Venezuela

Opinión | No hay quinto malo

La convocatoria a la segunda reunión entre los representantes de Juan Guaidó y el régimen tirano ha desatado una ola de pasiones, desencuentros, estallidos en las redes sociales y en la opinión pública nacional e internacional. Este maremagnum no es casualidad, pues viene precedido de cuatro experiencias anteriores que dieron como saldo victorias para el proyecto totalitario, y en desbandadas para la oposición y desencantos para la población, esperanzada en salidas definitivas a la crisis terminal de un país martirizado a lo largo del siglo XXI.

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Texto: Froilán Barrios / Fotografía: EFE (referencial)

Estas convocatorias iniciadas en 2002-2003 con la Mesa de Negociación y Acuerdos auspiciada por el Centro Carter; luego las realizadas en 2014, conocida como Conferencia Nacional por la Paz; la de 2016 denominada Mesa de Diálogo mediada por el Vaticano y la última de 2017 bajo la intermediación del presidente de República Dominicana, Danilo Medina, y la asesoría del expresidente español José Rodríguez Zapatero, fueron signadas por la estrategia gubernamental de ganar tiempo, no ceder ni un palmo a las exigencias democráticas de la oposición, mantener la persecución y la prisión como política de castigo y de generación de miedo a la protesta, maquillada ésta con la liberación de algunos presos políticos, y finalmente filtrar infidencias con la oposición para desprestigiarla ante la población ávida del desenlace democrático. Este escenario fallido determinó que todas las iniciativas terminaran en rotundos fracasos y oportunidades perdidas, expresadas en el impasse que mantiene a la nación en vilo tras 20 años de aventuras y desventuras propiciadas desde el régimen opresor.

Este ha sido el modus operandi de una camarilla criminal que persiste en mantenerse en el poder, que rumiaba en enero de este año tener todo controlado y que hoy, a tan solo cuatro meses, sabiéndose descalificada por la mayoría de la comunidad internacional y aborrecida por la población venezolana, recurre a su terreno predilecto para alargar su agonía. Lo cual no descalifica a la negociación como escenario para combatir a la dictadura madurista. Es más, se debe abordar sin pánico alguno, sentarse con el enemigo político no es cederle terreno, es aprovechar la vitrina internacional para demostrar aún más al mundo entero el horror que estremece a la nación. Lo que fracasó en las experiencias de diálogo en Venezuela citadas anteriormente no fueron las técnicas de negociación, sino la piratería y la capitulación de una dirección opositora convertida en organizadora de derrotas, para aclararle a aquellos opinadores que se hacen harakiris clamando por la llegada inmediata del Comando Sur a costas venezolanas o de acciones tipo Bin Laden imaginarias solo en Hollywood.

No se puede ir a Noruega como víctima, con actitud de permanente perdedor o de perdonavidas. El que está contra las cuerdas es el régimen criminal. La delegación opositora debe ser agresiva a partir del mantra propuesto desde enero, con una visión dinámica, no estática, que le permita acorralar al adversario, demostrando que quienes promueven la guerra civil, la crisis humanitaria y bloquean la democracia son los usurpadores inquilinos de Miraflores. El desenlace está centrado en que no puede haber elecciones con este cómplice CNE, con Maduro en el poder, Padrino como jefe de las FANB, con la jauría del PSUV agrupada en la ANC y sin la libertad de todos los presos políticos.

Por el contrario, si la delegación opositora va con una actitud entreguista y colaboracionista de la que hicieron gala en las nefastas mesas de diálogo citadas, pasarán a ser parte del cementerio de líderes opositores, quienes a lo largo de los 20 años de gestión totalitaria han pretendido representarnos y han terminado en el basurero de la historia. Para marcar la diferencia deben dejar a un lado las mañas del secretismo, cambio de discurso con operaciones inconsultas ante las fuerzas políticas y sociales que durante 2019 han participado en el labrado de los caminos del nuevo país democrático que necesitamos reconstruir, ya que lo logrado hasta ahora no es obra sólo de la valiente decisión del presidente interino y de los partidos políticos que lo acompañan; también de la decisiva posición del pueblo de desalojar la dictadura.

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