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¿Qué fútbol se juega en Venezuela?

Más allá del trabajo y la dedicación de los entrenadores, el balompié criollo no se caracteriza por promover la innovación táctica. Quizá sea esa la razón de peso por la que la gran mayoría de los equipos apuesten a ideas similares y por la que aún no se rompan barreras en el concierto internacional.

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(deportivotachira.com)

En días de Copa América, e interrogado acerca de lo que conocía del fútbol venezolano, Alex Pallarés, entrenador de Atlético Venezuela, afirmaba que, por lo que había podido estudiar, la gran mayoría de los equipos apostaban por el uso de rápidas transiciones defensa-ataque una vez recuperada la titularidad del balón, y que a él le interesaba instaurar valores del ataque posicional. En su exposición aclaraba que no pretendía modificar la naturaleza del futbolista criollo, sino agregarle variantes al equipo que apenas empezaba a dirigir.

El joven entrenador español no exageraba, ni su afirmación suponía una descalificación al torneo de primera división; lo suyo fue un llamado de atención y una invitación a la reflexión.

En el número 51 de The Tactical Room, Juan Ramón Lara expresa lo siguiente:

En épocas pasadas los equipos de fútbol centraban su trabajo táctico en la fase defensiva y sus esquemas de juego, dejando con frecuencia el juego ofensivo a la inspiración y la improvisación de sus jugadores, sin posicionamientos preestablecidos. Sin embargo durante las últimas décadas los equipos de fútbol de élite han planificado un ataque cada vez más organizado, con disposiciones de inicio de jugada ofensiva más trabajada”.

Hay que hacer la salvedad de que las famosas transiciones se llevan a cabo en todos los partidos; independientemente del modelo de juego, siempre hay momentos en los se pasa de defensa a ataque o de ataque a defensa. Lo que debe estudiarse, o lo que define ese juego de transiciones, si se me permite el término, es cómo y a que velocidad se produce ese tránsito desde la zona defensiva hasta la zona ofensiva.

En el blog www.entrenadordefutbol.blogia.com encontramos la siguiente reflexión:

“El contraataque es un principio táctico ofensivo que consiste en recuperar o robar el balón al adversario e intentar llegar rápidamente a su portería, sorprendiéndole, para evitar que el equipo contrario pueda replegarse y organizarse en defensa, ocupando los espacios libres que dejó al adelantarse y aprovechando la escasa densidad de jugadores adversarios”.

Vale agregar que el contraataque no es más que el comportamiento tras recuperación de la pelota y la subsiguiente búsqueda del arco rival, según las propias posibilidades, la injerencia del rival y el modelo de juego, entre otras cosas.

La mayoría de los goles en Venezuela, siempre según algunos entendidos –incluyo a Pallarés porque a pesar de tener pocos meses en el país rápidamente identificó lo expuesto-, nacen de esa rápida y temporal ocupación de espacios con el objetivo avanzar hacia la terminación de la jugada lo más pronto posible. Otro alto porcentaje proviene de jugadas de táctica fija, pero de ello me ocuparé en otra oportunidad.

Por ende, la invasión de esos espacios –o espacear, lo que según Martin Heidegger es “la ocupación “de los lugares de los que los Dioses han huido-no es sino una aparición fugaz del futbolista en esas zonas, siempre y cuando comprenda que ese lugar es un espacio de paso, nada más.

Uno supone que estas transiciones abundan en el fútbol venezolano por ausencia de cultura táctica y de trabajo en categorías menores, pero también hay que tener en cuenta el estado de los campos de juego, ya que es en esos “potreros” en donde los futbolistas se ven imposibilitados de jugar a la pelota, y en donde se alimenta la vocación de tratar de llegar al área rival en el menor tiempo posible.

Sin ser un conocedor de las dinámicas sociales, siento que la sociedad influye mucho, no en vano se viven tiempos en los que hasta para comer utilizamos un cronómetro; quizá sean los formadores quienes estimulan y aplauden al jugador que prefiere hacer “la de Maradona” antes que apostar por sociedades construidas en pases y desmarques. Pesa también el público (padres y representantes), que invita y aúpa al futbolista a trasladar e intentar maniobras imposibles, lo que trae como consecuencia que el jugador solamente se sienta protagonista cuando traslada y protagoniza jugadas para el recuerdo.

¿Por que hago mención a las etapas formativas? Porque allí es donde el futbolista es más susceptible de aprender y corregir. Algunos entrenadores, ante la dificultad que supone la creación de largas secuencias de posesión, sienten que el fútbol directo, ese que venden como camino más rápido al área rival, es el arma adecuada para estas situaciones. No debe extrañarnos entonces que nos aburramos viendo partidos en los que la pelota va de un arco a otro sin que nadie la baje ni intente hacer otra cosa que sacársela de encima. No se promueve la rebeldía sino el apego a un guión que es tratado como única verdad.

En el ámbito de las selecciones nacionales prevalece este juego de transiciones. Los técnicos se refugian en la ausencia de tiempo de trabajo y apuestan por dispositivos defensivos muy bien entrenados y ataques dependientes de la inspiración de quienes los protagonicen. Ejemplos recientes, tales como la Italia de Antonio Conte, la Alemania de Joachim Löw , el Chile de Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli, y la España de Luis Aragonés, demuestran que aún, sin muchas horas de entrenamiento, es bastante lo que se puede conseguir.

En los clubes influyen otras situaciones que a veces no van de la mano con las intenciones de los entrenadores, pero también les sirve de escudo ante los miedos y las críticas. El propio Bielsa expresaba hace unos años su visión, una que ayuda a comprender la predilección de muchos por “liberar” el ataque a la inspiración del momento:

«El trabajo de recuperación tiene cinco o seis pautas y chau, se llega al límite. El fútbol ofensivo es infinito, interminable. Por eso es más fácil defender que crear».

En muchos casos, no en todos obviamente, da la sensación de que se trabaja mucho en los dispositivos defensivos y se deja que esa transición, ese contragolpe, se base casi exclusivamente en el talento y la velocidad de quienes lo protagonicen, como explicaba el entrenador argentino. A menudo vemos que, más que pases al vacío, son pelotazos con escaso sentido, casi a la espera de que una ayuda divina los transforme en pases gol.

Fui quien conversó con Pallarés en aquella ocasión, y con la intención de prolongar aún más la conversación, lo volví a cuestionar durante la transmisión del partido Atlético Venezuela-Deportivo Táchira que supuso una muy buena victoria de los suyos. Su firmeza en los conceptos invita a que nos preguntemos, tanto entrenadores como medios de comunicación, por qué nos cuesta tanto promover cambios que en otras latitudes parecen naturales.

El fútbol es un juego de infinitas posibilidades y vale la pena explorarlas. La zona de confort en la que habita la gran mayoría no hace sino tapar una de las pocas verdades de este juego: quien arriesga gana. Salvo contadas excepciones, los equipos criollos apuestan desde hace tiempo por la misma idea. Si queremos trascender comencemos primero por dinamitar la zona de confort e intentar nuevas fórmulas. Bielsa no está loco, locos están los que hacen siempre lo mismo en la espera de diferentes resultados.

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