Opinión

Que no se nos olvide quiénes somos…

Uno de los pasos para borrar de la mente del colectivo tiempos pasados mejores, es reescribir la historia para borrar referentes y crear nuevos, concebidos a la imagen y semejanza de la revolución.

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Fotografía: Daniel Hernández

Venezuela no ha sido la excepción y así hemos visto durante los últimos veinte años modificar todo lo que nos era familiar: a nuestro país le cambiaron el nombre colocando entre “República” y “Venezuela” la palabra “Bolivariana” como si se tratara de una religión… Podría ser, porque en muchas ocasiones el chavismo se comporta como una secta.

A nuestra bandera le agregaron una estrella más en 2006, supuestamente basados en un decreto de Bolívar de 1817. Lo que nadie dice es que el fulano decreto fue derogado por el mismo Libertador cuatro años después. Un sinsentido que llegó para quedarse. Al menos por ahora. A nuestro escudo le cambiaron el sentido del caballo, quien ahora va hacia la izquierda en desenfrenada carrera, como el país. A buen entendedor…

Llevaron tierra que supuestamente contiene algo de las cenizas de Guaicaipuro al Panteón, tal vez para crear una nueva épica de los precursores. De la misma manera llevaron los supuestos restos de la Negra Matea, la Negra Hipólita y la aborigen Apacuana. Necesitaban más indios y negros en el Panteón para calmar los complejos de un zambo, contradictoriamente en un país que había sido parejero por excelencia y donde el ascenso social sólo dependía del dinero, no importaba raza ni nivel educativo…

Vimos arrasar las hermosas estatuas del Paseo Colón y colocar en su lugar unos adefesios que son una ofensa para la vista. Algo similar ocurrió esta misma semana, cuando retiraron al León de Caracas que estaba colocado en el kilómetro cero sobre la autopista Valle-Coche para colocar una representación gigantesca de la tal Apacuana, que más bien parece, como dijo Sebastián de la Nuez en Twitter, “una prepago de las que tanto les gustan” a los del gobierno. Cito al periodista Víctor Amaya, también en Twitter: “Érika Farías quitó el león de Caracas (Valle-Coche) y puso a «Apacuana». El problema no es la estatua nueva, es que sustituyan un símbolo de la ciudad. Como si no hubiese espacio suficiente… Y además gastan dinero en esa pendejada pero no recogen basura, ni tapan huecos…”

Como dijo Oscar Wilde, el mal gusto es imperdonable. Y ha sido una constante de la revolución. Para recordar unos pocos ejemplos, cito la pirámide rosada de Juan Barreto, frente a la bomba de gasolina de Fuerte Tiuna, que ojalá demuelan tan pronto caiga este régimen. Que no quede ni un vidrio. He escuchado que fue diseñada y hecha para los rituales de santería que tanto les gustan a los chavistas. Ahora quedó escondida –gracias a Dios- entre las rampas de El Troudi.

También está el ¿cohete? que instalaron en el medio de la Plaza de San Jacinto, mejor conocido como “el condón”. La última vez que lo vi estaba pintado de negro y rojo, una cosa horrorosa cuyo significado –si es que lo tiene- lo sabrán quienes lo mandaron a poner allí.

Mención especial para los esperpentos de Misión Vivienda, que, si están construidos tan mal como feos que son, se caerán en el próximo terremoto. Y ni hablar de las mamarrachadas que hacen en la Gran Misión Nuevo Barrio Tricolor.

Lo peor es que todos esos espantajos han costado millones de dólares que han podido destinarse a paliar la crisis humanitaria que el régimen trata de ocultar, pero que todo el mundo conoce.

Eso de cambiar los referentes es parte del lavado de cerebro que quieren hacerle a nuestra sociedad. Cuando los alemanes invadieron Francia durante la II Guerra Mundial, cuentan de un maestro que, viendo cómo quemaban sus libros de texto, gritó a sus alumnos “¡no importa que los quemen, nosotros los sabemos y los recordaremos, cantemos la canción de la página 2!” y los niños entonaron la Marsellesa. Al profesor lo mataron de un disparo, pero el recuerdo quedó… Que no se nos olvide de dónde venimos. Que no se nos olvide quiénes somos…

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