Deportes

Resiliencia Vinotinto

El ciclo de Rafael Dudamel apenas da sus primeros pasos. Pero influenciados en costumbres y obligaciones que nada tienen que ver con nuestra historia, hay quienes exigen lo que ningún entrenador puede garantizar: resultados inmediatos.

Publicidad
(EFE)

Quien escribe estas líneas trabajó, desde agosto de 2015 hasta marzo de 2016, en el proceso de Noel Sanvicente al mando de la Vinotinto, pero a diferencia de lo que ya se convierte en un comportamiento aceptado y aplaudido, no me encontrará usted en la acera de la descalificación a lo que no pertenezco. Es por ello que insisto: este es apenas un proceso que da sus primeros pasos en la consolidación de una identidad propia.

En el prólogo del libro “Fútbol: el jugador es lo importante”, una obra magnífica de Rosa María Coba y Francisco Cervera, Radomir Antic, veterano entrenador serbio que pasó, entre otros equipos por el Real Madrid, Atlético de Madrid y FC Barcelona, deja la siguiente reflexión:

“El jugador debe poder creer en sí mismo durante el proceso de entrenamiento y sus comportamientos en competición le deben dar a la hora de coger una posición, la mayor información en el espacio y tiempo, tanto al tener como perder la posesión… y esto nos devolverá información que supondrá recursos a utilizar en el equipo para avanzar y recuperar la confianza en el vaivén competitivo, al tiempo que nos da pistas sobre su personalidad”.

Fíjese, mi estimado lector, que el ídolo colchonero no hace referencia a numeraciones tipo 1-4-4-2 o 1-4-3-3, que básicamente sirven para engañar a la audiencia y camuflar la ignorancia de quienes las proponen. Lo de Antic pasa por un tema primordial a la hora de crear una identidad: la creencia en lo que se hace, que no es más que saber por qué se hacen las cosas.

La Vinotinto viene golpeada anímicamente. Aún cuando quien escribe no es ni aspira a ser un experto en el tema de las emociones, tampoco es complicado concluir lo que recién afirmaba, y para ello basta repasar la historia reciente: el final del ciclo de César Farías se cerró sin conseguir el objetivo promocionado (la clasificación al Mundial), y la etapa de Noel Sanvicente no pudo convertirse en el revulsivo necesario como para cambiar el panorama.

Por ello, no me parece descabellado hablar de una selección que aún vive en crisis, y que quizá todavía –que sean los expertos los que determinen la veracidad de esta suposición- no haya desarrollado, como ser vivo que es, esa cualidad conocida como resiliencia.

“La resiliencia, según la definición de la Real Academia Española de la Lengua, es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, pero en psicología se añade algo más al concepto: no sólo gracias a ella se es capaz de afrontar las crisis o situaciones potencialmente traumáticas, sino que también se puede salir fortalecidos de ellas”.

La definición pertenece a la Asociación de Oncología Integrativa, con sede en España, y ayuda a comprender en qué anda la Vinotinto mientras muchos le exigen protagonizar la Copa América Centenario.

El grupo que conocemos como selección nacional aún está, si me lo permite, buscando recuperarse de esas dos frustraciones que supusieron lo que antes mencionaba. No va a ser sencillo, y por ello doblo mi apuesta a que el objetivo de Rafael Dudamel y su cuerpo técnico es recomponer emocionalmente a este grupo mientras compiten. En el camino quedarán aquellos que no desarrollen esa capacidad o no se sobrepongan. Dudamel, seguramente consciente de esta situación, ha fomentado un discurso integrador, a sabiendas de que en estos momentos no puede excluirse a ningún futbolista de cara al futuro inmediato.

Hay pocas razones que unan a nuestra sociedad como el deseo de celebrar las victorias de la Vinotinto, pero ganar no es un proceso ni es una causa; el triunfo es la consecuencia de largas noches de trabajo y reflexión. Y esas noches, perdone mi condición de aguafiestas, apenas están comenzando.

“Ustedes insisten en responsabilizar a los jugadores, y los jugadores jugaron casi diría por encima de sus posibilidades. Han ofrecido absolutamente todo lo necesario, ¿qué habría que reclamarles? Lo que pasa es que a ustedes (periodistas) les resulta insuficiente la descripción de dónde está la verdadera responsabilidad. Cualquier líder, si tuviera que describir su responsabilidad en una sola frase, sería: mi función es evitar que los conducidos se dobleguen frente a la adversidad. Este equipo tuvo que afrontar infinitas adversidades. Yo no logré que resistieran. La responsabilidad está en mí, no en los jugadores. Pero como ustedes no creen en lo que estoy diciendo, no avanzan en el análisis. Ustedes esperan otro tipo de miradas para explicar los fracasos: las grietas, las peleas, las diferencias, el cansancio…porque eso genera muchas más posibilidades de avanzar en el análisis. A mí me resultaría muy fácil recurrir a todas esas cuestiones, pero para mí no son ciertas. No tiene que ver con cuestiones tácticas, físicas ni de organización ni de orden. Tiene que ver con que el límite frente a la tolerancia a la adversidad no fue suficiente. Y si usted le pregunta a cualquier especialista le dirá que el líder tiene como función principal aumentar la tolerancia a la adversidad. Hay un término que viene de la física que se llama resiliencia, que es la capacidad que tienen los cuerpos de mantener su forma cuando han sido golpeados. Yo no pude mantener la forma del equipo frente a la adversidad, a pesar de que los jugadores dieron todo para que no sucediera. Y sucedió”. Marcelo Bielsa

Publicidad
Publicidad