Venezuela

Polichacao: “Los ‘biencuidados’ están fuera de ley”

Los cuidadores de carros se ven por todos lados. Tienen sus detractores pero también quienes los apoyan. Ilegales o no, tratan de ejercer una actividad que les reporte ingresos para mantenerse.

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Foto: Fabiola Ferrero

Su kit esencial consiste en silbato, cachucha, chaleco fluorescente y koala para ir guardando las propinas. Ocupan un estatus más bajo que el del parquero fijo de restaurante, aunque sus ingresos pueden ser superiores. En el mejor de los casos vigilan automóviles, pero también pueden conseguir puesto, ayudar en la compleja labor de parto de estacionar y des-estacionar (“¡métale, métale! ¡hasta ahí, hasta ahí!”), dar direcciones y masajear el día con eso que llaman la chispa de la venezolanidad. Pueden ser percibidos como agua o gasolina para el incendio de la violencia urbana. Los biencuidaditos, desaguadero de billetes cada vez más desvalorizados, se han incorporado al paisaje de la ciudad.

“Este no es un trabajo digno como tal”, admite con gran franqueza Johnny Márquez, un habitante de Catia que puede ser considerado uno de los cuidadores serios: desde hace 9 años tiene como oficio prestar sus ojos a los dueños de los carros que se paran en las inmediaciones de la pizzería La Romanina, en la calle Urdaneta de Chacao. “Pero en vista de la situación del país, cada quien tiene que tener un trabajo. Y esto es mucho mejor que trabajar como empleado en una empresa privada. Como todo, tiene sus responsabilidades. Si veo cualquiera vaina rara llamo al 171 y que las autoridades se encarguen de eso, para evitarme problemas. No tengo patrono. Mi horario es de miércoles a domingo de 7:00 de la mañana a 4:00 de la tarde”, agrega.

Márquez comparte la calle con otros dos biencuidados que se desempeñan desde su hora de salida hasta el cierre de la pizzería a la medianoche. “Tenemos unos márgenes bien establecidos con los que están en las otras calles: nos decimos: tú hasta aquí y yo hasta allá”, algo así como el antiguo cine Broadway entre Chacao y Libertador. Revela que, en una semana “mala”, sus ingresos en cuatro días pueden ascender hasta a 7.000 bolívares.

Ante la inseguridad, ¿ayuda o problema? A finales de junio, el alcalde de El Hatillo, David Smolanski, anunció la detención de tres cuidadores de automóviles implicados en una red de robos en el casco histórico.

Johnny Márquez asegura que jamás exige una suma específica a los dueños de bienes móviles invalorables: “Presto colaboración al cliente y el cliente colabora conmigo con lo que pueda”.

Pero la periodista gastronómica Ligia Velásquez denunció recientemente que cerca del restaurante Casa Cortés, cerca de la clínica Ávila en Altamira, un biencuidadito pretendió imponerle de manera agresiva una tarifa mínima de 50 bolívares, que en otros sectores de Caracas se ha reportado hasta en Bs 200 (recuerde que, desde el momento en que yo pulsé las teclas numéricas de mi teclado hasta el momento de su lectura, con toda seguridad se ha producido un ajuste).

“No recurro frecuentemente a cuidadores informales de vehículos, ellos son quienes recurren a ti y sabes que, si no les das lo que te piden, eso te puede traer graves consecuencias”, advierte Reinaldo Cabrera, estudiante universitario con cierta vida social nocturna. Y prosigue: “El servicio que cumplen no es útil, ellos no tienen el poder de hacer nada si tu vehículo peligra en horas de la noche. Todo está tan caro, ya darles entre 50 y 100 bolívares no es tanta propina. Me hago amigo de todos ellos, es mi forma de ser y no desprestigio a nadie por su condición. Igual el no tratarlos bien podría poner en riesgo tu vehículo”.

– “Los vemos como un problema” –

Percibes la ciudad según la manera en que te trasladas. Pagar 200 bolívares por minutos u horas de protección de un carro es un nuevo ejemplo de las distorsiones del signo monetario. El que redacta estas líneas, por ejemplo, carece de automóvil e hizo acaparamiento de boletos Multiabono (10 viajes en el Metro de Caracas) groseramente subsidiados a 13,50 bolívares antes del aumento de tarifas en diciembre, con lo que cubrió todas sus necesidades de transporte más o menos hasta marzo. ¿Seré el más apropiado para opinar sobre los biencuidados?

Para Juan Solano, director de Vigilancia y Tránsito Terrestre de Polichacao, no hay medias tintas: “En el municipio estamos decididos a exterminar a este grupo de personas, por supuesto dentro del marco del ordenamiento legal. Nadie debería estar cobrando tarifa o peaje por estacionar en espacios públicos. Los vemos como problema. Están fuera de la ley. Pero es complicado, porque podemos sacar a un grupo y al día siguiente otro grupo toma la zona. Como ocurre con los mendigos, las personas les dan dinero. Algunos piensan: ‘Si yo no le pago, me rayan el carro. O me pueden robar’. Y eso no puede ser. Les dan buenas propinas y mensualmente ganan varios sueldos mínimos”.

“Si no les diéramos dinero, no estuviesen. Se suman a otros personajes que no están reglamentados como los capta-rutas (los anunciadores en las paradas de camioneticas), los mototaxistas y los buhoneros. Chacao no escapa a la situación económica del país y las personas se están volcando a buscar una solución laboral. Les estamos haciendo la guerra y poco a poco los vamos a ir sacando”, promete el funcionario.

– El rey de Sabas Nieves –

Si Christopher Walken era el Rey de Nueva York, Javier Ramírez es el rey bajo la falda de un cerro moteado con el puntillismo policromático de las lycras sudadas. Conocido como el “Flaco de Sabas Nieves”, se precia de haber sido entrevistado en medios de comunicación como El Universal, Últimas Noticias  y la revista Sala de Espera. Los usuarios del Waraira Repano le tienen tanta confianza que algunos hasta les dejan llaves de sus carros para que él los acomode. Es la otra cara de la moneda, tanto que hace cuestionar la severidad de las afirmaciones del funcionario de Polichacao.

Javier es un auténtico multiservicio: cuida los bolsos de los que no tienen carro y no desean peso adicional para subir la pendiente, protege cascos y otras propiedades de los motociclistas con cobertores de plástico y hasta recomienda a las usuarias femeninas cuándo no es aconsejable que se adentren solas a la montaña.

“El secreto de la confianza es el sacrificio, el trabajo y la honradez. Soy un tipo que llego aquí a las 5:00 de la mañana hasta las 7:00 de la noche, los siete días completos. Traigo mi almuerzo y lo caliento donde el vigilante (de una caseta de seguridad cercana), y me prestan el baño del restaurante Tarzilandia porque uno les ayuda también con los puestos de carros de ellos. Hago el sacrificio porque aquí soy el cabecilla principal. Siempre soy el que más organiza. Les estoy diciendo a los demás compañeros: métete allá, cubre aquella zona, cuida aquellos carros. Estamos registrados en la alcaldía de Chacao, tenemos carnet y una camisa verde de uniforme. No permitimos personas extrañas que nos quiten el trabajo”. Hasta se organizaron en una cooperativa que se llama Asociación de Vigilantes de Vehículos.

Javier sabe el número exacto de los cuidadores de carros las calles cercanas a la subida de Sabas Nieves: un total de 35 trabajadores informales. “La zona se establece por antigüedad”, explica el código no escrito de jerarquías y Esequibo en reclamación, tan complicado como aquello de que no debes robarte una base cuando tu equipo está ganando por paliza.

Y ahonda: “Se le da prioridad al que es más antiguo. Yo cuido aquí en la mañana, después llega otro chamo a cuidar más tarde y se le cede toda la zona. Yo voy sacando mis carros y él va metiendo los de él, y así vamos. En caso de cualquier irregularidad, nos comunicamos con el comando de la Guardia Nacional. Cobrar tarifa está prohibido por la alcaldía de Chacao. Es lo que la gente pueda, lo que esté al alcance. Unos dan menos, pero llega otro y te compensa con más. Uno tiene paciencia en ese aspecto. La idea es ayudar a los que vienen a practicar deporte”.

¿Da para vivir bien? “Uno sobrevive. La mujer mía también viene a cuidar carros. Tenemos cuatro hijos, hoy tienen que trabajar las dos personas para salir adelante”.

Cuando se le relata un caso como el de Javier en Sabas Nieves, la autoridad de Polichacao, Juan Solano, insiste: “Aunque algunos cumplan ciertas normas, están fuera de la ley. La Alcaldía no puede autorizar o permisar a ninguna persona a cobrar por espacios públicos. No es un secreto que en el municipio se ha incrementado el hurto de baterías, bombillos y otros accesorios de los automóviles, y no podemos permitir formalmente esta actividad. Algunos trabajan bajo efectos de alcohol o estupefacientes y pudieran estar vinculados a ciertos delitos que se cometen”.

“Huyo de los bien cuidaíto. Se me incrustan horrible. Trato de evitarlos. Digamos que nuestra relación es de mero interés: si no me queda más remedio me hago súper amiga del que sea, les doy 20, 50 o 100 bolívares según el caso. Cuando voy por ejemplo al Banco Mercantil, en el elevado de la avenida Urdaneta, no hay ninguna otra opción. Hasta les compro café”, relata Tulia Monsalve, otra usuaria.

“Cuidando carros, gano tres veces el salario mínimo. Pero ganes lo que te ganes, no te rinde nada. Yo preferiría retroceder 20 años y tener un poquito menos de ingresos, pero que rindiera bastante”, concluye Johnny Márquez frente a la pizzería La Romanina, poco después de que un cliente le apapucha, enaltece su papel de servidor público con un abrazo de “hermanazo” y le premia con un billete marrón. Le acompaño en su sentimiento, aunque sus ingresos superan ampliamente a los míos y quizás jamás podré comprender por completo a los que manejan o cuidan al centro energético de nuestra civilización, sinónimo de independencia y libertad, caja y cama portátil, requisito imprescindible para el cortejo: cuatro ruedas. ¿Sabe en cuánto ofrecen un Volkswagen Bora usado en una web venezolana semiclandestina? 3.000 simones. Un vigilante informal podría alegar: ¿qué son 100 bolivitas? Se lo cuido bien cuidaíto.

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