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Ruanda: Del país del genocidio al paraíso tecnológico africano

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Foto: AP

Las calles a las que hace dos décadas solo salían quienes llevaban un machete han sido tomadas hoy por jóvenes con portátiles, teléfonos inteligentes y todo tipo de «gadgets»: son las nuevas armas con las que los ruandeses quieren reescribir su historia.La generación que no ha vivido el genocidio de 1994 -aquella primavera en la que fueron asesinadas cerca de 800.000 personas- ve en la tecnología una promesa de «desarrollo, progreso y éxito en la vida», explica a Efe Aphrodice Mutangana, un emprendedor de la incubadora de empresas KLab, en Kigali.

Unas oficinas diáfanas, decoradas con colores vivos y donde se cruzan cables y portátiles con máquinas de «snacks» y un futbolín activan la fantasía de entrar en el Google africano en los jóvenes que visitan el KLab por primera vez. Llegan sin trabajo, pero con buenas ideas.

«La K es por «knowledge» («conocimiento», en inglés), aunque algunos creen que es por (el presidente de Ruanda, Paul) Kagame», bromea Aphrodice, en una entrevista durante un viaje organizado por la International Women’s Media Foundation (IWMF).

No en vano, el Gobierno ruandés es uno de los principales impulsores de este espacio para desarrolladores de software, donde pueden trabajar, usar internet y recibir asesoramiento gratuito.

Joseph Manzy es uno de sus casos de éxito. Él y sus socios han creado una aplicación móvil que ayuda a los productores de leche, una de las principales industrias del país, a conectar con el mercado para aumentar sus ventas.

El propio Mutangana recaudó 1,7 millones de dólares para supervivientes del genocidio a través de «Incike», una aplicación por SMS, y ha creado otra de alfabetización sanitaria, MHealth, que recopila síntomas de enfermedades comunes en un país donde hace tres años había menos de 200 especialistas.

Sus hazañas suman argumentos al plan gubernamental «Vision 2020», que afirma que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) van a sacar a Ruanda de la pobreza.

El objetivo, transformar Ruanda en una economía de renta media, se logra a pasos agigantados: desde 2000, se ha pasado de una renta per cápita de 230 a 630 dólares y la pobreza se ha reducido en un 20 por ciento, según datos del Banco Mundial.

Aunque el programa aspira a llegar a una renta media de 900 dólares y quiere reducir la pobreza al 30 %, el objetivo de esperanza de vida ya se ha cumplido, al llegar a los 64 años.

Pasar de una economía agraria a otra de la información y el conocimiento es la clave de esta revolución, que se fragua con inversiones en infraestructuras, la expansión del teléfono e internet y la oficialidad del inglés, que ha hecho bilingüe a una población que ya hablaba francés.

Más allá del ático del KLab, en el país que quiere ser el centro tecnológico del este africano, la mayoría trabaja en colinas sembradas de bananas, sorgo o té, por salarios que no superan los 30.000 francos ruandeses al mes (unos 40 euros).

Exceptuando el té, el café y las flores, la productividad del campo es tan escasa que solo aporta el 32 % al PIB, pese a emplear al 85 % de la población.

En su choza, amueblada con cajas de grano sobre un suelo de tierra, Mutumwinka Jackline enumera las dificultades que tiene para sobrevivir con el maíz que cultiva en la aldea de Ubwiza, en el este del país, y la leche que da una de sus escuálidas vacas; la otra ni siquiera produce.

A las afueras de Kigali, un grupo de viudas del genocidio relata sus esfuerzos para que la granja de cerdos les salga rentable. «Es muy difícil conseguir para comer», dice Mukankubiyo Epiphanie, que aprovecha las sobras de su puesto de comidas para alimentar a los animales.

A sus hijos y nietos les espera un futuro más brillante, augura el Gobierno ruandés. Y las TIC, que por el momento solo representan el 3 % del PIB, se presentan como el mejor aval.

No en vano, Ruanda es el primer país en políticas de promoción de las TIC para la transformación social y económica, según un informe del Foro Económico Mundial.

«Todos nosotros, nuestra generación, queremos desarrollo, progreso, no queremos ser como éramos antes. Queremos soluciones para esta África y esta Ruanda», resume Aphrodice.

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