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"Pieces of a Woman": la muerte, la maternidad y la redención incompleta

La muerte de un hijo es una tragedia inclasicable, que incluso el cine y la televisión muestra con renuencia. La película "Pieces of a Woman", de Kornél Mundruczó y producida por Martin Scorsese, es una mirada desgarradora, realista y por momentos incómoda al sufrimiento que provoca un duelo semejante

Pieces of a Woman
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El luto es un proceso de desintegración de la identidad. Una pérdida mayor, puede suponer una situación emocional tan devastadora como para pulverizar partes de la personalidad e incluso, cambiar el estilo de vida y el comportamiento de quien lo sufre de manera radical. Tal vez por eso, el título “Pieces of a Woman” de la película de Kornél Mundruczó, sea la mejor manera de describir su dinámica.

El film es un recorrido por la ruptura de la realidad debido al impacto del sufrimiento y también, la caída en medio del desastre de algo más elaborado y duro de entender. Porque más allá de un guion construido para narrar a través de los silencios el dolor inexpresable, la película es un tránsito hacia lo inconfesable de una situación inaudita, en mitad de lo cotidiano.

“Pieces of a Woman” apuesta por un aire naturista que resulta abrumador cuando alcanza un punto álgido de pura angustia. Y lo hace muy pronto: antes de que aparezcan los primeros créditos la narración ya avanzó media hora en el relato y mostró lo más duro de su metraje. La decisión no es una excentricidad narrativa ni un experimento para romper la estructura tradicional de tres actos de cualquier guion. En realidad, se trata de una introducción casi violenta a un tipo de intimidad tan angustiosa y directa que por momentos resulta por completo incómoda. La cámara del director muestra paso a paso y de manera cruda, la forma como el, en apariencia normal proceso de un parto en casa en compañía de una doula, se convierte en una tragedia desgarradora. 

Esos treinta minutos agónicos en los que Martha (una inmensa Vanessa Kirby) lucha por traer al mundo a su hija, son el preludio de una situación cada vez más dura e inmanejable. Y cuando aparecen los créditos el espectador tiene la sensación que una tormenta argumental le devastó, para ahora dejarle a merced de una historia despiadada y conmovedora.

Se trata de una decisión arriesgada, porque el segundo tramo de la película es un análisis en ocasiones introspectivo sobre la tragedia de la muerte de un bebé recién nacido. Un impacto capaz de destruir a la pareja protagonista y sacudir a todos los que, de alguna u otra forma, están unidos a ambos.

La propuesta de Mundruczó basa su efectividad en una crudeza frontal, que utiliza la cámara como un testigo que no juzga ni elabora opiniones visuales o narrativas sobre lo que muestra. En lugar de eso, el director utiliza los cambios estacionales, los colores de la puesta en escena y los silencios para apuntar la forma como el duelo se hace cada vez más profundo y venenoso. 

Lo simbólico lo es todo en “Piece of a Woman”. El dolor vivo, físico y agresivo de Sean (Shia LeBeouf) padre y esposo, se muestra a través de colores vivos, gestos y gritos. El actor refleja lo que ocurre en su interior en una colección de gestos y guiños que, a pesar de parecer en ocasiones caricaturescos, son el vívido retrato de los rigores de lo que vive y le lleva esfuerzos expresar. En contraposición, la forma pasiva como Martha se recluye en su mente se envuelve en una paleta descolorida. La película es un mensaje visual sobre la pertinencia del dolor como discurso. 

La muerte neonatal -un tema del que se habla poco y se analiza menos- no tiene una forma sencilla de contarse en pantalla y Mundruczó no lo intenta. Hay una influencia directa de Martin Scorsese -productor de la película- en la manera como el guion sigue a sus personajes, los observa con una atención durísima, los sacude y los aplasta. Por último, deja en evidencia que ninguno de ellos podrá recuperarse -no pronto, quizás nunca- de un tipo de sufrimiento que desvela lo peor y lo mejor de cada uno. 

Para Mundruczó la necesidad de mostrar el luto y el duelo desde el realismo atraviesa un debate incómodo sobre la forma en que se expresa el dolor. Martha intenta recuperarse y el tránsito hacia la oscuridad de su mente se muestra en escenas cuidadosas en la que los pequeños detalles sostienen una tensión extrema. El personaje va de un lado a otro, aturdido y en ocasiones, desconectado de lo que le rodea. Kirby logra crear un retrato de la angustia que se atiene a largas miradas, pequeños gestos y a la sensación de que Martha navega en aguas profundas hacia una peligrosa desesperanza.

Mientras, su marido va en la dirección contraria. LeBeouf crea un personaje contenido que estalla en una ruidosa y vacía angustia que no puede manejar. La forma como el actor delinea con atención ese lento derrumbe asombra por su impecable pulso.

Cuando la ruptura llega en una escena de sexo tan sórdida como angustiosa, ambos personajes alcanzan un punto de no retorno casi tan poderoso como la larga secuencia que muestra la muerte del bebé. Martha está vacía, pero intenta recuperar la intimidad con Sean, pero él es incapaz de asimilar esa simple pasividad, la carencia de todo propósito en la vida de su esposa. En otro de sus ya famosos desnudos frontales, LeBeauf se queda de pie, temblando, visiblemente excitado y aterrorizado. “Ya no deseo nada de esto” dice y huye, mientras Martha, vencida y aturdida, sabe que perdió la última pieza de la vida tal y como la conocía. 

No obstante sus momentos más brillantes, el film es incapaz de sostener la tensión y tiene momentos de drama simple que desconciertan en comparación al resto. En ocasiones Mundruczó no logra unir las piezas con la suficiente habilidad como para que la película sea un todo elocuente de algo más amplio.

En realidad, su recorrido hacia lo que parece ser una redención necesaria, tiene mucha más semejanza con una expiación inevitable. Martha termina por perdonar y perdonarse, mientras lucha por su cordura, contra la presión de su adinerada madre (la formidable Ellen Burstyn) y al final, la definitiva ruptura de algún lugar en su interior irrecuperable. 

Mundruczó trata de no sobrepasar el tono firme e intenso que logra en los tramos más crudos del argumento, pero pierde el pulso cuando los detalles lo son todo. La cámara contempla a Martha romperse poco a poco, como una imagen frágil con centro de acero. Pero por momentos pareciera que el director termina por preferir solo contemplar a su actriz, que brinda una actuación de las que cimientan carreras y deslumbran por su sutileza.

Accidentada, pero al final, sólida en su conjunto, “Piece of a Woman” es un recorrido por ocho meses abrumadores en los que el dolor cambia de forma y ritmo. Y la forma en que la película lo observa, es quizás su característica más asombrosa. Una nueva vida que muere para mostrar cómo el dolor es capaz de engendrar un nuevo mundo interior. 

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