Opinión

Partir es morir un poco

Partir es morir un poco. Y ver a otros partir es morir un poco también. Ver a venezolanos dispersos por el mundo buscando a otros venezolanos para compartir la nostalgia y la alegría que nos caracterizan, es morir un poco más. Con cada venezolano que se va, un pedazo de patria se nos muere.

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Un video de un grupo de venezolanos cantando el “Alma Llanera” en la plaza de algún lugar donde hacía mucho frío, me quebró. Sí, estallé en lágrimas y no podía parar de llorar. ¡Cuánto dolor siento cuando veo a tantos compatriotas viviendo fuera! Venezuela era un país donde la gente venía… no de donde la gente se iba.

Pensé en la destrucción sistemática de nuestro país que ha llevado a cabo el chavismo. La infraestructura, las instituciones, la industria, el comercio. Todo lo que sostiene a una República, está diezmado. Y lo peor, lo peor, es la destrucción moral y afectiva que hemos sufrido todos.

Muchos estamos aquí, aguantando hasta que el cuerpo resista, extrañando a quienes se nos fueron. Todos los venezolanos tenemos a un ser querido fuera. A pesar que el Internet es una herramienta magnífica para estar comunicados, nada sustituye un abrazo. ¡Y a nosotros nos encanta abrazarnos!

¿Acaso hay derecho a que un nieto crezca lejos de sus abuelos, o que unos abuelos estén lejos de sus nietos? Tener abuelos es uno de los mejores regalos de la vida. ¿Acaso hay derecho que haya hermanos que lleven años sin verse? ¿acaso hay derecho a que existan parejas que se han separado porque uno se fue a buscar oportunidades en otra parte, porque en Venezuela no hay? Hijos aquí, hijos allá.

¿Acaso hay derecho a que poco a poco se vaya perdiendo la identidad? Porque los niños que crecen en otro país, cantarán otro himno y tendrán otra bandera. Tendrán amigos, ciertamente, ¡pero es que no hay amigos como los venezolanos!

Un amigo mío fue hace años a un seminario sobre la globalización. En una de las conferencias sobre las nuevas relaciones que imponía este fenómeno de la era moderna, una de las cosas que dijeron fue que algo como “los amigos de la infancia” ya no existía. La globalización rompía grupos familiares y grupos de amistades. Mi amigo se le acercó al conferencista al final y le dijo “me gustaría que conociera a mi esposa y a su grupo. Llevan cincuenta años de amistad y todavía son amigas”.

Pero eso fue hace ya unos años. Ya algunas amigas se han ido, víctimas de la diáspora obligada. De mis cuatro mejores amigas, tengo tres fuera. Todavía, quienes quedamos aquí, nos negamos a no vernos. Siempre estamos comunicadas. Estoy segura de que, de no haber sido por el desastre chavista, ninguna se hubiera ido. Eso de la migración forzada por la globalización no iba con nosotros los venezolanos.

Nosotros éramos de reunirnos en familia. No era necesaria una fecha en especial, como sucede en otras partes. ¿Cuántos no añoran los almuerzos los domingos en casa de los abuelos? Somos un país de mesas vacías, de sillas vacías, de cuartos vacíos, de casas vacías, de corazones vacíos.

Ese video del que hablé al principio me estrujó tanto. Ver a esos compatriotas resistiendo el olvido, aferrándose a sus raíces, entonando nuestro segundo himno nacional para no sentirse tan lejos, para no sentirse tan solos, para no sentirse tan ajenos, fue como una puñalada en mi corazón. Hay tantos venezolanos que quieren regresar y que tienen que quedarse donde están, porque se fueron de aquí para sobrevivir y para poder vivir. Una de las peores cosas que puede pasarle a un ser humano es estar en un sitio en contra de su voluntad. ¡Y morirse lejos! No poder cerrar ciclos, no poder despedirse, no poder pedir perdón en persona. ¡No, no, no! Nos robaron el país y encima, quieren seguirnos cobrando.

El poeta francés Edmond D´Haracourt escribió un precioso y triste poema que dice:

Partir es morir un poco

Es morir a lo que se ama

Se deja algo de uno mismo

A toda hora y en todas partes

Sí, partir es morir un poco. Y ver a otros partir es morir un poco también. Ver a venezolanos dispersos por el mundo buscando a otros venezolanos para compartir la nostalgia y la alegría que nos caracterizan, es morir un poco más. Con cada venezolano que se va, un pedazo de patria se nos muere.

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