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Iris convirtió su casa en una escuelita para los niños de Petare

La iniciativa surgió frente a la pandemia y debido a la falta de Internet en la zona que no permite a los niños y jóvenes la educación a distancia: dos vecinos se las ingeniaron para -respetando las medidas de prevención- intentar resolver el problema

Petare
Daniel Hernández
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En la pieza donde vivía su hija que se fue a Chile, Iris Pellicer decidió hacer una escuelita para una comunidad en Petare. De lunes a jueves, de 8 de la mañana a 2 de la tarde, 12 chamos entre 7 y 15 años tocan su puerta. Están listos para retomar los contenidos que estaban recibiendo en el colegio cuando la pandemia interrumpió las clases y la cuarentena llegó a sus vidas. El proyecto es auspiciado por la Iglesia Hacedores de la Verdad, una institución a la que Iris asiste con regularidad.

Lenguaje y matemáticas son las asignaturas que más repasan. Miguel, quien tiene 15, no pudo pasar a cuarto año porque no tenía acceso a los contenidos que enviaban los profesores del liceo donde estudia. Ezequiel sí pasó a segundo año y Gelyanyerli a sexto grado. Son vecinos de Iris, viven en la zona 9 del barrio José Félix Ribas. Ante la suspensión de clases presenciales y el acceso limitado a Internet, varios representantes no dudaron en mandar a sus hijos a la escuelita en la casa de su vecina.

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(Fotos: Daniel Hernández)

“A los niños se les hace un repaso cuando llegan y allí evaluamos el nivel que tienen y cuáles son las deficiencias que tenemos que atacar”, comenta Iris.

Ella y el pastor de la comunidad, Tito Matheus, decidieron emprender la iniciativa para preparar a los muchachos antes de que se reintegren al colegio. Un momento que todavía es incierto por la radicalización de la cuarentena y el incremento de los casos de covid-19. El gobierno de Nicolás Maduro, a través del ministro de Educación, Aristóbulo Isturiz, informó que el año escolar 2020-2021 iniciaría en el hogar, con modalidad a distancia.

¿Y cómo se hace sin conexión?

La educación venezolana es una de las áreas más golpeadas por la crisis que atraviesa el país desde hace más de un lustro. Una crisis que no sólo se expresa en los bajos salarios profesorales o en la falta de mantenimiento de las instalaciones escolares, sino también en la modificación de los pénsums de estudios a través de la «Colección Bicentenario». Libros que, según expertos, son herramientas de adoctrinamiento político e ideologización partidista porque vinculan a Hugo Chávez con Simón Bolívar y la memoria histórica.

La llegada de la cuarentena agravó la situación en un país con la conexión a Internet más lenta del continente, y donde la crisis económica y la dolarización no oficial impiden la adquisición de equipos de tecnología avanzada. Las plataformas tampoco mejoran el panorama.

A principios de 2020, el Speedtest Global Index, que mide la rapidez de las conexiones en todo el planeta, ubicó a Venezuela en el penúltimo lugar después de 174 países y el último de Latinoamérica. Las organizaciones de la sociedad civil no-gubernamentales, como el Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS) y el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP), ofrecen cifras similares según sus mediciones. Cantv, por otro lado, no enseña las suyas.

De acuerdo a un informe presentado a la Unesco por la Fundación Yo Estoy Aquí, en abril 2020, el 85% de los venezolanos no tiene acceso a Internet para hacer actividades escolares. El otro 15% se encuentra distribuido entre aquellos que sí tienen y los que cuentan con interrupciones constantes en la conexión.

Los apagones también son un obstáculo para la educación a distancia, sobre todo en el interior del país: el blackout de marzo 2019 dejó severas secuelas que todavía se padecen en varios estados, especialmente los que están más alejados de Caracas y de la región capital.

Resolver, como siempre

Frente a esta realidad, Iris sentía preocupación y no quería quedarse de manos cruzadas. En una de sus visitas a la iglesia conversó su inquietud con el pastor del sector y decidieron emprender el proyecto. El primer piso de su casa estaba desalojado y ella decidió cederlo.

Una cartelera, un escritorio, una mesa y varias sillas sirvieron para las primeras clases que arrancaron a finales del mes de mayo: “Empezamos con 2 niños y hoy ya tenemos 12, de diferentes niveles. Al principio les dimos clases en la academia de la iglesia, pero era muy pequeña, entonces, como tenía esto desocupado me pareció ideal traérmelos para acá y aquí estamos”.

Petare

En Petare no hay servicio de Internet fijo y las señales telefónicas fallan con frecuencia. Muchos no cuentan con computadoras o smartphones y no pueden recibir información de los colegios. El plan “Cada familia, una escuela”, decretado por el gobierno de Maduro, tampoco cumple su cometido: DirecTV se fue y muchas familias dejaron de encender los televisores. Hartos de la política y de las cadenas nacionales, decidieron dedicarse a otras actividades. Después de la escuela, los niños cargan agua o juegan papagayos en las platabandas.

Tito Matheus es uno de los profesores. Oriundo de Valera, estado Trujillo, se vino a Caracas buscando un mejor porvenir y terminó conociendo a Nery, con quien formó una familia en Petare. Desde los 18 años imparte suplencias en varios colegios, a pesar de no poseer un título universitario.

“Atender a los jóvenes no es fácil, pero creo contar con las herramientas y un equipo que lo hace llevadero. Los representantes han sido consecuentes y han visto el rendimiento de los muchachos. Ellos mismos han podido darse cuenta de que aquí están aprendiendo”, señala Matheus. Advierte que también están aquellos que todavía tienen reservas de inscribir a sus hijos.

El pago de 1 dólar semanal por cada niño es la colaboración que pide la escuelita. Con ese dinero administran su mantenimiento. Sin embargo, no es obligatorio, pues también reciben a niños cuyos padres no pueden pagar y ayudan de otra manera.

Iris asegura que lo importante es mantenerlos entretenidos, haciendo tareas para evitar que tomen el camino de la delincuencia.

Con cuidado

Ante el incremento de casos de coronavirus en el país, el distanciamiento social es un deber ciudadano. Iris y Tito lo saben, por eso confiesan que, a pesar de la aglomeración que conlleva una clase presencial, son reiterativos en el uso del tapabocas y en el hábito de lavarse las manos cada cierto tiempo.

“La escuelita cuenta con un fregadero y un baño con agua, con el que los niños mantienen la higiene. Durante 15 minutos de receso juegan y nosotros estamos pendientes de su cuidado”, dice Iris. Declara que les aconsejan a los padres que no envíen a los niños si presentan los síntomas.

“Los tenemos divididos en varios turnos porque están prohibidas las aglomeraciones. Trabajamos de lunes a jueves, porque los viernes resolvemos los asuntos administrativos. A veces algunos niños traen su silla”. Pero las clases no son monótonas. Se encuentran programando actividades que trascienden la educación académica y estimulan la formación ciudadana y comunitaria a partir de valores. Por eso los principios del cristianismo, según Iris, se acoplan con la misión principal de la escuela: “La receptividad ha sido buena, le damos ciertos conocimientos sobre la iglesia, valores, oraciones, principios, para que crezcan como debe ser”.

El proyecto no termina allí. Tienen planes de instalar un despacho de asesoría legal para los vecinos, desde donde pretenden ayudar con trámites o cualquier inquietud que tengan.

Por ahora, cuentan con el beneplácito de los miembros del consejo comunal de la localidad, así lo manifestó el pastor Matheus: “Las representantes de las comunas nos felicitaron. Comentaron que ellos iban a servir de voceros para enviar niños porque hay mucha deficiencia a nivel escolar. La idea es unirnos entre la comunidad, sobre todo en estos tiempos de cuarentena y confinamiento”. También buscan apoyo de otras organizaciones, aunque preferiblemente no-gubernamentales.

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