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Carmen López, maestra ronera: "Busco la belleza en los aromas y sabores"

Ya es casi una leyenda: una de las pocas mujeres en este oficio. Carmen López de Bastidas está promocionando su nueva creación: el Ron Carúpano 18 Reserva Limitada, otro hijo de su nariz y su paladar nacido en el valle de Macarapana

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Por estos días Carmen López de Bastidas está contenta: ha vuelto al ruedo, a las giras de prensa, al trabajo. Y está promocionando a su nuevo consentido, el elegante Carúpano 18, que le tiene alegre la vida.

«Es una pasión lo que yo siento por mi trabajo», dice la maestra ronera: «Este año encerrada en mi casa, en Maturín, me dieron depresiones porque no estaba en mi trabajo». Lo que quería, claro, era su cotidianidad allá en la Hacienda Altamira, en el valle de Macarapana-Carúpano. Y sin embargo, durante esta ya larga temporada de pandemia hubo cambios importantes en la marca.

En junio, Carúpano presentó -a la distancia, vía zoom- la nueva imagen de sus rones y anunció la incorporación a la línea de la más reciente creación de Carmen López: el Ron Carúpano 18 Reserva Limitada. Este que ahora, finalmente y en encuentros exclusivos, ha estado promocionando en persona: «Tiene una mezcla de rones de hasta 18 años de envejecimiento. Color miel, es un ron con tres tipos de filtrados para conseguir ese brillo y esa limpieza. Encontramos notas almendradas, a coco, a miel, a vainilla. Tabaco y madera, por supuesto, pero muy equilibrada. También notas cítricas, notas florales y la salinidad que es característica de la zona del valle de Macarapana, donde tenemos una montaña y a dos kilómetros el mar Caribe, de donde vienen los vientos marinos que en contacto con las barricas aportan su presencia a los sabores».

Hay algo que no quiere que se pierda de vista: «Nosotros solo usamos rones de distintas edades para crear una fórmula. Nuestros rones no llevan otras sustancias. Lo que hago es alternar rones de distintas edades hasta encontrar el perfil que busco».

Y lo que persigue la maestra ronera es ambicioso y sublime: «Busco la belleza en los aromas y los sabores. Busco el equilibrio, conjugo los aromas y los sabores y me apoyo en mi sensibilidad olfativa y gustativa para equilibrar los sabores».

Después de eso, el vaso servido de Carúpano 18 ya no es el mismo: es ron y algo más que ron. Es la larga historia de esta mujer -la única maestra ronera del país- en un oficio de hombres.

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En 1990 entró Carmen a la empresa. Pero no la buscaron por su nariz, sino por su experiencia en la industria química. Carupanera, había regresado a su pueblo tras renunciar a su trabajo en el departamento de calidad de BASF y mudarse porque a su hija le afectaba la salud el clima de Caracas.

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«Era el destino, que me estaba llamando», dice hoy: «Una persona que trabajaba en la Destilería y que sabía lo que yo hacía, me buscó para proponerme un empleo en Carúpano. Yo estaba escéptica porque no conocía esos procesos». Pero aceptó. Y los dueños de la empresa -«los señores Morrison»- le asignaron a un asesor. Su misión no era buscar la belleza, sino el orden: tenía que crear el departamento de calidad porque no había tal cosa en el valle de Macarapana.

«Tuve que crear normas y procedimientos en una empresa que se podría decir que era artesanal, pero con un ron de excelente calidad». Y era la única mujer: «Estaba yo en la planta, con puros hombres, y empiezo a crear unas normas de calidad… Eso no fue visto con buenos ojos. Esta mujercita chiquita, dándole órdenes a esos hombres que tenían 20 años ahí…».

Y tuvieron que entender que todo empezaba a cambiar en aquella planta de la que salían las botellas de Real Carúpano Extra y Real Carúpano Oro. Y era mucho lo que había que hacer: «En la Destilería no existía ni siquiera una fórmula escrita de los rones. Nada estaba estandarizado, era como hacer una sopa. Me tocó estandarizarlas para poder tener una cédula de los productos».

Así fue como Carmen López se convirtió en la persona que mejor conocía los rones de la Destilería Carúpano. Y no tardó mucho en hacer otro aporte a la marca: «Al año me tocó diseñar la fórmula del Solera Centenaria y comenzar a hacer la del Legendario». Es decir, los primeros premium y súper premium de Carúpano. Y el paso a un nuevo oficio inesperado, al nacimiento de una pasión.

En algún momento de la conversación dice: «Los señores Morrison me confiaron su empresa». A su nariz, a su paladar. Y esa fue una apuesta que ganaron. Costó tiempo y esfuerzo, pero «esta mujercita chiquita» encendió la chispa para la transformación de la empresa y de sus rones de altísima calidad: el portafolio de Carúpano y sus premios, hablan por ella.

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