Cultura

Recuerdos de la Caracas metalera con Candy 66

La banda caraqueña de metal alternativo continúa en proceso de transformación con todo y que sus integrantes están regados por el mundo. Y a propósito de la revisión que han estado haciendo de temas propios y ajenos en el marco de un concepto sonoro diferente al habitual en ellos, Carlos Egaña conversó con Jean de Oliveira sobre otros tiempos más ruidosos

candy
Publicidad

A mis trece, el metal invadía los oídos de Caracas. Me recuerdo, chemise azul, manchas de empanada, dándole ruedita al iPod entre temas de Linkin Park, Black Sabbath, los primeros de Three Days Grace. Eran canciones, ahora que lo pienso, que se repetían en los AMV (anime music videos) de peleas supuestamente épicas; los AMV que captaban millones de vistas en los primeros días de YouTube: ¿copyright, qué? “Brother, había gente acampando afuera,” me contó Fucho sobre la entrada al concierto de Iron Maiden en el estacionamiento del Poliedro: suerte la suya de tener hermanos mayores que lo llevasen, en mi caso, complicado. “Llégate al Puto Bar,” me dijo Tomás en otra ocasión, también dificil entonces. La estampida del concierto de Korn había salido en todos los noticieros, se comentó por años. Y así, cantidad de cuestiones de hierro.

A mis veinticinco, las baterías tan aceleradas parecieran ocultas en foros de Reddit. A veces pienso que eso debe a la aceleración, cada vez más tangible, de nuestros tiempos: temas híper clásicos de bandas como las mencionadas antes y Slayer y Megadeth sobrepasan fácilmente los cinco minutos, ¡cinco! De todos modos, ha sido palpable la ausencia de los pogos, ejemplo de sudor y compromiso mayor a los de cualquier gimnasio, de nuestras plazas y bares.

Sobre todo la sentí cuando me enteré de que Candy 66 pegó sus buenos gritos en las redes sociales con Desde otra ventana, su nuevo proyecto musical y, a la vez, su manera de ensalzar la nostalgia. A través de varios videos con versiones acústicas de sus temas viejos -y otros ajenos-, el grupo y algunos invitados pretenden transformar su fondo, trascender en sus fanáticos y transmitir su espíritu a quien los descubra. Candy 66: ¡cuántas veces me reventé los oídos escuchando Somos otros tras volver del básquet, animado por entender lo que les gustaba tanto a los mayores!, ¡cuántas veces discutí con unas amigas, alejados del resto del festival de gaitas, sobre lo suertudos que éramos de tener sus ruidos tan rudos!

Luego de recordar una Caracas ni tan lejana pero desvanecida, de tímpanos sangrantes y desesperados por descargar, logré contactar a Jean de Oliveira, frontman de Candy 66. Entre risas y ganas de enseñar sobre lo concreto –no las lecciones sobre el sentido común o la historia, muchas veces tomadas por la propaganda, sino las realidades concretas que nuestras identidades han vivido–, conversamos con entusiasmo sobre nuestras memorias. En particular, me pensé privilegiado por escuchar las de uno de los protagonistas de esos tiempos. Aquí, pues, sus palabras para rememorar el pasado más reciente:

-En el año 2000, Candy 66 ganó el Festival Nuevas Bandas. Como protagonistas de la escena, ¿cuáles eran sus impresiones generales de la movida en aquel país?

-Una de las cosas que favoreció a la banda fue, justamente, que no había un medio musical solvente o estable, como sí lo hubo después. En esa época, hablando específicamente de los años que sirvieron para que la banda se formase, desde 1995 hasta el 2000, lo que reinaba era el underground. Se podría decir, y lo digo con bastante seguridad porque lo viví en carne propia, que el underground de la ciudad de Caracas y de otras ciudades del interior tenía más fuerza, se sentía más poblado, era más interesante que la movida que después nació y se comercializó de una forma. Hablo específicamente de lo que vino desde el 2010. Ese primera década del 2000 fue como el nacimiento de la nueva cara de la movida del rock hecho en Venezuela.

No me refiero ni siquiera a los exponentes, me refiero a lo que se sentía como movida: a la calle, a los locales, a los bares, o sea, la movida que se estaba viviendo. Fue el eco inmediato de lo que fue este underground que reinó y reinaba en los noventa, que era muy de bares y de conciertos incógnitos y movidas electrónicas nacientes; llegaban los raves a Venezuela entonces, en 1996. Fue una movida bien colorida, debajo de un velo, ese manto del underground. Los medios de repente no lo veían, pero esa era justo la intención: no mostrarse mucho.

En ese underground había muchas bandas que eran referencias: La Puta Eléctrica, Dermis Tatú, La Muy Bestia Pop, La Calle. Había muchas bandas que estaban haciendo trabajos fuertes, y nosotros estábamos como observando. Eso fue al principio de nuestra formación. Ya en el 2000 nos toca a nosotros y cuando debutamos, la fauna musical a nivel de músicos que existían no estaba tan casada con estos géneros tan anglos del nu metal, del rap metal. Entonces, claro, vimos una oportunidad evidente y la tomamos como no te imaginas. Y la hicimos nuestra. Tuvimos mucha suerte, la verdad, y contamos con muchas personas que nos ayudaron en el camino. Pero sí existió ese vacío de otras propuestas.

Ojo: ese underground del cual te hablo no es tan referido a la movida metal. Porque el metal siempre ha estado como underground en el país y siempre ha estado en una movida deprimida, pero fuerte. Cuesta mucho mantener una banda de metal en un circuito de rock nacional, pero son guerreros y están ahí. Eso siempre estuvo. Yo me refiero más a la movida underground de bandas que ya se salían del clásico género metal, del heavy metal, y de repente hacían vida en esta fauna de personas que iban desde la electrónica y pasaban por el grunge, el punk. Era como una especie de gran familia, el underground, de estas ciudades, Valencia, Caracas, Barquisimeto, Puerto La Cruz, Barcelona.

Otros exponentes antes de Candy que se pueden mencionar, fuera del género metal pero que estaban vinculados a esto del rap metal, son Después de Vieja, Biofobia, Laberinto, bandas como Juan Peyote, Gladys Cordero también. Eran más como punk rock, pero mezclaban algo del metal. Todo eso fue muy cercano a nuestra época. Fue como un despertar a finales de los noventa, que fue cuando ya nacimos. De 1998 a 2000 empiezan a pasar estas cosas en Venezuela como el eco de lo que estaba pasando en el mundo, y nos tocó a nosotros tomar la delantera.

-Tengo la impresión de que a lo largo de la década de los 2000, el metal fue ganando más y más adeptos hasta volverse una movida bastante notable, masiva. Vinieron varias veces grandes del metal como Iron Maiden, Metallica, Korn. ¿Crees que por alguna razón política o por algún descontento, muchísimos hayan buscado drenar con guitarras distorsionadas y baterías veloces? ¿Crees que simplemente unas productoras supieron aprovechar y vender bien un género? ¿Cuál es su experiencia como una banda que vivió y vio esta evolución –si es que consideran incluso que hubo tal evolución?

-Eran dos mundos: estaba el mundo del underground que te comenté, que era donde vivían músicos de todos los estilos, y estaba la movida del metal como tal: las filas del metal. Eso todavía existe y sigue siendo bastante underground, pero es diferente. Hay que saber entender que esa explosión de la que tú hablas, del 2000 en adelante… Obviamente viene de la mano del metal, pero es un subgénero, explotó fue el nu metal. El nu metal a finales de los noventa y casi en la totalidad de la primera década, reinó en las carteleras globales. Ahora no se ve nada de eso, pero los número uno de la época eran Limp Bizkit, Korn, Papa Roach. Ahora el número uno es un cantante de trap o Katy Perry. Volvió el pop. Lo que vivimos fue un eco directo de lo que pasaba a nivel mundial. Y Venezuela no se quedó atrás: Venezuela avanzó bastante en ese sentido.

Eso hizo que bandas como la nuestra entraran en un espectro de medios muchos más comerciales. Nuestros referentes tenían el underground metalero metalero, las filas del metal, y el underground más amplio en el que se incluía a todo tipo de músicos. Nosotros nos encontrábamos en el segundo, nunca fuimos metaleros al cien por ciento. Candy es una banda de metal alternativo, entonces mezclamos muchas cosas. En una canción nuestra puedes escuchar, a grandes rasgos, más matices de grunge y rock alternativo. Obviamente, hay bastantes cosas de metal también. Digamos que es una fusión de 50-50 entre esos dos géneros. Eso nos facilitó poder montarnos en ese tren y aprovechar el empujón de ese vagón.

Yo creo que el tema político sumó bastante, sin duda. La gente estaba hambrienta de descargar. Pero, para ser honestos, creo que va más allá de eso. Siento que lo que vivimos fue como un despertar que tenía tiempo buscándose, y que se venía. La movida de música nacional se merecía eso: bandas nuevas, sangre nueva, bien producida, buenos videos, festivales. Lo que muchas bandas como Dermis Tatú, La Leche, La Calle, Sentimiento Muerto, todos los pilares del underground, empezó a desembocar en nuestra generación. Y nosotros también empujamos para las generaciones que vinieron después. Yo pienso que ese despertar obviamente vino afectado por el tema sociopolítico, pero no le podemos dar mérito a eso por algo tan bonito que vivimos. Creo que fue la misma labor de los músicos y de la misma cultura y del medio, de la gente.

-Ya que comentas que empujaron para los que vinieron después, ¿qué rol crees que jugó Candy 66 en su momento de mayor auge para la música mainstream del país, yéndonos más allá del underground? ¿Creen que han podido influir en los temas más pogosos de bandas como La Vida Boheme y Viniloversus?

-Habremos ayudado, definitivamente. Quizás nuestro rastro afectó más a las bandas de metal que se estaban formando, pero he tenido la oportunidad de hablar con algunos de estos chicos, de bandas así como las que mencionas, y siempre he tenido un buen feedback de todos ellos, que son más jóvenes que nosotros. Siento que es una generación muy inteligente, que hizo las cosas mucho mejor que como nosotros las veníamos haciendo. Y así exponencialmente hacia atrás. Para las bandas antes, no sé si por un tema con la tecnología, era todo como más forzoso. También había mucha más desorganización. Yo siento que esta generación de nuevas bandas ha sido muy efectiva en su planteamiento y de allí han salido grandes exponentes.

Admiro muchísimo el trabajo de todos los artistas venezolanos que lo están haciendo bien, o que al menos se toman en serio producir. Disfruto bastante siempre escuchar. Y, bueno, si influimos o no, tendrían que decirlo ellos, pero de lo que sí estoy seguro es que contribuimos para que bandas que vinieron después de nosotros pudieran tener un desempeño más efectivo a nivel medios, a nivel de movidas. Creo que todo el mundo va como sembrando algo y la generación que sigue cosecha un poco de lo que estaba atrás. Es como una visión en cascada. Siento que de repente puede ser así, pero tal vez haya opiniones encontradas en ese tema.

Candy 66

-En Caracas tocaron en los conciertos de Slipknot, Korn y Papa Roach como teloneros. ¿Hay alguna memoria con algunos de sus miembros que valga la pena destacar? ¿Hubo algún metalero visitante que haya quedado particularmente impactado con Venezuela?

-Con Korn, la primera vez en el Caracas Pop Festival, fue bastante interesante. En ese momento eran los líderes mundiales de la música: eran como los Guns and Roses en los ochenta y principios de los noventa. Estos tipos llegaron escoltados a la zona de camerinos y prueba de sonido en el Valle del Pop. Cada uno llegaba con como tres camionetas de la Policía Metropolitana y motos. Cada uno se bajaba de una camioneta separada, era impresionante. Yo siento que el tour manager de ellos probablemente estaba muy asustado con la inseguridad, o ellos mismos estaban asustados con la inseguridad, y pidieron refuerzos. Era un poco exagerado. Realmente no pudimos hablar con ellos en ese momento porque se bajaban y los tipos iban escoltados. Iba cada tipo con seis policías al lado, como si fueran anillos de seguridad. Después en el hotel, en la entrevista en el Meliá Caracas, conocimos a Fieldy, el bajista: súper pana. También conocimos a Munky, el guitarrista líder. Esa fue la experiencia con ellos la primera vez.

La segunda vez, volvimos a hablar con Munky. Se acordaba de la banda, nos dijo algo como “Yeah, Candy 66. I remember you guys!”. Probablemente no se acordaba nada, pero fue un bonito gesto. También conocimos al baterista nuevo, Ray Luzier, súper pana. Aceptó un par de discos de la banda, estuvo hablando con nosotros.

Con los de Slipknot no tuvimos contacto. Lo mejor del concierto de Slipknot fue que Corey Taylor nos mencionó, nos dio el crédito de que abrimos bien el show. No nos lo esperábamos. La mejor anécdota que yo recuerdo de ese show, fue que el tour manager de ellos era el tour manager de Pantera. Nosotros hemos sido fanáticos de Pantera toda la vida. Y Pantera tiene una serie de home videos bien crudos, bien metal, en los que sale este tipo. Cuando lo vimos, lo reconocimos inmediatamente: él venía escoltando a los músicos de Slipknot. Para nosotros fue más impactante ver al tour manager de Pantera que a los mismos miembros de Slipknot. Claro, es un tema generacional, Slipknot era una banda de nuestra misma generación. En cambio Pantera fue una banda madre, una influencia.

La mejor anécdota de todas fue la que tuvimos con Coby, de Papa Roach. Él se puso en la tarima a ver el show de Candy, se tomó unas fotos con nosotros, y nada, se puso a hablar con nosotros, que le encantó, que le hacía súper feliz estar en Venezuela, que le gustaba el clima, que la gente era muy bonita, que todo el mundo era bien amable, que no sabía que había bandas así en el Caribe. Fue muy bonito, se portó bastante bien. Nosotros estábamos críos y todos embelesados.

-Antes se hacían toques de metal con frecuencia en locales como Sake Bar, el Puto Bar, el legendario Molino, en Sabana Grande. ¿Qué otros lugares recuerdas que hayan sido particularmente icónicos para estos mundos underground que mencionas en Caracas, o en otras ciudades?

-En Caracas había un local que se llamaba Espacio, en La Castellana. Ese bar era el epicentro del underground esos años, 94, 95, 96, hasta el 97. Después lo abrieron en la Libertador, y se puso como un poco más underground todavía. Sin embargo, tuvo bastante arrastre ese bar, Espacio 2. En esos dos bares en Caracas se centró bastante la movida nu metalera y alternativa de esos años, del 95 hasta el 2000. También el bar Doors, en Las Mercedes. Fue el primer bar donde tocó Candy, y que llenó Candy fuertemente. Lo hicimos como tres o cuatro veces y de verdad que fue increíble. Era una experiencia bastante rocanrolera, tocar ahí. Había un bar que contribuía a la distancia, en San Antonio, se llamaba Brooklyn. Obviamente el Molino es un bar que se llevó el corazón de todos. Teatro Bar, por supuesto, es otro que hay que mencionar. Estoy seguro de que se me olvidan otros, pero en Caracas los más importantes que recuerdo son estos que te he mencionado.

Candy 66

En el interior hubo bares tambien importantes para la movida. Todas las bandas del circuito tocaron allí. Para empezar, me voy a oriente con el bar donde mejor se toca por las condiciones técnicas de sonido. Es un bar de madera, la acústica es increíble. Es el bar Tiburón Club, en Barcelona. Después, en Valencia estaba El Ratón, era un bar grandísimo en El Viñedo. También hubo un Teatro Bar en Valencia. Recuerdo El Búnker en Barquisimeto. Garage en Mérida sin duda era el bar, o restaurante-bar, más bonito de todos. Hizo mucha movida: el Garage, de Jaime. De resto, la vida del músico venezolano se switcheaba entre hacer el circuito de bares y hacer festivales, tocar en plazas, tocar en teatros.

-Hay un par de categorías que sonaban bastante entonces, muy relacionadas con el género que hemos comentado, que quisiera revisar contigo. Son los adjetivos de “chacaitero” y “comegato”. ¿Qué opinas de estos adjetivos, te parecen peyorativos o divertidos?

-A mí me parecen más bien como despectivos. Y nunca me sentía aludido con eso porque, como te contaba, a nosotros nos catalogaron inmediatamente de nu metal. Entonces una gran parte de los metaleros de Caracas, a quienes les decían comegatos o chacaiteros, nos veían feo. Otros sí se sumaron a nuestro proyecto, pero una gran parte no. Claro, igual me identificaba mucho con ellos porque yo siempre fui metalero. Al mismo tiempo que escuchaba Beastie Boys o La Corte, escuchaba Iron Maiden o Motley Crue. Pero nosotros fuimos más bien como una especie de híbridos dentro de esa movida, y eso nos ayudó a separarnos de ese tipo de etiquetas. Etiquetas que en mi humilde opinión, más que divertidas –porque sí, todos hemos chalequeado con eso–, siempre sentí que eran despectivas. Que se utilizaban más para excluir que para interrelacionarse.

Publicidad
Publicidad