Opinión

Polarización: otro factor de riesgo en la pandemia global

Estudios científicos han verificado que la polarización política representa un problema importante para la gestión de la crisis. ¿Por qué? ¿Cómo opera la polarización y qué efectos está teniendo en las instituciones que afrontan este reto inédito?

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Los efectos del COVID-19 en el mundo y la carrera por las vacunas, geopolítica mediante, dejó fuera de la discusión dos preguntas que nos hacíamos al principio de la pandemia, durante el incierto marzo de 2020, cuando estábamos más consternados por lo que ocurría en Europa y el desembarco del virus en Latinoamérica: ¿Son suficientes las medidas drásticas para tener buenos resultados en la gestión de esta crisis? ¿O hace falta que las políticas duras estén acompañadas de un abordaje institucional responsable y coordinado?

En aquel momento la apuesta casi unánime de los Estados en la región fue cerrar todo, cuarentena obligatoria, toque de queda. Los más autoritarios aprovecharon para actuar con mano dura, y la concentración de poder en el Ejecutivo, que mejoró su popularidad temporalmente, se hizo la variable común.

Otro elemento ya presente en el hemisferio se estimuló hasta el clímax: la polarización política. La intensa discusión sobre las decisiones para gestionar la inédita crisis y la falta de diálogo entre los diversos actores, fue de a poco ocupando el espectro mediático sin importar la ubicación que tuviera el gobierno nacional en el espectro ideológico.

Para fin del año 2020, en términos generales, la dirigencia política lucía más informada de la realidad de los sistemas de salud de sus países. También, de la necesidad de implementar cambios para mejorarlos.

Arena del conflicto

Sin embargo, en el camino, la polarización, bien por prácticas populistas, bien por desinformación, bien por oportunismo electoral, convirtió a los Parlamentos, redes sociales y espacios de opinión en rines de boxeo y no de interacción y debate razonablemente sanos para el abordaje de este desafío común.

Hay quienes, aunque parezca absurdo, aún niegan la existencia de la pandemia o de su gravedad. Por suerte son menos, pero por eso no dejan de representar un riesgo para la democracia, porque también están insertos en la política, tienen seguidores y hay espectadores viéndolos, escuchándolos y leyéndolos.

¿Acaso es coincidencia que las revistas científicas Nature, Science, NEJM, entre otras hayan pedido a sus lectores que no votaran a Donald Trump en las pasadas presidenciales de EEUU?

Países del mundo, divididos

Este gráfico del Pew Research Center (2020) muestra cuán dividido están los países el contexto de la pandemia según los ciudadanos residentes encuestados:

Dos aprendizajes muy claros luego de 2020, son:

1) La retórica populista de defensa de los pobres, identificación de enemigos externos e internos y exacerbación del nacionalismo, no es funcional ante un escenario que requiere alta coordinación, diálogo político, y comunicación fluida con todos los sectores sociales.

2) El liderazgo polarizador y desafiante de los códigos escritos y no escritos de la institucionalidad democrática, llevó a sus países a escenarios de alto contagio.

La premisa de que la polarización política representaba un problema importante para la gestión de la crisis era primero una idea basada en la lógica de que a mayor coordinación y diálogo en el sistema político, mejor sería la implementación de la política y la transmisión de certidumbre a la sociedad.

La evidencia empírica relevada por la ciencia hoy la confirma categóricamente. «La polarización política es un factor de riesgo en la pandemia», afirma Rafael Radi, coordinador del Grupo Asesor Científico Honorario de Uruguay.

¿Cómo funciona la polarización en la sociedad?

Luís Miller, sociólogo investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, lo explica según las experiencias vistas durante el gobierno de Donald Trump, el Brexit y la crisis independentista de Catalunya:

“Son las mismas dinámicas: empiezas a polarizar, usas los sentimientos para cerrar filas y [haces] que los otros parezcan malos y de repente partes a la sociedad de una forma muy dolorosa. Una vez hay una división al 50 % tienes un bloqueo y no eres capaz de salir de ahí”.

¿Algún parecido con la batalla por las vacunas y por los que están a favor y en contra de lo que hacen sus gobiernos para gestionar la crisis?

Algunos hallazgos trascendentales:

● En reciente investigación de la University of Gothenburg sobre la polarización y el populismo como impulsor de las muertes por Covid en países europeos, demuestra que “la diferencia en el exceso de muertes entre dos regiones, una sin polarización de las masas (2,7%) y otra con niveles máximos (14,4%), es más de cinco veces mayor”.

● La revista especializada Sciencie Advances sostiene categóricamente que “el partidismo es un determinante mucho más importante de la respuesta de un individuo a la pandemia de COVID-19 que el propio impacto del COVID-19 en la comunidad local de ese individuo”. Este dato también fue refrendado por la revista médica The Lancet Public Health.

Otro trabajo en relación a las creencias sobre la gravedad de la pandemia, el partidismo y la política, proyecta con datos que “las estrategias de comunicación destinadas a informar al público sobre la gravedad de la pandemia no cambiarán sustancialmente los niveles de apoyo a las intervenciones de COVID-19”.

Incertidumbre y miedo

Dos dimensiones para una aproximación breve al efecto de la polarización en estos tiempos de pandemia. Primero, la política: incremento de las tensiones que desencadenan estrés y miedo en los tomadores de decisiones y en los cuadros medios.

Estos actores ponderan más los riesgos a equivocarse en el ejercicio de sus funciones y a la crítica en la opinión pública, que el cumplimiento de la tarea encomendada. También es común la implementación de políticas sin consenso en el sistema político por falta de coordinación y contacto entre oficialismo y opinión.

Segundo, lo social: evidencia de desunión y conflicto en la clase de dirigente que, en un contexto de crisis general y aumento de la incertidumbre, es terreno fértil para la desinformación y las noticias falsas. En ambas dimensiones la variable común es la disminución de la popularidad del sistema político y de la democracia.

La pandemia sigue cobrando miles de vidas todos los días y los gobiernos son parte esencial de la gestión de esta crisis que ha removido a la humanidad, tal y como la conocemos.

Sin distingo ideológico ni geográfico, la polarización es el peor remedio para solucionar un problema que, aunque físicamente nos mantiene distantes, exige sociedades unidas por el bien de todos.

El mayor aporte del sistema político democrático es disminuir la polarización y priorizar los puntos en común antes que las discrepancias. No obstante, pareciera que el cálculo electoral, el populismo y el oportunismo no solo han ganado terreno, lo que la ciencia ha demostrado objetivamente. También desafía la estabilidad misma de las instituciones y su factibilidad para el futuro inmediato.

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