Venezuela

Profesores y estudiantes de la UNET se niegan a abandonar las aulas pese a la crisis

Con un mínimo presupuesto que no alcanza ni para comprar los marcadores de las vetustas pizarras acrílicas, menos para garantizar la comida y el transporte de estudiantes, la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET) persiste, se mantiene en pie y no claudica, entre otras cosas para que los “bandidos” no la expropien y conviertan sus espacios en algo distinto a los que fue concebido dentro de la academia venezolana.

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Fotografía: Rosalinda Hernández

Entre pasillos oscuros, abarrotados de estudiantes y profesores que buscan en la luz natural y hacerse de un espacio para continuar con la dinámica educativa, pasan los días en la casa de estudios.

Otro grupo de jóvenes decide esperar el retorno del servicio eléctrico sentados en el piso, jugando cartas o simplemente conversando sobre cualquier tema trivial del acontecer nacional.

“Es imposible ir a una práctica de laboratorio sin energía eléctrica”, se quejó Juan Carlos, estudiante de ingeniería mecánica en el recinto tachirense.

La UNET, no escapa, ni es la excepción de la crisis que atraviesa el sistema educativo en Venezuela.

La profesora Valentina Velayos, coordinadora del departamento de Arquitectura, dijo a El Estímulo que la universidad se mantiene abierta, “gracias a los estudiantes y profesores que la financiamos porque si realmente viniéramos por lo que nos pagan, no debería trabajar nadie. Los estudiantes están haciendo grandes esfuerzos que no estábamos acostumbrados a ver”.

Desde hace seis años con un servicio de biblioteca deficiente como consecuencia del deterioro del sistema del aire acondicionado, la población estudiantil está limitada para hacer uso de esta herramienta educativa, solo por algunos minutos.

“El aire acondicionado se dañó y los libros se han venido deteriorando por hongos y humedad. Solo se permite permanecer 15 minutos en el área, tomar fotos del libro que se necesita o copiar rápidamente lo que se requiere”, añadió Velayos.

La dinámica universitaria ha venido de mal en peor desde hace cuatro años, pero en este momento ya está en estado crítico en todos los sentidos, agregó la docente.

“El esfuerzo de los estudiantes por mantenerse en la universidad es casi superior al del profesor. La mayoría de los profesores tienen otras formas de ingresos distintas a la universidad pero aquí hay estudiantes que tienen que trabajar para poder cubrir los gastos”, afirmó la catedrática.

“Duele decirlo pero la universidad venezolana se está muriendo poco a poco. Si una persona no puede cumplir sus necesidades básicas como alimentarse, no pueden estudiar. Los estudiantes llegan a veces sin desayuno. Estamos viendo el fenecimiento de la actividad académica y eso se percibe en el rendimiento, en la generación de ideas, hasta en el tiempo que emplean en la resolución de un problema. Los jóvenes no solo tienen que estudiar, ahora deben enfrentar un reto de supervivencia”, siguió.

El problema es que a pesar de las condiciones que enfrenta la universidad venezolana, se ha continuado trabajando, explicó la docente del área de arquitectura.

Hay un temor latente y persistente en el núcleo universitario: claudicar en los esfuerzos, rendirse, abandonar y ser expropiados, despojados de la casa.

“Dejar la universidad sola significa dar paso a que los bandidos se metan a la casa. Los que quedamos hacemos el trabajo con amor, como vigilantes, blindando la casa porque muchos nos hemos formado aquí. La idea que tenemos es que al irnos de la casa se van a meter a llevarse algo que va más allá de lo material. Si la universidad cierra, nada les cuesta llegar y cortar unas cadenas, ocuparla y no sabemos para qué función. Cerrar sería perderla totalmente”.

Haber sido indolentes e indiferente con la universidad y con el país, aseguró Velayos, es el precio que se está pagando.

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“Debimos haber fijado posiciones más frontales y el problema está en que no nos hemos unido para enfrentar eso que tenemos como gobierno. Hemos sido indolentes con la universidad y el país”, indicó.

La académica propuso realizar un informe de manera conjunta con todas las universidades del país y hacerlo llegar a nivel nacional e internacional a los órganos competentes, un trabajo que muestre las condiciones en que se encuentran las universidades desde la infraestructura, sueldos, recursos, equipamiento, servicios estudiantiles y poner una fecha tope para una solución.

En el siglo XIX

En el año 2019, los estudiantes de la Unet aseguran estar viviendo experiencias propias del siglo XIX.

“Con velas o lámparas de aceite tengo que pasar parte del día y la noche, alumbrándome para estudiar”, comentó Simón Mendoza, estudiante del tercer semestre de Ingeniería Agronómica. “Aquí no existe un horario fijo para el corte de la luz y en el momento en que menos uno lo espera la quitan y si tenemos suerte puede ser una suspensión de apenas tres o seis horas, pero hay días en que esos cortes llegan a sumar hasta 60 (horas) sin servicio. Así toca echar para adelante, no hay de otra”.

Durante el recorrido realizado por El Estímulo dentro de la casa de estudios, un día en el que se supone que la jornada académica se desarrollaría de manera normal, los estudiantes se encontraban en su mayoría en medio de un obligado receso.

“Es complicado ver clases y más aun sin electricidad. Los profesores no pueden acceder a ningún material de apoyo como el video beam, diapositivas. Hay materias en las que es esencial el uso de la computadora y no hemos podido verlas. Ni siquiera tenemos cómo comunicarnos con los profesores ante la caída de las plataformas telefónicas e internet. No se puede ni enviar un correo”, dijo Ana López, estudiante de Ingeniería Civil.

La incertidumbre es constante. A veces no saben si hay actividades académicas porque no existe la manera de comunicarse. Los profesores no pueden enviar material para estudiar, ni investigar.

“Es difícil estudiar así porque la situación no es solo de la universidad, cuando llegamos a la casa tampoco hay luz”, agregó López.

A pesar de la difícil situación, los jóvenes no tienen entre sus planes a corto y mediano plazo abandonar la universidad e irse del país, por ahora no eso no está pensado, señaló casi al unísono el grupo que conversó con El Estímulo.

“Espero graduarme, tengo que ser positivo, no dejo que me invadan ideas de que no se va a poder, con la mejor actitud veré hasta donde se puede llegar”, apuntó Jesús Vivas, estudiante del quinto semestre de Ingeniería Civil.

“Las rutas no están en servicio durante este semestre. Todos los estudiantes tenemos que trasladarnos caminando, en bicicleta, en colas o en unidades de transporte privadas que estamos pagando mensualmente. Los estudiantes de municipios foráneos tienen que pagar 120.000 pesos colombianos al mes por transporte cada uno. En el comedor no se están dando proteínas cárnicas, solo arroz, pasta o lentejas y de tomar agua”, detalló Juan Duarte, estudiante de Ingeniería Industrial.

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En los rostros y actitudes se denota el desánimo cuando se habla de la crisis y posibles soluciones. A pesar de los esfuerzos que muchos han puesto, consideran que no es fácil el camino para continuar, pero vale la pena intentarlo.

“Para venir a la universidad y sacar las mejores notas hay desanimo, pero si uno tiene la disposición y ese es el objetivo pues lo sigue intentando. Nosotros dependemos en gran parte de las rutas y del comedor por eso creo que deberían implementarse mecanismos que contribuyan a mejorar estos aspectos”, señaló Andrea Rojas, de 21 años, estudiante de arquitectura.

“No creo en una solución pronta tanto como yo quisiera. La situación va en caída, no ha mejorado nada y eso es lo que yo veo”, añadió la joven.

Atraso tecnológico

José Gregorio Ramírez es docente de la cátedra de Proyectos I. Tiene 24 años de servicio en la UNET y no cuenta ni siquiera con una computadora personal. Hace dos años se le echó a perder en medio de una clase y hasta el momento no ha tenido los recursos económicos para comprar una nueva. Su sueldo es insuficiente.

“Para dar una clase necesitamos equipos (computadora y video beam) que a veces no tenemos, las pizarras están inservibles. En una clase es necesario el uso de herramientas tecnológicas, apoyo con internet, además que se ahorra tiempo y dinero al estudiante. En otras partes del mundo la pizarra es la pantalla del computador, aquí aún tenemos pizarras acrílicas que ya están inservibles”, dijo el docente.

Para la materia que imparte Ramírez es indispensable que el alumno asista a la universidad, pues para él resulta difícil enviar las guías de consulta y demás materiales vía correo electrónico ante los recurrentes cortes eléctricos.

A pesar de que cada día se buscan estrategias para lograr que la información dada por el docente llegue al máximo de los alumnos, es complicado cumplir la meta.

“La universidad venezolana está atrasada en materia tecnológica entre 20 y 30 años. Y fue desde el 2002 cuando se inició el deterioro con mayor acento”, lamentó.

Por su parte, Gilberto Paredes, presidente de la Asociación de Profesores de la UNET, denunció que la situación de la universidad cada día es más complicada porque no se cuenta con los requerimientos mínimos para trabajar, aunado a la deficiencia del fluido eléctrico.

“No hay condiciones, empezando con la movilidad para el personal. La universidad técnicamente está cerrada aunque seguimos asistiendo a ella diariamente. La educación de calidad que veníamos dando ha disminuido considerablemente. No tenemos ni siquiera insumos para realizar una práctica. Estamos en una universidad que es en gran parte técnica (entre 20% y 30%), y en los laboratorios de electricidad no podemos hacer prácticas porque no tenemos ni unas baterías o un tester para hacer medidas. Igual pasa con los laboratorios de química y biología, hay prácticas que no se están haciendo y es ahí donde me pregunto: ¿qué tipo de profesionales podemos formar en estas condiciones?”, sostuvo.

El vocero de los docentes señaló que la universidad sigue abierta, no la quieren cerrar pero el gobierno sí la tiene cerrada al no ofrecer las condiciones mínimas para trabajar.

La situación que vive la Universidad del Táchira no es un hecho aislado ni diferente al resto de casas de estudios a nivel nacional.

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“La situación de la UNET es similar en todas partes. Colegas de otras universidades manifiestan la misma problemática nuestra. No tienen insumos para trabajar, los profesores también están migrando. El denominador común de la universidad venezolana es que está por el piso. No es que estamos maximizando el problema, es que lo estamos viendo”.

Cada día son menos

Núcleos completos de docentes de la especialidad de ingeniería mecánica se han ido de la UNET, han desaparecido porque ante la situación no les queda otra alternativa, dijo Paredes.

“La diáspora nos ha dejado con un 30% o 40% menos de personal docente. Nos estamos ayudando con el personal jubilado que a pesar de haber cesado ya sus funciones, nos vemos obligados a llamarlo por la necesidad y a volver a incorporarlos, a pesar de no estar adaptados ni actualizados con las nuevas tecnologías”, confesó.

De 970 empleados administrativos con los que contaba la Universidad del Táchira hace apenas unos años atrás, actualmente solo asisten a trabajar 650. Un número importante ha tenido que renunciar a sus cargos motivado por la crisis que se está viviendo dentro y fuera de la institución, dijo Jorge Mora, presidente de la Asociación de Empleados Administrativos de la UNET.

“Las quincenas son de bs. 10.000 cada una y no da para pagar ni el transporte. Yo viajo desde Capacho (a 16 kilómetros de San Cristóbal) y a la semana gasto bs. 6000 en transporte. A veces solo llego el lunes y el miércoles ya que para el viernes no tengo plata para venir. Prácticamente trabajo para pagar los pasajes, queremos seguir, queremos la universidad y no queremos pararla”, dijo Gladis Arellano, trabajadora del área de vigilancia con 15 años al servicio de la UNET.

Los horarios del personal de seguridad se han reducido a jornadas de 12 horas continuas, solo tres días a la semana.

Mientras, los sueldos devengados por el personal obrero no distan mucho del que ganan los trabajadores administrativos y los docentes.

“La UNET me dio para lo poco o mucho que tengo en mi casa. Con el trabajo de la universidad logré arreglar mi casa, compré muebles, un televisor plasma, la nevera y lavadora. Con el sueldo que teníamos años atrás se podía comprar todo”, comentó con tristeza Arellano.

El secretario general del sindicato de obreros de la UNET, Álvaro San Martin, afirmó que las condiciones no están dadas para continuar laborando en la Universidad y que habrá que buscar pronto soluciones a una crisis que parece no tener fin y cada día arrecia más y más.

Fotos: Rosalinda Hernández

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