Espectáculos

Renny dominó las mañanas en los comienzos de la TV

Produjo y animó desde 1955 el primer programa matutino de entrevistas de la pequeña pantalla en Radio Caracas Televisión, émulo adaptado al país del Today’s Show de la NBC, donde realizó una pasantía. Lolita Sacristán, integrante de su equipo como locutora y presentadora, rememora detalles reveladores de esa experiencia

Publicidad
Renny Ottolina
Alberto Veloz, Luis Villapol, Radio Caracas Televisión y colección Lolita Sacristán

Desde su fundación, el 15 de noviembre de 1953, hasta su cierre el 28 de mayo de 2007, Radio Caracas Televisión desarrolló, en sus 54 años de fructífera actividad, una programación eminentemente venezolana, fiel reflejo de lo que éramos como país. Fue el tercer canal más antiguo de Venezuela, y al momento de su salida del aire era el de mayor trayectoria, tras las desapariciones de la estatal Televisora Nacional, fundada en 1952 y cerrada en 1991; y la privada Televisa, fundada en junio de 1953 por el radiodifusor Gonzalo Veloz Mancera y cerrada en 1960, cuando al ser vendida al empresario Diego Cisneros pasó a llamarse Venevisión, que aún emite su señal desde su sede en Colinas de Los Caobos.

La innovación como norte

Radio Caracas Televisión nació, creció y se desarrolló bajo el signo de la innovación. Fue el primer canal en hacer una transmisión vía satélite -la llegada del hombre a la luna en 1968-, el que inició la primera telenovela larga –El derecho de nacer– y el que introdujo la transformación más importante del género dramático, que bajo el nombre de “telenovela cultural” impulsaron notables creadores como José Ignacio Cabrujas, Salvador Garmendia, Julio César Mármol, Ibsen Martínez y Román Chalbaud, en títulos como La Señora de Cárdenas, La hija de Juana  Crespo, Natalia de 8 a 9 y Señora, entre otros.

También allí nació El Observador Creole, cuna de los modernos informativos de la pequeña pantalla, además de ser la televisora que más aliento le dio a la cultura, a través de espacios como AnecdotarioGran Teatro Omega, Teatro Pampero, el Ciclo de Rómulo Gallegos, Clásicos Dominicales, Valores Humanos con Arturo Uslar Pietri y las telenovelas basadas en clásicos de la literatura, como Campeones, de Guillermo Meneses; Doña Bárbara, Pobre negro, Canaima y La Trepadora, de Rómulo Gallegos; Piel de zapa, de Honorato de Balzac; y Tormento, de Benito Pérez Galdós.

El primer talk show hecho en el país, A puerta cerrada, inicialmente con Nelson Bocaranda y luego con Marietta Santana, también salió de Rctv, igual que el primer programa de entrevistas matutino, Lo de hoy, que a mediados de los años cincuenta condujo Renny Ottolina, tres años antes de consolidar fama y prestigio como animador de El Show de Renny y Renny Presenta, los dos musicales más famosos de la TV en toda su historia, sin pasar por alto el célebre Show de las 12 -que luego se llamó El Show de Saume-, conducido por Víctor Saume, su antecesor. Esta vez cabe abundar precisamente sobre Lo de hoy, un programa surgido en la génesis del Canal 2 del que casi nada se sabe.

Lolita Sacristán, Laura Olivares y Renny en el teleférico del Ávila

Del Today’s Show a Lo de hoy

Como mucha gente de radio, al llegar la televisión a Venezuela Renny Ottolina es llamado a trabajar en el nuevo medio. Primero estuvo en la Televisora Nacional y luego pasó a formar parte de Televisa, donde estuvo como locutor de planta y luego como animador de ¿Cuál es su profesión? En 1955 lo llaman de Radio Caracas TV para estar al frente del programa de concursos Tómelo o déjelo y poco después estaba al mando de El Farol TV, espacio cultural patrocinado por la Creole Petroleum Corporation.

Hombre inquieto ante las posibilidades del nuevo medio, Renny viaja a los Estados Unidos con el objetivo de ver cómo se producía el Today’s Show, el exitoso programa matutino de noticias y entrevistas, que desde 1952 emite la cadena norteamericana NBC y que hoy día es considerado uno de los más longevos de la pequeña pantalla en aquel país, cuyas emisiones se hacen desde el Rockefeller Center neoyorkino.

Luego de una pasantía como observador del Today’s Show, y estimulado por Dave Garroway, fundador y presentador del programa, de quien aprendió a organizar las diferentes secciones de la producción en un guión conceptual, e inspirado por su estilo franco y relajado, Ottolina regresa a Venezuela y crea Lo de hoy, que iba de lunes a viernes, desde las 7,30 de la mañana hasta las 9 am.

Era un magazine de entrevistas, cocina, humor, música, concursos y noticias. Allí comandaba un equipo integrado por la locutora Lolita Sacristán, Laura Olivares, secretaria y modelo; la cantante Silvia Palatti, Aníbal Abreu como director musical, Emilio Muñoz como organista, el periodista Felo Giménez, a cargo de las noticias deportivas y Juan Lamata como director técnico.

Era la época en que a Renny todavía no se le conocía como el “Número uno”, apelativo que luego obtendría por múltiples méritos. A través de su desempeño en Lo de hoy comenzó a recorrer el camino que lo llevaría a ese sitial indiscutible. Una de sus colaboradoras indispensables era Lolita Sacristán, quien a través de su participación en el programa alcanzó prestigio y notoriedad como animadora y locutora de comerciales, actividades que compartía con sus estudios de Derecho en la UCV (hoy es una exitosa abogada) y sus incursiones como actriz de teatro, primero de la mano de Juana Sujo y luego, en el Ateneo de Caracas, bajo la égida de Horacio Peterson. Ella es una de las pocas pioneras de esos años iniciales de nuestra TV que aún vive y a sus 85 años recuerda, minuciosamente y con lucidez, esa etapa primigenia.

Lolita Sacristán:  De secretaria a locutora 

Lolita Sacristán tenía 19 años cuando comenzó en TV

Siendo secretaria de la Corporación Venezolana de Fomento, una amiga de  Sacristán la convence para sacar el título de locutora, que entonces otorgaba el Ministerio de Comunicaciones a través de un examen que era un verdadero filtro, pues los que lograban aprobarlo no eran muchos. “Eso fue en 1954 y de 80 pasamos 19”, recuerda. En el jurado estaba José Naranjo Gonzao, o José Nar, como se hacía llamar esta eminente figura del medio en sus programas de radio y TV, entre ellos El mundo marcha así y, a partir de 1958, con el retorno de la democracia, como la voz de La Cámara Venezolana de la Industria de la Radiodifusión opina ante la nación, micro de cinco minutos donde esa institución fijaba su posición editorial ante determinados problemas nacionales, emitido en cadena de lunes a viernes a las 11,55 de la mañana.

-Él me preguntó, después del examen, qué pensaba hacer con el título, y yo le dije que buscar trabajo, a pesar de que en ese momento me desempeñaba como secretaria en la Corporación Venezolana de Fomento. José Nar, que entonces era jefe de relaciones públicas de Radio Caracas Televisión, me citó para el día siguiente a la sede de canal, situada de Bárcenas a Río, y me dijo que lo primero que debía hacer era foguearme en el oficio, pues yo nunca había estado frente a un micrófono. Para ello, me colocó en el noticiero matutino, que empezaba a las 6 de la mañana, leyendo las noticias de sociales. Allí figuraba como narrador Pedro Zárraga, que estaba jovencito, y nos hicimos muy amigos. Esa labor la compartía con mi trabajo en la Corporación de Fomento.

-¿Cómo conoce a Renny Ottolina y termina trabajando con él?

-Frente al lugar en donde se hacía el noticiero, quedaba el estudio en el que Renny Ottolina hacía Lo de hoy. Cuando yo salía de leer las noticias,  el entraba a su programa y siempre coincidíamos. Había dos cubanas trabajando en su espacio y un día él me pregunta si yo era locutora y como a los 15 días me llama a su oficina y entonces me dice: “Mire, el programa que yo tengo está hecho para la familia y estas dos cubanas que tengo no poseen el físico adecuado”. Debo decir que eran exuberantes e iban siempre muy escotadas. Cuando me propone trabajar con él, le dije que sí, aunque sin dejar la Corporación de Fomento. El programa de Renny era hasta las 9 de la mañana y yo a las 8 tenía que estar en la Corporación, pero logré que accedieran que llegara a las 9:30 y el tiempo de diferencia lo trabajaría al mediodía. En la Corporación me pagaban 700 bolívares y el sueldo de Renny era de 800. A mis 19 años ganaba entre los dos trabajos 1500 bolívares, que para la época era muchísimo dinero.

-Yo tenía un carrito, un Ford inglés, pero el tráfico en Caracas era horrendo y siempre llegaba tarde a la Corporación, que quedaba en la avenida Urdaneta, en la sede del Banco Central. Llegó un momento en que mi jefe me llamó para que eligiera entre los dos trabajos, y entre 8 horas en la Corporación y 2 con Renny, pues me quedé con Renny.

Renny con Aníbal Abreu, Lolita Sacristán, Laura Olivares y Silvia Palatti

“Yo invento, usted inventa” 

-¿Cómo fueron sus comienzos en Lo de hoy?

-Cuándo dejé el noticiero para irme a Lo de hoy, le pregunté a Renny qué tenía que hacer yo ahí, y él me decía: “Estar pendiente de mí, inventar: yo invento, usted inventa”. No había libretos, sino que teníamos una pauta: De 7 a 7:20 entrevista con el invitado. A las 7:20 era el desayuno, solo con Renny, a menos que él nos llamara para hacer de las suyas. Era muy divertido. Cuando preparaba un Toddy hacía desastres, era un show todos los días. Desde entonces ya él estaba haciendo sus locuras en televisión. Todos los días inventábamos. De repente nos daba para hacer una cuña de colchones, él se tumbaba en aquellos colchones y luego se ponía a brincar en ellos.

-¿Quiénes más formaban parte del programa?

-Yo estaba como locutora y presentadora; Laura Olivares fue contratada como modelo y secretaria de Renny. Allí estaban también Aníbal Abreu como director musical y pianista y Emilio Muñoz como organista. Luego entraron el periodista Felo Giménez y la cantante Silvia Palatti. Éramos así como una piña todos unidísimos. La gente gozaba con el programa y nosotros también, empezando por Renny. Había música y siempre pasaba algo. Había un noticiero, luego venía Silvia y cantaba y después Felo leía la prensa deportiva. Era muy ameno. Al final todos cantábamos. Por ejemplo, cuando a Billo Frómeta lo metieron preso por lo de la bigamia, ese caso lo agarramos para nosotros. Y cuando salió, hay un disco que en la contraportada tiene una foto de todos nosotros alrededor del piano con Billo, mientras cantábamos con él en Lo de hoy.

-Siempre pasaban por ahí también los artistas internacionales que venían. Recuerdo a una chilena que se llamaba Ella la Inolvidable, que tuvo un empate con Renny, quien se echó una enamorada… Cuando esta cantante, cuyo verdadero nombre era Graciela Luna, llegó de Chile, Renny le dijo a Laura Olivares, su secretaria, que iba a ausentarse para enseñarle Caracas y se perdieron varios días. El ya estaba casado y tenía las dos niñas  mayores. Ella la Inolvidable se quedó aquí un largo tiempo, pues era perezjimenista y luego se mató en un accidente aéreo, porque se fue huyendo a Chile cuando cayó la dictadura.

-Con Renny trabajé dos años en Lo de Hoy. Pero yo tuve mucha relación con él. Inclusive, durante tres años estuvimos juntos en Radio Caracas Radio, en un programa que era de promoción de los éxitos discográficos de entonces, de la música que estaba saliendo. Se transmitía los sábados de 9 a 12 de la noche. Allí lo acompañé como locutora. El estudio se nos ponía full de gente joven. El dueño de una arepera quiso anunciar, pero Renny les dijo que ese era un programa muy fino para hacer cuñas de una arepera. Entonces tuvimos solo dos o tres cuñitas. Se acabó porque no teníamos suficientes patrocinantes.

-¿Cómo era Renny como persona?

-Muy exigente. Y no tenía mucho tacto a la hora de llamar la atención. Por ejemplo, con Laura Olivares era horrible, porque ella cuando entró no tenía ni idea de escribir a máquina. Él la contrató y estaba dando sus primeros pasos, pero después aprendió. Es que estábamos empezando todos. Él inclusive no era todavía el Renny que años después conoció el país en sus shows de TV. Creo que era bachiller y hablaba inglés perfecto, porque el papá lo había mandado a estudiar a Estados Unidos. Pero le ponía mucho empeño a lo que hacía, se lo tomaba siempre muy en serio. Si le tocaba entrevistar, se metía en la noche un puñal sobre el personaje que iría al día siguiente a su programa. Se informaba y se fajaba a estudiar. Esto le dio cancha y después tuvo mucho mundo. Como era un hombre  inteligente y brillante, se fue cultivando. Con la gente humilde era muy déspota. Jamás tuve un roce con él, ni una falta de respeto, nada. Las mujeres del programa éramos como sus pupilas. Él me enseñó a trabajar. Me decía que no aceptara nunca una cuña de puro hablar, sin conocer el producto. Teníamos que pedirlo antes para comprobar cómo era y a partir de allí, conociéndolo, tendríamos mayor oportunidad de hacer bien el comercial.

-¿Cómo era Radio Caracas TV en aquel momento?

-Era un canal pequeño, mínimo. Todo el mundo se conocía. Años después, cuando Renny se iba a sus años sabáticos y volvía a hacer el show, yo lo llamaba. Pero no estuve en su musical, porque era otro tipo de espectáculo. Cuando empecé a estudiar Derecho, trabajé en televisión hasta cuarto año. Tenía cuñas en Venevisión y en Radio Caracas, con eso me pagaba mis estudios. Y conducía un programa para niños en el Canal 4.

-¿Y su familia no se opuso que trabajara en televisión, en una época en que no era usual que una muchacha joven lo hiciera?

-Mi familia nunca se opuso a que yo hiciera nada. Mis padres eran españoles, mi papá de Madrid y mi mamá de Cuenca. Y yo era hija única. Cuando empecé a hacer teatro con el Ateneo, llegaba a mi casa a la 1 o 2 de la mañana. Y mi mamá, esperándome en el balcón, desesperada, me regañaba. “Qué dirá la gente, que te ve llegar todos los días a las 2 de la madrugada”. Y yo le decía que los ensayos eran así, que salíamos muy tarde. Mi papá no se metía para nada, más bien le decía: “Deja que ella haga su vida”. Un día le dije a mi mamá que no pensaba dejar el teatro. Después ella empezó a ir a los ensayos generales previos a los estrenos y ayudaba a coser, a barrer y con ella se iba la vecina nuestra, que era muy amiga de mi mamá.

Un golpe de suerte para Lupita Ferrer

A sus 85 años, Lolita recuerda con lucidez una época estelar de nuestra TV

-¿Qué recuerda de sus estudios teatrales con Juana Sujo?

-Que era muy exigente y cuando ella veía que alguien tenía talento, se dedicaba a él, o a ella, y se olvidaba de los demás. Su escuela quedaba en su casa. Ella vivía en la Calle Real de Sabana Grande, cerca de la Savoy. Después se mudó a la prolongación Los Manolos de La Florida, muy cerca de donde luego estuvo el Nuevo Grupo. Allí estudiaba también Guillermo Montiel, quien se fue al Actor’s Studio de Nueva York y no se supo más nada de él. También recuerdo a José Antonio Gutiérrez, que hizo muy famoso el personaje de Telaraña en la Radio Rochela. Con Juana Sujo hice una obra de teatro circular, La zorra y las uvas, del brasilero Guillermo Figueiredo, inspirada en las fábulas de Esopo. Fue una experiencia muy interesante, porque una obra en esa modalidad no es fácil, ya que requiere de mucha concentración por parte del actor. Después pasé al Ateneo de Caracas, bajo la dirección de Horacio Peterson, por quien dejé el teatro, debido a una mala pasada suya.

-¿Qué ocurrió?

-Horacio quiso hacer Hamlet y él siempre me había dicho que yo haría el papel de Ofelia. Ya había comenzado el primer año de Derecho y no me llamaban para hacer el personaje. Luego supe que a la que habían llamado fue a Elisa Parejo, la mamá de Carlos y Víctor Cámara, que entonces hacía un programa de comedia en televisión llamado Cholita y Petiso, Ella estaba jovencita, pero no tenía nada que ver con el teatro. Me entró una gran tristeza. Me dije: ¿Cómo es posible que Horacio, que ha sido mi maestro durante cinco años, que me ha prometido el rol  de Ofelia, me haga esa mala pasada? ¡A la porra el teatro! ¡No hago más teatro! Lo peor es que Elisa no iba, no se aprendía las letras y deciden botarla, Entonces Horacio me llama de nuevo para el personaje y le dije rotundamente que no: “Entre mi carrera de Derecho y la del teatro, que tú has truncado, me quedo con el Derecho”. Y así me retiré.

La que finalmente salió ganando con esa diatriba fue ni más ni menos que una bellísima y muy joven actriz, recién llegada del Zulia para probar suerte en Caracas, llamada Lupita Ferrer, a la que le dieron el papel, que hizo con tal lucimiento, que propició su entrada a la televisión, el medio de sus grandes éxitos. Lo demás es historia conocida.

-¿Quiénes eran las estrellas de la época?

-Como actrices, Hilda Vera, Eva Moreno, Zoe Ducós, que era una maravilla, una belleza de mujer; llegó de BuenosAires en 1950 con el director y actor argentino Juan Carlos Thorry, a quien había contratado Bolívar Films para dirigir la película Yo quiero una mujer así. Pero ella se quedó aquí y luego se casó con Miguel Silvio Sanz, el jefe de la Seguridad Nacional de Pérez Jiménez, lo que hizo que después de la caída de la dictadura ella desapareciera de la escena por un largo tiempo. En la misma época, América Alonso hacía especiales dramáticos para la Colgate Palmolive y Elvira Mayo, otra argentina, brillaba como protagonista de telenovelas en Radio Caracas. Se casó con Enrique Faillace, uno de los galanes de moda. Era muy bella. Llegó de su país con Jorge Citino, el bailarín, se separaron y ella contrajo matrimonio con Faillace.

-Recuerdo especialmente a René de Pallás, quien vino a Venezuela con la compañía de zarzuelas de su esposo, el maestro Pallás y se quedaron aquí. Un encanto de señora. ¿Pero sabes quién era una bicha? Margarita Gelabert, que tenía a su cargo un teleteatro una vez por semana. Era mala por naturaleza. Recuerdo cuando llegó un muchacho actor uruguayo, que acababa de venir y ella le preguntó en los ensayos de una de las obras, que entonces se transmitían en vivo: “¿Y usted cómo se llama?”. El contestó con timidez: Dante Carle. Y la Gelabert, viéndolo de arriba abajo despectivamente, le respondió en tono burlón: “Bueno, allá usted”.

-¿Había mucha intriga en el mundo de la actuación?

-Yo no la sentí nunca.

-¿Algunos actores que recuerde especialmente?

-Luis Salazar era una maravilla, tenía una voz espectacular. Tomás Henríquez, además de gran intérprete, era también muy buena gente. Carlos Márquez, que jovencito se casó con Juana Sujo y cuando ella muere contrae matrimonio con la cantante Adilia Castillo y mucho después con Dolores Beltrán, también actriz.

-Edmundo Valdemar era la persona más divina del mundo. Estudiaba teatro conmigo en la escuela de Juana Sujo. Después, en el Ateneo, hicimos varias obras. Tenía sentido del humor, era muy divertido. Cuando montamos Calígula, de Albert Camus, él hacía el segundo papel de forma muy notable. En televisión empieza con Peggy Walker a protagonizar la telenovela del mediodía y se empareja sentimentalmente con Rosita Vásquez. Un día lo vi en la esquina de Carmelitas y me dijo que tenía cáncer. “Pero esto no me va a matar”, me confió con su acostumbrado tono afable. Como a los tres meses de eso, murió de un infarto.

¿Por qué escogió la carrera de abogado?

-Es que la carrera de abogado es muy teatral, definitivamente. Tuve varios juicios encompinchada con mi colega Regina Gómez Peñalver. Un día demandamos a una compañía de automóviles y embargamos 93 carros, por el abogado de la empresa, a quien no le querían pagar los honorarios. Una tenía que ser la mala y la otra muy buena. Y Delia, otra abogada, era la que arreglaba el acuerdo. En la profesión de abogado hay mucho teatro.

Vida personal en primera persona

Lolita Sacristán es hoy una abogada exitosa

-He vivido dos guerras: la española y la mundial. Estuve en un campo de concentración en Francia, antes de venirme a América con mis padres. Nací en Madrid y arribé a Venezuela a los 12 años, el 27 de marzo de 1947. Estaba mandando la Junta de Gobierno de Rómulo Betancourt. Llegué en el Normandie, un barco de enfermería que acababan de sacar de la circulación. La travesía resultó horrible, fue horroroso ese viaje. Salió del puerto francés Le Havre.

-Los años que pasé en Francia aprendí francés y hablaba español solo con mis padres. Me mandaron a unas colonias vacacionales y al regreso no quise hablar más español. Empecé a hacerlo cuando llegué aquí. El primer año de bachillerato, en el liceo Andrés Bello para mí fue terrible, con el doctor Dionisio López Orihuela de director. Allí estudié hasta tercer año y me tuve que poner a trabajar. Empecé a hacerlo a los 16 años. Mi mamá llegó con un hombre enfermo (a mi padre le había dado un accidente cerebro vascular), una niña de 12 años y debiendo los pasajes a una familia francesa que le prestó el dinero.

-Había una operación del gobierno para traer inmigrantes. Les daban un mes de hospedaje gratuito y les buscaban trabajo. Llegamos a la pensión Miranda, de Velásquez a Santa Rosalía, al lado de la clínica Venezuela. Mi mamá, trabajando de todo, nos sacó adelante, pero yo llegué a tercer año y empecé a estudiar bachillerato en la mañana y en la tarde taquigrafía y poco después llegue a ser taquígrafa del Congreso de Pérez Jiménez. (“Yo era una enchufada de Pérez Jiménez”, remarca con gracia y muy sonriente).

,-Me gradué en 1966 en la UCV, en una promoción excelente, con gente muy talentosa, como Luis Castro Leiva, una maravilla de ser humano. Luego entré a un bufete donde estaban Efrain Schacht Aristeguieta, que después fue Canciller; Arturo Brillembourg, presidente del Congreso con Pérez Jiménez y Hernán Jiménez Anzola, que fue mi marido y del cual enviudé.

Publicidad
Publicidad