Opinión

Ajá, pero ¿y cómo los vas a sacar del poder?

Que si ganas cómo cobras, que si el régimen esto o aquello, que si no me engañes más porque ya no creo en políticos. ¿Y qué hacemos? ¿Cuál es la respuesta al cómo?

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Elecciones y Estados Unidos
Daniel Hernández / Archivo

Claro que están ahí, en el caldo hirviendo de la antipolítica que humea en las redes sociales y también más acá, en la vida real: esas personas que dicen que están hartos de todos los políticos, que son ladrones, que son vendidos, que tienen pactos con el gobierno, que ya no hay nada que hacer salvo –quizás- quedarse en el sofá tuiteando y suspirando por aquella loca idea de un ejército salvador… 

María Corina Machado declara que si resulta ganadora en la primaria de la oposición ella sí está dispuesta a hacer lo que hay que hacer para dar la pelea en la presidencial y ganar y cobrar porque su objetivo es desalojar a Maduro de Miraflores. Es lo que debe decir alguien que está en campaña, por supuesto. Pero en una situación como la nuestra es lógico que uno lea o escuche eso y se pregunte: ajá, ¿y cómo?

De los apasionados o virulentos mensajes que le han estado dejando en redes a Machado en estos días, llama mucho la atención la formulación rabiosa de esa misma pregunta, la acusación, casi la burla en el “cómo lo vas a hacer si…”; la demanda imperativa del “dime cómo, ah, dime”, entendible por supuesto –salvo por la agresividad innecesaria- en vista de que todos sabemos que en la estructura mental de quienes ocupan el poder nunca ha estado contemplada la posibilidad de soltarlo.

¿Quién tiene una respuesta para esa pregunta, para el cómo? En este momento, nadie.

Más mal que bien, se ha probado ya por algunas vías que resultaron inútiles y nos dejaron defraudados, atemorizados, intimidados y a unos cuantos pocos manteniendo la llama viva de que hay una cantidad de muertos, heridos y presos políticos producto de la represión oficial con los cuales la justicia sigue en deuda. 

Es cierto que no hay una respuesta concreta, un plan que te puedan mostrar –como quieres- en un hilo de Twitter o en un Reel. Ninguno de los aspirantes con verdadero chance de ganar la primaria tiene esa receta. Tú tampoco. Pero si acaso hay una, lo único que uno debe tener claro es que nos incluye. Y no es precisamente tuiteando pendejadas. 

Cuando se dice que la primaria debería –ojo en el condicional: debería– ser un vehículo para juntar fuerzas y no solo para tener a un candidato, de lo que se está hablando es de movilización. ¿No te gusta lo que han hecho los políticos de la oposición pero tampoco estás de acuerdo con el estado en el que se encuentra el país? ¿Te conformas o te activas? 

Los que preguntan por el “cómo”, con ese tono pendenciero de sabelotodo que en realidad nada sabe, quizás asumen que es el otro el que debe hacer algo, el que debe lograrlo, el que debe tener la fórmula. Sea Machado o Capriles o Solórzano o quién sea: “dime cómo los vas a sacar, dime”. Agarra aire y suelta la aplicación, porque –en principio- la cosa es en primera persona del plural. Eso es algo que nos cuesta asimilar: no vendrá un otro a cambiar la situación.  

Organizar, hacer y ganar la primaria es apenas un paso. Lo más difícil toca después (o al mismo tiempo, más bien): estructurar una nueva y más efectiva unidad en torno a la figura ganadora, presionar al CNE, resistir chantajes, ataques y campañas desde donde ya sabemos; dejar la estupidez de estar pensando en cuotas de poder donde no hay poder alguno; crear una maquinaria suficiente para participar y supervisar la elección y concebir alguna estrategia que vaya más allá de mirar hacia la baranda del CNE, etcétera, etcétera… Para todo eso se necesita juntar fuerzas. ¿Cuáles fuerzas? Todas las posibles: y eso te incluye. O te irá incluyendo. Y aún así, no hay éxito garantizado. Tan jodidos estamos… 

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