Economía

¿En qué se parece Venezuela a Cuba?

Dos países declarados hermanos por la retórica chavista comparten hoy algunas similitudes en medio de un  concepto de "socialismo" que transita distintos caminos. Más allá de la persecución de la disidencia, del uso del sistema de justicia para criminalizar a los adversarios, del fracaso de economías controladas, de la asfixia a la iniciativa privada, de los apagones, la escasez  y las colas ¿qué tienen en común y de diferentes estos dos "paraísos" caribeños? Hace algunos años, cuando ni siquiera Hugo Chávez se había declarado abiertamente a favor de llevar a Venezuela por un modelo cubano, corría por Venezuela un chiste: Iván y Lázaro, dos balseros terminan arrastrados por las corrientes marinas hasta las playas de Vargas. Se dan cuenta de que la gente habla español y el paisaje está lejos de lo que aprendieron en las postales enviadas por familiares desde Miami.

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Foto: AP

Encandilado por la novedad de este otro país tropical, pero con vallas publicitarias, carros nuevos y gente animada en las calles, Iván supera la contrariedad:
– Lázaro, mi hermano, aquí también podemos quedarnos, mira: hay macdonal, bastantes guaguas, comida sin colas y hasta mulatas.

Lázaro, un poco más informado ve que algo anda en realidad mal:

– ¡Qué va Iván!, mejor nos devolvemos. Vámonos a Cuba.
– ¿A Cuba? ¡No jodas! Si estamos hasta los cojones de esa revolución…
– ¡Claro! Vámonos. ¡Allá aquella mielda ya está terminando, aquí apenas está comenzando!

Más allá de la histeria en twitter, del fervor militante de las “Doñas de El Cafetal”, de la ortodoxia estalinista del Psuv, de las logias militaristas, en Venezuela hay similitudes entre el modelo chavista estatizante, excluyente, de pensamiento único y escasez material que para algunos recuerdan a la Cuba de 57 años de revolución castro comunista.

El proceso cubano, que ha pasado altibajos históricos, apenas ahora parece aligerarse un poco, en esta luna de miel con Estados Unidos y la posible flexibilización de su economía.

Mientras, en Venezuela, el chavismo se juega su futuro en unas elecciones legislativas de donde espera salir fortalecido, para atornillar su socialismo y el Plan de la Patria legado como una orden inflexible de Hugo Chávez.

Hay algunas evidencias comunes a otros países donde fue impuesto el pensamiento único en fracasadas economías centralizadas y donde se persiguió la iniciativa privada productiva. Entre ellas resalta el miedo a una forma oscura del poder político y militar; la escasez y las colas perpetuas; los apagones; la pesada burocracia; el deterioro del ingreso real; la imposibilidad para los asalariados de adquirir bienes duraderos como una casa o un carro; de viajar al exterior, el adoctrinamiento de los niños en las escuelas y de los militares en los cuarteles.

Por encima de todo flota la oferta permanente de un futuro luminoso, gracias a un socialismo que nadie sabe exactamente qué es. Ese es otro punto común entre la Venezuela del chavismo y aquellos países que como Cuba y el bloque de Europa Oriental naufragaron en una utopía.

“La pobreza que asediaba a la ciudad desde hacía casi medio milenio y que era su verdadera maldición, una pobreza todavía palpitante sobre la cual siempre se habló en pasado, como algo definitivamente superado”. (Leonardo Padura, “El Hombre que amaba a los perros”).

Según expertos, la manipulación de las estadísticas es una especialidad de regímenes autoritarios que buscan justificar sus prácticas a nombre de un fin supremo. En Venezuela, cifras bendecidas por organismos como la FAO o la ONU hablan de una supuesta derrota al hambre y a la pobreza. Pero los números oficiales datan de 2012, cuando Venezuela veía el final de fiesta del último ciclo de precios del petróleo al alza.

La hegemonía comunicacional del chavismo se ha consolidado con su profusión de propaganda oficial en medios del estado y privados, que, a falta de resultados, ensalzan con palabras rimbombantes un modelo que tiene pocos resultados concretos que exhibir.

“Ordenar (…) que escribieran de planes sobre cumplidos, compromisos aceptados con entusiasmo revolucionario, metas superadas con combatividad patriótica, cifras increíbles y sacrificios heroicamente asumidos, para darle forma retórica a una realidad inexistente, hecha casi siempre se palabras y consignas, y muy pocas veces de plátanos, boniatos y calabazas concretas”. Padura. Idem.

El economista Víctor Alvarez, premio nacional de Ciencias Sociales, un ex ministro de Industrias de Hugo Chavez, formado en Cuba y hoy crítico del proceso, encuentra similitudes en las grandes directrices de ambos procesos:

“Lo que vi en el socialismo del siglo XX que ahora se reproduce en Venezuela, a nombre del socialismo del siglo XXI”:

1- El proceso de burocratización entendido como la entronización de una poderosa nomenklatura que secuestra el poder político y económico para su beneficio personal y grupal, de la que medra una red clientelar de arribistas y trepadores, siempre a la caza de un cargo.

2- El creciente control de los medios de comunicación social a través de los cuales se impone un visión apologética y propagandista del «mar de la felicidad» que nada tiene que ver con la vida real que sufren los ciudadanos de a pie, plagada por problemas de escasez, pésima calidad de los servicios públicos y deterioro de la educación, salud y seguridad.

3- Imposición de un régimen político basado en la hegemonía de un solo partido que desplaza y coopta gradualmente a los demás movimientos políticos y organizaciones sociales que en los primeros años acompañaron al proceso, hasta mediatizarlos, anularlos y liquidarlos.

4- Implantación de un modelo económico basado en la propiedad estatal total y absoluta de los medios de producción que sirve de caldo de cultivo para la reproducción de poderosas élites que la administran como si se tratara de su propiedad privada, logrando una distribución del plusvalor social que les resulta ampliamente favorable debido a los privilegios, dádivas y prebendas que ellos mismos se otorgan.

5- Inercia e inacción para corregir desviaciones y errores cometidos que van desgastando la confianza en el proceso y su dirigencia, y aumentan la desilusión de la gente en una promesa de mejor calidad de vida y grado de bienestar que nunca termina de cumplirse ni mucho menos de estabilizarse», enumera Alvarez.

Un reconocido corresponsal internacional que ha trabajado en Cuba y en Venezuela en diferentes período históricos rechaza las “comparaciones simplistas” entre ambos procesos.

“Son dos lugares enormemente diferentes, uno es una pequeña isla rígidamente controlada donde el comunismo fue impuesto hace décadas y aquellos que se le opusieron hace tiempo se fueron al exterior. El otro es un caótico país con grandes fronteras terrestres y una menos simple forma de socialismo-nacionalismo, donde los opositores en general se mantienen y tratan de resistirse”, dijo la fuente que requirió el anonimato.

“Yo todavía sostengo que son dos procesos totalmente separados, pero tengo que confesar sin embargo que en todos mis años yendo y viniendo entre ambos países, veo aún más paralelismos”, dijo.

Esas similitudes comienzan cuando uno arriba al aeropuerto internacional de Maiquetía y comienza a ver las paredes con las consignas al estilo cubano y entonces llegas a Caracas y ves grandes pancartas del socialismo están en todas partes, observa.

“El paralelismo continúa cuando enciendes la televisión del estado y ves personas hablando de la misma forma ideológicamente fundamentalista, insultando y anulando con regocijo a sus opositores” agrega el corresponsal.

Pero entonces surgen las diferencias. Las consignas del gobierno en las calles de Caracas son sobrepasadas por las capitalistas, a diferencia de La Habana.
“Y si estás aburrido de la televisión estatal venezolana no es difícil encontrar a CNN en español y ver VivoPlay en Internet. Hacer algo así en Cuba es mucho más difícil y frecuentemente ilegal”, explica.

Por su puesto, las colas para comprar que han surgido en Venezuela durante los últimos dos años nos han remitido a Cuba, especialmente la Cuba de los años 90, después del derrumbe del bloque soviético. Mientras veo las colas crecer y crecer en Venezuela frecuentemente recuerdo a Cuba, pero una vez más, con muchas diferencias”. señala.

“No hay forma en Cuba por ejemplo de que la gente ose exclamar frases anti gobierno en las colas, o inclusive tener una pelea con la policía. Los niveles de control obviamente se están incrementando cada día en Venezuela, pero todavía están muy lejos de la absoluta rigidez de Cuba”.

“Sin embargo, junto con mi esposa frecuentemente recordamos cómo es vivir en Cuba, cuando vamos de tienda en tienda para comprar en Caracas, buscando diferentes alimentos o ingredientes, o cuando recorremos diferentes talleres mecánicos buscando repuestos para carros”, agrega.

“Ese es un signo deprimente de que una vez más las economías socialistas –no importa cuán nobles suenen en el primer momento- parecen haber fallado en todas partes para hacer cumplir sus promesas”.

“Colas, escasez y mercados negros parecen ser consecuencias inevitables”, dice esta fuente.

Rechaza sin embargo la tesis de que en Venezuela impera una censura tan fuerte como en Cuba.

“Aunque los medios de Venezuela y la libertad de expresión en general están peligrando mucho más que hace tres años, la situación todavía está lejos de la cubana”, dice al destacar que todavía hay periódicos abierta y agresivamente críticos, y muchos sitios de Internet exponiendo hasta satirizando al gobierno.

“Aunque acosada y herida por detenciones y persecución, la oposición todavía está viva en Venezuela y la gente puede expresar libremente sus opiniones en las calles en una forma que de lejos es mucho más difícil en Cuba”, añade.

“Y en Venezuela todavía hay elecciones, aunque imperfectas. Además, pese a la profunda crisis en Venezuela, todavía se percibe que hay mucho dinero dando vueltas en los bolsillos de la gente”, dice.

Aunque hay crisis, la riqueza todavía es palpable en los carros, restaurantes y propiedades por Caracas, mientras La Habana todavía da la impresión de ser una ciudad en decadencia que necesita una fuerte inyección de dinero.

«Por otro lado, cuando voy a Cuba siempre siento el gran alivio de no tener que preocuparme mucho por la criminalidad. Las calles de La Habana se sienten absolutamente seguras comparadas con las calles de Caracas», dice al recalcar una de las grandes diferencias hoy entre ambas sociedades.

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