logrado es estabilizar a una parte de la economía venezolana y creo que eso es positivo, ha generado la recuperación de ciertos circuitos económicos, gente que se está insertando, que puede trabajar y ofrecer sus servicios en dólares. El problema con eso es que tiene un límite. Es un tema de tamaño. Venezuela llegó a tener un PIB de 380 mil millones de dólares, hoy creo que no llega a 50 mil millones de dólares. La economía se redujo hasta un nivel impensable y no hay cama para tanta gente. Hay gente que no va a poder insertarse porque no tiene nada qué ofrecerle a esa economía dolarizada. La gente extremadamente pobre no tiene nada qué ofrecer a ese mercado de trabajo, los viejitos tampoco, ni los niños. Esa es la Venezuela que va a seguir migrando, que seguirá agarrando la trocha para Cúcuta, la que seguirá yéndose al Arco Minero a enfermarse de paludismo con tal de sacar unas pepitas de oro, esa es la Venezuela que sigue en emergencia humanitaria.

-En esto sí estamos como Cuba: el que no tiene acceso a dólares está realmente jodido…

-Exactamente. Eso lo ves ahí, lo ves en Cuba, lo ves en Haití y lo ves en otras economías que son extremadamente desiguales. Y cuando la desigualdad es extrema es así: dos polos opuestos sin nada en el medio. En las economías normales hay un ecosistema en el medio, pero aquí eso no lo ves. Ves el bodegón, el casino, las tiendas de lujo y las camionetas por un lado, y del otro ves gente que no tiene ni siquiera cómo rasguñar algo de ahí. Ese es el drama de esta economía, que se está volviendo como Cuba o como Haití.

-En el análisis de la situación del país se ha puesto de moda utilizar la figura de la “burbuja”, como si acaso lo que vemos y vivimos en las principales ciudades no es real, es una ilusión. ¿Visto así, es correcto utilizar esa imagen? La verdad es que esto es lo que es, esta es la realidad.

-Estoy completamente de acuerdo: esto ya no es una burbuja, esto es lo que hay, es la nueva economía venezolana, ese es el tamaño de la nueva economía venezolana. Y ya lo otro se está tirando a pérdida. Lo ves en algunas cifras, por ejemplo, la principal exportación del año pasado fue la chatarra. Es decir, están desguazando el capital físico acumulado durante décadas, que está inactivo. Cuando dices que están exportando chatarra eso son galpones, tractores, maquinaria, taladros petroleros, tuberías de gas, cables, básicamente desmontando esa parte de Venezuela que no se ha reactivado y que no se va a reactivar y la están vendiendo. Eso es un síntoma también de la economía venezolana. Esto es lo que hay.

-Toda inversión acá parece estar en estado de sospecha: abre un local y salen algunos a decir “eso es de un enchufao”. Y sí, la mayoría de las veces tienen razón. Pero este es el ecosistema en el que vivimos: fortunas recientes o recientemente multiplicadas que ya no salen del todo sino que se invierten dentro del país. ¿Tiene sentido vivir en esa especie de cacería de enchufados? ¿Es realmente posible montar un negocio mediano o grande en este país sin estar enchufado en algún nivel?

-Creo que eso son los residuos de una supremacía moral que corresponde incluso con un escenario político que no existe, con una polarización que en realidad ha amainado. En efecto, eso no tiene ningún sentido. Yo evito muchísimo eso aunque uno tenga sospechas de que hay fortunas por ahí mal habidas. Parte de lo que uno está observando es esta tesis simplista de que esos son los enchufados que no pueden sacar su plata para afuera y entonces la invierten aquí. Me parece que eso no tiene sentido porque desde los enchufados hasta el último corrupto con algo de seso quieren sacar su plata si creen que va a correr el riesgo de perderla. Y hay vías para hacerlo. Es mentira que un enchufado no pueda sacar su plata del país, siempre hay formas de hacerlo, aunque a lo mejor le cueste un poco más.

-Invierten aquí porque es negocio para ellos…

-Porque es negocio y además encuentran que hay demanda. La racionalidad económica ahí está operando perfectamente: hay demanda, no había nada, ni servicios de lujo para atender a quienes están igual que ellos y se deciden a invertir porque tienen un grado de confianza suficiente en que van a recuperar esa inversión. Ahora, también creo que hay un reacomodo de la gente que quiere invertir, aquí hay una mezcla de nuevas y viejas fortunas. Aquí ves incluso la opinión de los grandes gremios empresariales y todos están montados en la bicicleta. Eso es natural y me parece hasta bien. Y además es la historia de este país, es la historia de una élite que se monta sobre la anterior: al principio hay resquemores contra los recién vestidos y después se terminan casando entre ellos. Y es la historia del país desde la Independencia, porque eso pasó después de la Independencia con los que llegaron de la guerra, estos bichos que pelearon con el catire Páez y ahora se creen los grandes señores. Así fue. Y fue después cuando llegaron los andinos y cuando llegaron los adecos. Esa es nuestra historia. Y en el aspecto social ya lo ves: en la generación de mi hija, por ejemplo, que es una adolescente, ahí ya no hay diferencias de ningún tipo, se mezclan los hijos de los hijos. Generacionalmente ese un prurito que se va a ir acabando, es inevitable.

-No tengo ningún dato estadístico ni científico, pero da la impresión de que quienes viven en esa cacería de enchufaos son principalmente a) gente hiperinformada y b) mayores de 40 años, por decir una edad. De ahí para abajo ya hay al menos una o dos generaciones para las cuales esta es la sociedad que les tocó y no van pendientes de eso.

-Totalmente. Eso se está borrando. Pero también hay un discurso, que es la otra fractura de la sociedad, que es la situación de los de afuera versus los de adentro. Esa sospecha también la alimenta la gente que salió, un poco para reivindicar su propia decisión de irse: ahí lo que quedó fue un peladero de malandros. Y, ojo, hay muchísimas fortunas altamente sospechosas, pero me refiero a la actitud general de andar por ahí cazando enchufaos –como dices- me parece que socialmente no tiene ningún sentido. Esto está mutando. Esto arrancó por otro lado y todo el que puede se está montando en esa bicicleta.

-¿Este momento de alto consumo, de dolarización, de nuevas élites, está terminando por motorizar una transición hacia otra realidad con menos conflicto político?

-Creo que sí. Lo que estamos observando –y se lo escuché decir a alguien de un gremio empresarial- es que sí, que la transición ocurrió, solo que ocurrió sin cambio político. Y definitivamente esta Venezuela de hoy no tiene nada que ver con el país de hace cuatro años, es completamente distinta, aunque seguimos con el mismo grupo político en el poder. Y creo que además es un poder que no está siendo contestado o que no tiene ninguna amenaza real en el futuro cercano. Vamos hacia un futuro de estabilidad pero sin cambio político. Lo que sí hay que apuntar es cuál es esta realidad: esta realidad es esta economía de mercado súper distorsionada, donde hay ciertas actividades económicas que se han recuperado y otras no, y que también es una economía donde sigue habiendo pocas libertades políticas, donde todavía sigue habiendo cuestionamientos sobre los derechos humanos, donde hay presos políticos, gente exiliada, y hay gente que dirá “me gusta, lo compro” y gente que dirá “no me gusta, no lo compro”. Yo quisiera una economía de mercado con una democracia plena, pero eso no lo tenemos. La estabilidad de la situación no implica que el equilibrio sea del todo bueno.

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