Opinión

¿Sabe usted quién fue Jorge Abelardo Ramos?

En marzo de 2015, Nicolás Maduro, desde el pabellón de Argentina en la Feria Internacional del Libro de Caracas, hizo un recordatorio del político y escritor argentino Jorge Abelardo Ramos, autor, entre otros títulos, de “Historia de la Nación Latinoamericana”. En 1973, el naciente Movimiento al Socialismo (MAS) exhibía posturas coincidentes con el pensamiento de Ramos, en voz del recientemente fallecido José Vicente Rangel, quien validaba los métodos de lucha y en especial la movilización de masas del peronismo

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El Frente de Izquierda Popular (FIP) fue un partido político argentino fundado por el político e intelectual Jorge Abelardo Ramos (1921-1994), creador del movimiento político-ideológico Izquierda Nacional. La organización y su líder proclamaban el papel que debía jugar el “socialismo revolucionario” en un país dependiente y sometido por la oligarquía y el imperialismo, como Argentina. En las elecciones de marzo y septiembre de 1973, apoyaron al peronismo, al que veían un movimiento nacional mayoritario en su lucha contra el statu quo.

Consideraban al movimiento liderado por Juan Domingo Perón como un frente de clases. Se trataba de “un gran movimiento de masas” y, por ende, esencialmente democrático. De allí que estuviera llamado a producir medidas democráticas, populares y revolucionarias.

El socialismo como problema

Ramos sostenía que el socialismo era un sistema económico, un modo determinado de organización de la sociedad con viabilidad en la Argentina,  a la que definía como una sociedad capitalista dependiente.

Como en toda sociedad capitalista, allí se confrontaban dos clases fundamentales. Una, la burguesía, que acapara colectivamente toda la riqueza que sirve para producir, es dueña de las fábricas, los bancos, los sistemas comerciales, la tierra y el subsuelo. La otra, los trabajadores, que deben «venderle» a los propietarios de los medios de producción, por un salario, su capacidad intelectual y física de trabajo, sin tener acceso ni a la dirección ni al producto de ese trabajo.

El socialismo invierte esa estructura. Significa la democratización de la economía. La propiedad conjunta por todos los trabajadores de los medios de producción y de cambio, a fin de que no sirvan para el privilegio de unos pocos, sino para el progreso, la nivelación social y el logro de la felicidad colectiva.

Desvinculación histórica

La izquierda tradicional pretendió imponer esquemas importados de Europa o subordinar el “proceso de liberación” a la política internacional de la burocracia soviética y sus adláteres. Hablaba de un «obrerismo» en abstracto, “deslindado de la experiencia histórica de nuestro pueblo”. Según Ramos, un país semicolonial como Argentina, en la búsqueda de la liberación, debía recorrer, inevitablemente, el sendero de la lucha por su liberación. El socialismo surgiría, ineluctablemente, a partir de la experiencia viva de las masas.

El peronismo como problema

Jorge Abelardo Ramos no juzgaba al peronismo ideológicamente, sino por su práctica política concreta, por su papel en el proceso social argentino. Ese papel era progresista, porque había encarnado un primer paso en la toma de conciencia nacional y social. Un primer proyecto de liberación frente a la oligarquía y el imperialismo. Pero ese proyecto, considerado en sí mismo, estaba condenado a la derrota (es decir, a la caída del peronismo, como ocurrió en septiembre de 1955), porque intentó una liberación nacional sin romper las barreras de la estructura capitalista interna, sin expropiar a la oligarquía y al conjunto de los monopolios extranjeros.

Fue la expresión argentina de un vasto ciclo de movimientos nacionales alrededor de la Segunda Guerra Mundial, para luchar contra el imperialismo, conquistar la independencia nacional y desarrollar las fuerzas productivas estancadas en las colonias y semicolonias. En algunos países, dichos movimientos adquirieron un carácter abiertamente socialista al mismo tiempo que patriótico; en otros, fueron dirigidos por la pequeña burguesía.

Perón en 1973

Ramos destacaba que Perón era el único ciudadano argentino impedido por la Junta Militar gobernante para presentar su candidatura en el proceso electoral de 1973. Este hecho hería de muerte toda ilusión de comicios democráticos. Estando “expatriado e infamado” desde hacía casi dos décadas, lo estaba por sus méritos, no por sus errores. Defendía en la figura del líder militar a las masas populares que en él se reflejaban. Pero enfatizaba en que las “banderas socialistas” que él y el FIP levantaban eran más avanzadas que las que enarboló Juan Domingo Perón en 1945 y aún en 1973.

Perón personifica la voluntad mayoritaria de las masas despojadas de su soberanía por las clases dominantes. Y es a través del “líder expatriado” que esas mayorías habían mantenido su cohesión. Pero el largo exilio del líder burocratizó e inhibió la estructura política y sindical del peronismo. A través de esas estructuras, ejercen su influencia intereses conservadores y conciliadores con el régimen oligárquico. Asimismo, la dirección de los grandes sindicatos era tutelada por los gobiernos de turno.

El Perón reformista

Tras llegar de su exilio de 18 años (1955-1973), Perón señaló la necesidad de lograr una coincidencia alrededor de puntos mínimos, que se sintetizó en la pacificación, la normalización institucional y la reconstrucción nacional.

Consideraba que en los países modernos las divisiones partidarias ya no tenían sentido, como en el caso de las naciones de Europa occidental, que lograron sobrevivir y renacer gracias a las coincidencias de sus fuerzas políticas. Recalcaba que el fracaso de la tentativa conciliadora traería aparejada la “sombría perspectiva” de los enfrentamientos, y terminó exhortando a los partidos a que hicieran el esfuerzo de reunirse alrededor de un programa común, al margen de los apetitos sectarios.

Liderazgo elusivo

El líder justicialista exigía -según Ramos- la supresión de las tendencias internas, en particular las que podían caracterizarse como de izquierda. Ello, debido a que el rasgo peculiar de las corrientes de derecha reside en que al apoyar “el inmovilismo social”, la “reacción política” no eleva tales aspiraciones al plano ideológico-declarativo, sino que usualmente aclama la infalibilidad del jefe y “exorciza contra los espíritus malignos” que lo amenazan.

Perón deseaba quedar en libertad para desarrollar una política de izquierda cuando lo juzgara conveniente. Pero sin izquierdistas en el movimiento justicialista. Supone que una gran corriente de izquierda en el peronismo podría consolidarse, “echar alas” y presionarlo si, llegada la ocasión, se otorgara más prerrogativas a la burguesía nacional o se negociara en algún momento con el imperialismo. Es decir, podría llevarlo a enfrentar dificultades imposibles de predecir.

El Perón “bonapartista”

El bonapartismo es el poder personal que se ejerce aparentemente «por encima» de las clases en conflicto. Toma el papel de árbitro en la pugna, pero realizando en los hechos la política de una de ellas. El contenido social del bonapartismo depende de la relación de fuerza entre las clases sociales y, a la vez, surge cuando hay cierto equilibrio entre ellas. Perón era un jefe bonapartista, que desarrolló en sus dos gobiernos anteriores (1946-1955) una política nacional popular profundamente progresiva, expropiando el poder político a la oligarquía, con el apoyo del Ejército y de los sindicatos.

Deseaba actuar en el gobierno, a partir de 1973, con la flexibilidad y ausencia de control características de los regímenes bonapartistas. Algo similar al estilo político que lo distinguió durante el período 1945-1955. Eso fue posible en esa época porque el país disfrutaba de la prosperidad de la posguerra. Llegó al gobierno en 1946, como resultado de una gran ola de riqueza acumulada. Por el contrario, en 1973 arribaba por tercera vez al poder rodeado de dificultades crecientes.

Para Ramos, las clases que componen el movimiento peronista y aquellos sectores que en esa oportunidad lo habían apoyado carecían “del gran elemento cohesionante” del primer período. Por esa razón, los antagonismos internos en el peronismo asumían formas brutales. De alguna manera, expresaban la cólera reprimida de tales clases, deseosas de regresar a la época de la prosperidad, unas por medio del socialismo y otras mediante un acuerdo con la oligarquía.

MAS cerca del peronismo

Líderes del recién fundado Movimiento al Socialismo (MAS) fueron invitados por el peronismo a los actos de investidura del presidente Héctor Cámpora. Fue la única organización política no estatal convocada a esa cita. Estuvieron representados por su candidato presidencial para la época, José Vicente Rangel, y por uno de sus líderes fundadores, Teodoro Petkoff.

Rangel catalogaba al peronismo como un movimiento no solamente de masas, en el que participaban el pueblo argentino, sus trabajadores, sus obreros, sino que también rescataba el fenómeno de la protesta, de la insurgencia de la juventud argentina. Esta última, “por vía de la fe”, del optimismo, de la participación, estaba comprometida abiertamente con el proceso de transformación social.

Entender el fenómeno peronista

Manifestaba Rangel que la izquierda latinoamericana no había hecho un mayor esfuerzo por analizar de manera seria lo que significaba el peronismo, tanto en su experiencia de gobierno como en los 18 años de resistencia opositora de esa formación política. Llamaba a analizar racionalmente su esencia popular y su orientación.

Entretanto, expresaba que el peronismo debía tratar, por todos los medios posibles, de establecer puentes con la izquierda latinoamericana. Abandonar la “insularidad” que caracteriza al movimiento, por muchas razones y circunstancias; por el desprecio que en un momento tuvo la izquierda tradicional hacia el peronismo, debido a las falacias propagadas por el “sector democrático”. De ellas se hacían eco la derecha argentina e internacional. Eso condujo a un progresivo aislamiento y a cierto desprecio por el logro de una relación y una acción común entre los llamados sectores progresistas del continente.

Las medidas de Cámpora

Rangel indicaba que el propósito de la dirección del peronismo era, en primer término, la decisión de avanzar resueltamente hacia una transformación socialista de la sociedad argentina. Destacaba que las primeras medidas de Héctor Cámpora tendían, justamente, a enfrentar a aquellos factores, de tipo militar y económico y de corte oligárquico, que pudieran albergar ilusiones o presionar, en un momento dado, para cambiar la orientación del recién estrenado gobierno.

Dos vías

Según Rangel, el pueblo argentino había sido “extremadamente sabio” en la utilización de todas las vías y los recursos para enfrentar a las clases dominantes y a la dictadura militar. Había desarrollado un intenso combate en la calle. Y a su vez, la acción de las organizaciones armadas había logrado un alto desarrollo. Ello, sin que se hubiera contrapuesto a la actividad de movilización popular desarrollada por el peronismo.

Ese proceso no se había cumplido en Cuba, donde no hubo una organización de masas durante la lucha contra la dictadura. Tampoco se cumplió en Chile, pues no hubo allí organizaciones armadas. En este último país, el proceso discurrió a través de los cauces exclusivamente legales de la lucha de masas. En cambio, en Argentina se constataba la utilización de ambas vías. El empleo de los organismos o aparatos armados con una gran eficacia y, al mismo tiempo, la utilización al máximo de la movilización de masas.

En la visión de Rangel, cada país utiliza los medios y los recursos de acuerdo con sus características propias. La izquierda latinoamericana tenía que repensar lo que significaba o representaba el fenómeno peronista, contemplando la utilización de “todos los métodos de lucha”, con el fin de llevar al pueblo a la conquista del poder.

Abogado UCAB-Internacionalista UCV

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