Opinión

Elecciones en Colombia: el silencio que decidirá al ganador

Aunque todas las encuestas dan como ganador de la primera vuelta a Gustavo Petro, hay una cantidad de colombianos indecisos que deben escoger entre dos opciones radicalmente diferentes. Las similitudes con lo sucedido en 1998, en Venezuela, son abrumadoras. Aquí explicamos por qué

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El recuerdo llegó como una pedrada a la cabeza. Faltaba poco para las elecciones de 1998 y el entonces guionista Ibsen Martínez escribió una columna en el diario El Nacional en la que hablaba de una «mayoría silenciosa», que podía definir a las elecciones en contra de Hugo Chávez. Se refería el escritor a aquellas personas que no formaban parte de las encuestas o que preferían no hablar de sus gustos políticos.

Conocidos los resultados, Martínez publicó otro artículo, echando mano de su buen humor y pluma, reconociendo que la mayoría silenciosa existía, pero hacia otro lado. Los números lo aclararon rápidamente: cuando se había escrutado el 76,49% de los votos, en un electorado de 11 millones de personas, Chávez sumaba 2.888.732 sufragios (56,36%), Henrique Salas, 2.028.638 votos (39,58%) e Irene Sáez, 160.773, (3,14%).

Está claro el apoyo de los más pobres a esta aventura que prometía no ser socialista. «Llamo a mis compatriotas a no tener miedo. No voy a instalar una dictadura tipo cubano o comunista en Venezuela. Eso está muy lejos de la verdad. Los hechos demostrarán que todo eso es mentira», diría el militar tras ser electo. Pero la cantidad de votos de una clase media que estaba cansada del bipartidismo fue fundamental para que se impusiera en todas las regiones del país. Todo esto lo he recordado a pocos días de las elecciones colombianas.

Como hijo de padres colombianos, conozco la historia y las tendencias políticas del país. Actualmente vivo y trabajo en Medellín, el bastión del uribismo que parece languidecer ante el avance de la política identitaria, el reconocimiento de la orfandad de los líderes sociales y el desgaste de la «seguridad democrática» como bandera de un proyecto que Iván Duque ya no podía exprimir.

No soy un experto en análisis político. Sin embargo, como comunicador, sí puedo hablar de sensaciones. Uno pulsa la calle. En mi caso, por tener una familia muy amplia (19 tíos, abuelo centenario con tataranietos), es mucho más fácil conversar con quienes tienen más y los que tienen menos: dueños de apartamentos, casas y los que viven alquilados. Amas de casa, odontólogas, profesores, zapateros, carpinteros, electricistas y dispensadores de gasolina. Si hay algo que se necesite arreglar, en la familia siempre hay respuestas.

Por supuesto, hay otro termómetro. Los taxistas y administradores de las llamadas «tiendas» (estancos o abastos, que igual sirven licor en una mesa y te venden un litro de leche para la casa) que tienden a soltar la lengua más rápido. Sin embargo, por primera vez si noto una gran reserva ante la interrogante «¿por quién vas a votar». ¿Las razones? Probablemente las mismas que llevaron a callar a muchos venezolanos cuando Martínez escribió la primera columna sobre «la mayoría silenciosa».

En este sentido y subrayando que no hay nada de científico en mis apreciaciones,  he notado que hay una gran cantidad de personas decididas a votar «por cualquiera» que no sea Petro. Quienes se identifican con el exguerrillero (mayoría en todo el país) tienden a ser más reservados. Existe un tercer grupo que prefiere no hablar de sus gustos políticos y, sospecho, terminará decidiendo las elecciones en la segunda vuelta (19 de junio), pues dudo que alguno de los candidatos se imponga con los votos necesarios el 29 de mayo.

La reserva en Medellín de los petristas (solo pierde en la región cafetera según las encuestas) es parecida a cierta reserva del chavismo antes de ser poder. Además de la asociación inmediata con lo que sucedió con Hugo Chávez, al seguidor de Petro se le atribuyen más cualidades negativas que positivas. La menos ofensiva es la de «resentido». Por eso es natural que evite las discusiones abiertas aunque nadie le va a convencer de cambiar de opción.

Con Federico Gutiérrez sucede otro tanto. La campaña que señala a «Fico», como llaman al exalcalde de Medellín, como «otro Duque», ha funcionado. Es lógico. En un país con dificultades tras la pandemia, con la pobreza (39%) y el desempleo (12,7%) en constante aumento, hay consenso (73%) en cuanto a que el país va por «mal camino». En este contexto, el rechazo a la gestión actual de gobierno es del 65%. Nadie quiere, por lo tanto, ser acusado de apoyar al continuismo.

Todos los países tienen sus motes que alimentan narrativas. Para Colombia, el de ser un «profundamente racista». Esta frase, para describir al país en que nacieron, se la he escuchado también a periodistas de Estados Unidos, México, Brasil, Argentina y Ecuador. Sin embargo, el lugar común de la «oligarquía rancia», que tanto repitió Chávez, es aceptado en las elites intelectuales. Un reciente suceso sirvió para reflotar el prejuicio.

Una cantante local, llamada Marbelle, militante de la derecha, escribió en su cuenta de Twitter que los representantes del Pacto Histórico, Petro y Francia Márquez, son similares al «Cacas y King Kong». Cuestionada sobre este punto, Márquez respondió con elegancia: «A Marbelle le mando un abrazo, de ese abrazo ancestral que me enseñó mi abuela para que se sane, porque el racismo no solamente nos daña a nosotros, daña a quienes lo expresan porque se cohíben de la oportunidad de expresar amor y construir en medio de la diferencia».

Más aparatosa se le vio cuando tuvo que explicar por qué recibía ayudas del gobierno de Duque, un subsidio llamado «Ingreso Solidario«, creado para beneficiar a los hogares más pobres del país en medio de la pandemia. Según la revista Semana, Márquez recibió 25 giros, es decir, cuatro millones de pesos (un poco más de mil dólares al cambio actual).

«Lo merezco como cualquier colombiano, porque no he sido una mujer rica y nunca lo he dicho. He sido una mujer empobrecida, que sola ha sacado mis hijos adelante como muchas mujeres cabeza de familia. He trabajado en las minas para sacar a mis hijos adelante, hoy estoy aquí como candidata”, dijo Márquez en entrevista con la emisora Blu Radio.

El fondo del asunto es mucho más complejo. El subsidio, cuando fue anunciado por Duque, fue muy criticado por el partido que hoy representa Márquez. La anécdota sirve para graficar las contradicciones que cada colombiano debe resolver a medida que se acerca la hora de cambiar de presidente. Solo entonces sabremos hacia que lado de la balanza se movió la «mayoría silenciosa».

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