
Rosa María Hernández desistió. Tras varias semanas pagando el constante aumento del tomate, la educadora jubilada optó por no comprar la hortaliza. “El precio se volvió prohibitivo. No me puedo dar el lujo de pagarlo, además lo que se consigue es de muy mala calidad”, afirma con resignación al reconocer que ya no sazonará sus guisos con ese vegetal.