Opinión

Opinión | El otro Rafael Dudamel

¿Qué ha pasado con Rafael Dudamel? Su momento al frente de la vinotinto todavía es materia de análisis. Lo mismo que su gestión en el campeonato brasileño. Este momento de pausa debería servirle para la reflexión sobre algunos ajustes que necesita para volver a las canchas

Dudamel
AFP / Archivo
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Fue el 29 de diciembre de 2015. Por aquellos días, escribí para El Estímulo un texto titulado «En las manos de Dudamel». En ella exponía las credenciales que tenía Rafael Dudamel para optar al cargo de seleccionador nacional absoluto, en un momento en el que dirigía el combinado Sub 20 y la mayor daba tumbos en la eliminatoria mundialista.

Rescato las virtudes que exponía en aquel escrito acerca de quien fuera en algún momento compañero de trabajo y amigo de este servidor en una televisora deportiva: su verbo, su elocuencia, su forma de interpretar el fútbol y darlo a entender, la admiración que le tengo por sus logros como futbolista, el reconocimiento que tiene como ex jugador y técnico en el continente, el buen grupo de trabajo del que se rodeó, haber clasificado a Venezuela a un Mundial Sub 17, su exigente disciplina, su capacidad de liderazgo.

Todas esas son virtudes de Dudamel. Las mismas que lo llevaron al cargo de seleccionador absoluto en 2016. Y su andar comenzó en la Copa América Centenaria, en Estados Unidos, donde se atravesó Argentina en el camino para apear a Venezuela de un torneo que venía cumpliendo de buena manera. Sus números comenzaban a crecer.

Era común por aquellos días conversar con él sobre las decisiones que adoptaba. Debatíamos ideas y pareceres. Alguna recomendación me atrevía a darle, no sobre lo que hacía en la cancha, sino en algunos aspectos en los que yo consideraba era necesario darle una mano, como el trato con la prensa y la comunicación de ciertos asuntos.

Siempre le dije que antes de que sus decisiones crearan suspicacia, era bueno que aclarara en rueda de prensa el por qué las tomaba. No era una obligación que lo hiciera, pero se me ocurría que así aclaraba las dudas y no dejaba abierto el espacio para que todos los representantes de los medios de comunicación especuláramos.

Llegó el subcampeonato del mundo Sub 20. Con el permiso del cuarto lugar en la Copa América de 2011, ese segundo puesto obtenido en Corea fue celebrado como un título por los venezolanos, con una generación de futbolistas extraordinaria. Fue el momento cumbre de Dudamel. El exitoso andar al frente del sistema de selecciones nacionales, en las que tenía voz para organizar sus estructuras, le daba crédito para seguir confiando en sus capacidades y aptitudes de guiar a la mayor al objetivo obsesivo: ir a un Mundial de fútbol.

A Rusia no se pudo ir pero el tramo final de esa eliminatoria invitaba al optimismo. Vino aquel largo parón y luego con la reactivación de amistosos comenzó el sube y baja de resultados.

Dudamel ensayaba distintos esquemas, insistiendo en su idea. Algunas presentaciones eran buenas y otras no. Una montaña rusa de sensaciones que no permitían encontrar un panorama claro con respecto a cómo íbamos a competir por los puntos, hasta la Copa América de Brasil, donde con un fútbol hermético y amoldable de acuerdo al rival Venezuela dio batalla.

Venezuela tenía el sello de Dudamel, a algunos les podía gustar y a otros no, pero el estilo era ese.

Eran tiempos de muy buenas relaciones entre él y la FVF, sobre todo con su vicepresidente, Jesús Berardinelli. Había una buena llave empleador-empleado, fundamental en el fútbol para conseguir los objetivos.

Quién sabe qué ocurrió que esa buena relación se rompió (en una reciente entrevista brindada al periodista Jesús López explicó que fue después del amistoso contra Argentina en Madrid y el bochorno de las camisetas) y ya era evidente que había una bomba de tiempo que acabaría con la cabeza del seleccionador, tarde o temprano.

Y así fue. Si bien Dudamel renunció a su cargo, no fue porque él lo quiso. Era la decisión que debía tomar en un ambiente deteriorado con el vicepresidente Berardinelli. Nada iba a funcionar.

A ello se sumó la renuncia de Josef Martinez, quien le acusó a él de maltrato profesional. Sin embargo, los amistosos de Caracas, antes de su salida, demostraron que el grupo fuerte de los seleccionados estaba con él. Varias fueron las muestras de apoyo de los denominados “caballos” para con el técnico.

Lo descrito es cuento sabido. Lo cierto es que en ese tiempo Dudamel nunca perdió los créditos que tenía para guiar a Venezuela al Mundial. Al contrario, fue sumando logros como el ya mencionado subcampeonato mundial Sub 20. Pero sí hubo un deterioro en su relación con los medios, los mismos que fueron por él llamados a sumarse al camino mundialista.

Lo que no sabíamos es que aquel llamado era el ultimátum de “estás conmigo sí o sí”. En mi caso, las críticas, siempre constructivas y con argumentos, se ajustaron a lo que deportivamente ofrecía el equipo en el campo.

El desplante en el amistoso en EEUU a los medios fue la demostración de que no había conexión entre Dudamel y la prensa, algo que ya venía desde la Copa América de Brasil donde dobló las rodillas al ir a un programa de TV de una cadena internacional a revelar cómo jugaba su equipo en plena competencia, dejando a los medios locales como la guayabera. Para unos sí, para otros no.

La trayectoria de Dudamel es ya extensa. Suficiente tiempo de trabajo al borde del terreno como para ir madurando y asumiendo errores. Su carrera tiene más años por delante en los banquillos que menos. Será necesario que para extender el éxito pueda asumir que los puntos de vista son heterogéneos y que el verdadero líder no es aquel que cuenta solo con leales sino aquel que sabe asesorarse y aprovechar las críticas para mejorar.

Aquel episodio en el que acusó a la prensa de filtrar información le dejó muy mal parado. Si bien me parece desmedido y hasta irrespetuoso para la figura de un técnico de la talla de Dudamel, no debe ser casual el bombardeo que desde Atlético Mineiro hacen a su trabajo después del despido. Hay cosas que debe corregir y ojalá se dé cuenta de ello.

Creo que las credenciales de Dudamel están intactas. Que haya llegado a dirigir a un campeón de Libertadores y en un torneo tan complejo como el Brasileirão demuestra que sus capacidades son indiscutibles. Espero que este tiempo de pausa pueda servirle para revisar los aspectos que le han costado cortar el camino de éxito que puede lograr. El trato al jugador en el que se desbordan sus estrictos métodos disciplinarios y su relación con los medios, son dos asuntos que tiene que revisar en lo inmediato porque en la cancha, él sabe cómo defenderse.

El futuro y el éxito siguen estando en sus manos. En las manos de Dudamel.

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