Salud

Pacientes se complican o mueren por falta de médicos e insumos en Humocaro, estado Lara

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FOTOGRAFÍA: JESÚS YAJURE

Diagonal al cuarto de consultas, Emely Cuevas sostiene a su hijo de 9 años en las piernas, mientras es nebulizado tras sufrir un ataque de asma. “Yo tuve que traer todo, hasta las soluciones”, dijo.

Douglas Guédez (33) llegó al Ambulatorio tipo II de Humocaro Bajo, en el estado Lara, la noche del domingo 10 de julio de 2016, con una herida de bala en el pecho.

“La herida era grave,  a lo mejor y moría así lo hubiésemos atendido, pero no pudimos hacer nada. Ni revisarlo, ni siquiera ponerle un algodón para limpiar la sangre”, recuerda la enfermera Mariángela Amaya. Esa noche no había médicos, y ni hablar de insumos, para poder atender a Guédez, quien falleció a los pocos minutos de ingresar al centro de salud rural.

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“Hace seis meses también murió un niño que tenía una fiebre muy alta. Vino y no encontraron médico. Lo llevaron a El Tocuyo, pero se complicó en el camino porque no lo atendieron rápido”, cuenta Cecilia Peraza, una de las pacientes que espera pasar a consulta en el ambulatorio, por unos moretones que le aparecieron repentinamente en los brazos.  

De acuerdo al “Modelo de Atención Integral”, publicado por el Ministerio de Salud, los ambulatorios tipo I, II y III pasan a llamarse Consultorios Populares y solo tienen capacidad para atender en zonas rurales cuya población esté comprendida entre 1.000 y 2.500 habitantes. Sin embargo, en Humocaro Bajo hay más de 20.000 y en Humocaro Alto, más de 10.000.

Las cifras las da Carlos Hernández, médico interno del Hospital Antonio María Pineda, que realiza sus pasantías rurales en el ambulatorio, luego de que los vecinos cerraran la vía principal tras pasar siete años sin atención especializada.

“Somos tres los que fuimos asignados a esta zona hace poco y nos turnamos por guardias. Pero, en realidad deberíamos estar cuatro o cinco diariamente para reforzarlas”, dice al tiempo que admite que no están en condiciones de atender partos y emergencias sin los insumos necesarios.

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“Los médicos están dejando el país. No quieren trabajar aquí por la inseguridad, los salarios, la falta de medicinas. Yo diría que en ambulatorios rurales, aquí en Lara, el déficit de médicos es de más del 50%”, advierte Hernández detrás de un escritorio a medio oxidar, desde donde también cuenta que cuando aplicaban racionamientos eléctricos, tenían que realizar suturas alumbrados por linternas.

Diagonal al cuarto de consultas, Emely Cuevas sostiene a su hijo de 9 años en las piernas, mientras es nebulizado tras sufrir un ataque de asma. “Yo tuve que traer todo, hasta las soluciones. Y mire, no es solo esto lo que está abandonado. Todo el pueblo: las calles, la carretera, todo. ¿La alcaldía? bien, gracias”.

Una sola mujer se encarga de la limpieza “con agua” porque no hay cloro o desinfectante. Acaba de llegar un hombre que se cortó el dedo mientras trabajaba la tierra y la sangre quedó regada en el piso de la sala de espera. Las manchas desaparecen al pasarle un coleto húmedo, pero el olor a hierro se queda.

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La camarera muestra la lavandería, donde no funciona la lavadora, y deben asear a mano. En lo que una vez fue el comedor, la cocina no prende y las paredes manchadas y marcos de puertas oxidadas hablan por sí solas del abandono de las instalaciones. La única ambulancia está estacionada desde hace un par de años por falta de repuestos.

En el área de maternidad, situada en el segundo piso, los pasillos sirven de almacén de trastos viejos y los cables de electricidad se exhiben por no tener bombillo o interruptor para cubrirlos. Una incubadora inservible está al lado de la silla obstétrica donde ponen a parir a las mujeres sin anestesia y “que Dios las proteja, a ellas y a los bebés”, dice la camarera.

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Casi dos años sin médicos 

Unos 15 minutos después de carretera de tierra y curvas, se llega a Humocaro Alto. El ambulatorio, también de tipo II, lleva construido más de 30 años y es mucho más pequeño que el del vecino pueblito dejado atrás. Desde abril del año 2015 no tienen ni un profesional de la salud para atender a los pacientes, y las cuatro enfermeras que se dividen por turnos, deben tener suerte para conseguir a los médicos del Centro de Diagnóstico Integral (CDI), que queda a 20 cuadras de allí.

“En la Dirección de Salud nos dicen que no tienen recursos para enviar personal hasta aquí. Ya perdimos la esperanza. Los pocos insumos que tenemos han llegado es por donaciones de la misma población, al igual que las remodelaciones que hemos tenido que hacer. Se recoge plata y con lo que alcance, se arregla”, detalla Adelaida Canelón, una de las enfermeras y excoordinadora del ambulatorio.

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Heridos por mordedura de serpiente y alacrán, asmáticos, diabéticos, hipertensos y embarazadas, son los pacientes más recurrentes en ese centro de salud rural al que diariamente llegan un poco más de diez personas. Las emergencias son remitidas al ambulatorio de Humocaro Bajo, El Tocuyo o hasta Barquisimeto (a dos horas de allí), tiempo crucial para salvar a cualquier herido grave.

El área de maternidad tiene un aire acondicionado en la pared “de adorno”, como dice la mujer de la limpieza, pues tiene meses sin funcionar. La incubadora sirve gracias al mantenimiento que le da una de las enfermeras que tuvo que aprender en Barquisimeto.

“Nosotros tratamos de especializarnos en obstetricia y todo lo que tiene que ver con eso, para poder atender los partos. Las mujeres del pueblo esperan que le den los dolores y vienen ya casi pariendo, no toman precauciones. Una vez nos pasó que el bebé venía de pie y la tuvimos que trasladar a El Tocuyo, en carro particular, asistiéndola como podíamos. El bebé se salvó de milagro”, relata Adelaida.

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Al lado de la enfermera, hay una pizarra en la que se lee: “Favor pedir al familiar del paciente aceite para la ambulancia, Atte. Jefe de Transporte”, sin embargo, ya no es por aceite que continúa parada. Los cuatro cauchos deben ser cambiados y no se tiene el dinero para comprarlos.

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