Salud

Opinión | En esta esquina, el seguro. En la otra, la clínica

Esa pelea a puños es consecuencia de las pésimas políticas económicas del régimen madurista, aunado a una falta de empatía total por parte tanto de la clínica como del seguro. Y no quiero decir con esto que piense que se deban regalar los servicios. No. Creo en la libre empresa

Clínica/Hospital
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El lunes 3 de febrero llegué a mi casa alrededor del mediodía y comencé a estornudar con frecuencia. En esta época del año es usual que me suceda eso, porque el capín melao del Ávila me produce alergia. Como no se me pasaba, me tomé una pastilla de antialérgico, que me espació los estornudos, pero no me los quitó. A la mañana siguiente amanecí completamente congestionada, ojos llorosos, oídos tapados, nariz aguada.

La noche del martes empecé a toser. Tenía 3 años sin que me diera gripe, de manera que estaba decidida a vencerla, pero los tés ad hoc que venden en las farmacias no me sirvieron. El miércoles pasé el día en cama, con malestar general y tos ocasional. El jueves los síntomas arreciaron, la noche fue una pesadilla, con una tos seca, de ésas que les dan a los bebés y que llaman crup (o croupe). Tenía fiebre, escalofríos, tos, mucha tos y dificultad para respirar. El viernes en la mañana era obvio que tenía que ir al médico.

Llamé a mi corredor de seguros quien me dijo que me recomendaba ir a la Clínica Santiago de León y entrar por APS (Atención Primaria de Salud). Eso hice. En APS no había neumonólogo y tampoco internista. Me dijeron –tanto el corredor como los de la clínica- que debía entrar por emergencia. Y allí comenzó el parto. El ingreso me lo hizo una joven enfermera, que colocó en un renglón “tos” como toda explicación para mis síntomas. Pasamos a Admisión, llené no sé cuántas planillas y me senté a esperar. Cuando me llamaron, como media hora más tarde, me dijeron que el seguro había negado el pago. “Tos no es una emergencia”, habían sentenciado. “Eso depende de cómo sea la tos”, le comenté a mi marido.

La misma joven que tramitó mi admisión me sugirió que la doctora de la emergencia podía dar un diagnóstico menos vago de mis síntomas. Volví a la Emergencia. La doctora me examinó y a la auscultación escuchó crepitantes. Tenía también goteo post nasal. “Hay que descartar bronquitis”, me dijo. “Tienes que hacerte una radiografía de tórax, una TAC (Tomografía Axial Computarizada) de senos paranasales, te voy a nebulizar (sí, necesitaba urgente una nebulización), voy a pedir un perfil de sangre y que te hidraten.

Elaboró un informe que me entregó para llevar de vuelta a Admisión. Allí nos dijeron que tomaría alrededor de media hora elaborar el nuevo informe. Nos vinimos a la casa a almorzar y regresamos unos cuarenta minutos después. “Negado nuevamente el seguro”, fue la noticia con la que nos recibieron en Admisión. “¿Cómo que ‘negado el seguro’, por qué?”. “Porque en Seguros Altamira dicen que usted no tiene una emergencia. Para ese momento yo sentía que el aire llegaba como a la mitad de mis pulmones. ¡Qué sensación terrible la de no poder respirar! ¿Cómo no iba a ser una emergencia?…

Llamé al corredor de seguros, quien me aclaró que “el problema era la TAC de senos paranasales”; que si la quitaban del presupuesto, lo más seguro era que aprobaran mi caso. Volví al consultorio de la Emergencia, donde la muy amable doctora me explicó, con mucha responsabilidad, que la TAC era la forma que ella tenía de evitar que una bronquitis se convirtiera en neumonía. Volvimos a Admisión. Pedimos ver mis documentos de ingreso. El presupuesto era algo loquísimo: los exámenes que había ordenado la doctora sumaban todos alrededor de 7 millones. ¡Pero el presupuesto era de 42 millones de bolívares! ¡35 millones en “otros tratamientos u otros exámenes” y “otros medicamentos”!

Preguntamos – por supuesto- la razón de una diferencia tan grande. “La cuenta no va a ser tanto”, nos comentó la empleada de la clínica. “Eso se pone es para cubrir cualquier eventualidad”.

El corredor a todas éstas estaba llamando a todos sus contactos en Seguros Altamira. Pero nada. Y yo cada vez más ahogada. Desahogué mi desesperación y mi rabia en el Twitter. Como respuestas, historias muy parecidas a la mía: un empleado del seguro –que no me ha visto, mucho menos examinado- decidió que no poder respirar NO ERA una emergencia. Recibí cientos de respuestas en las que me contaban de experiencias similares a la mía. En esos momentos es cuando uno se da cuenta de lo cierto del dicho “mal de muchos, consuelo de tontos”.

El corredor me pidió que esperara “media hora más”. Media hora puede sentirse como una eternidad si uno no puede respirar. Entonces le pedí a la empleada de Admisión que me nebulizaran, que yo pagaba mi nebulización. “Lo siento”, me respondió: “si usted no paga EL PRESUPUESTO COMPLETO, no la vamos a nebulizar”. ¿Cómo pretendían obligarme a pagar un presupuesto de 42 millones de bolívares en partidas desconocidas “otros” –un dinero que no tenía en cuenta, de paso- si lo que necesitaba con urgencia era una nebulización para poder respirar? ¡La impotencia que se siente es mucha! Y ver a mi alrededor otros pacientes con angustias similares a las mías, me puso peor.

En el medio de la desesperación decidí irme. En la clínica ya era obvio que no me nebulizarían, y llevaba como 6 horas esperando el “sí” de Seguros Altamira. Nos fuimos directo a Locatel a buscar un nebulizador. Iba a ser más económico que PAGAR EL PRESUPUESTO COMPLETO de la Clínica Santiago de León. Cuando íbamos camino a Locatel, me llamó el corredor a decirme que ahora cuando sí iban a aceptar el ingreso, yo me había ido. Esa historia de que “ahora sí van a aprobar” la había escuchado, sin éxito, tres veces ese día.

Seguí mi camino. En Locatel no había nebulizadores disponibles, pero ese ángel que es Isaac Lasry me prestó una bombona y pude respirar. Fue la primera noche que dormí varias horas seguidas sin que un acceso de tos terrible me despertara. Al día siguiente, el sábado, fui al Centro Médico de Caracas para que me viera mi amiga Isabel Carlota Silva, médico infectólogo, quien me prescribió, además de las nebulizaciones, un antibiótico.

Escribo esta historia con este nivel de detalle porque sé que muchas personas han pasado por una situación similar a la mía (y muchas otras por otras muchísimo peor) y no tienen el privilegio que tengo yo de tener una columna de opinión para decir las cosas, denunciar las irregularidades y tratar de buscar una solución.

Por eso siempre estoy solícita a retuitear cualquier petición de remedios que me hagan y si está en mis manos, hacer lo posible por conseguirlos. ¿Hasta cuándo va a ser la regla el que no tengamos derecho a la salud?

En mi mente retornaba constantemente el pensamiento de cómo estarían las emergencias de los hospitales públicos, si yo, que tengo seguro y estando en una clínica privada, no fui atendida porque quedé atrapada en el medio de un ring de boxeo, donde el seguro quiere noquear a la clínica, la clínica quiere noquear al seguro y quien resultó noqueada fui yo.

Esa pelea a puños es consecuencia de las pésimas políticas económicas del régimen madurista, aunado a una falta de empatía total por parte tanto de la clínica como del seguro. Y no quiero decir con esto que piense que se deban regalar los servicios. No. Creo en la libre empresa, creo que una clínica privada debe ganar dinero y una compañía de seguros también, pero nunca que para ganar tengan que caerse a golpes, porque ninguno confía en el otro.

También creo que una persona que es usuaria de una póliza de SEGUROS, su mismo nombre lo dice, debe tener la SEGURIDAD de que va a ser atendida. Nadie en un escritorio lejano puede decidir qué constituye una emergencia, y qué no. La deshumanización de esos personajes es descomunal. Y no los culpo, si se dejaran afectar por las miserias que tienen alrededor, tal vez caerían en una depresión profunda. Pero ésa es también una de las políticas de sojuzgamiento del régimen chavomadurista.

Que en la nueva Venezuela que está por nacer, la prioridad sea tener seguros de primera, clínicas de primera, atención de primera, para acabar con esa interminable cadena de injusticias en el tema de salud pública, que tanto nos afecta.

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