Salud

Aprender a vivir después de la COVID-19: 7 semanas para hablar, 8 para sentarse en la cama

Es difícil recuperar las condiciones de antes debido al desgaste muscular, debilidad respiratoria y problemas cognitivos como dificultades para hablar, pérdida de memoria o ansiedad. Todo provocado por el coronavirus. Los sobrevivientes deben reaprender hasta las funciones básicas

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aprender a vivir después del COVID
Pierre-Philippe Marcou / AFP |Hazel Ward / AFP

Cada vez que un paciente que estuvo grave por COVID-19 sale del hospital, atraviesa un pasillo de aplausos y globos. El paciente suele caminar despacio, un poco abrumado, y siempre acompañado de algún familiar o enfermera. Y es que, después de recuperar la respiración autónoma y reafirmar sus signos vitales, a esa persona le toca la dura etapa de aprender a vivir otra vez.

«Pensé que iba a morir. Había ratos que me ahogaba tanto que no reaccionaba», musita, con un hilo de voz, Rosa María Fernández, una paciente española de COVID-19 que, a sus 71 años, se anota como una de esas sobrevivientes, de esos seres afortunados que le ganaron al coronavirus.

Sobre el mes que estuvo peleando por su vida en los cuidados intensivos del hospital madrileño Gregorio Mrañón, Rosa dice: «Estaba muy mal, muy mal, muy mal… Estaba más para allá que para acá. Parece que Dios me ha dejado un poco más de tiempo. Me ha pasado la muerte».

Todavía muy débil, Rosa ha recorrido un largo camino desde que fue ingresada de urgencia en el hospital el 6 de marzo, días antes de que las infecciones se dispararan en España, que acumula cerca de 29.000 defunciones por la pandemia.

Como muchos pacientes con COVID-19 en España, estuvo profundamente sedada e intubada hasta que pudo respirar por sí misma.

Salir de la unidad de cuidados intensivos fue solamente la primera etapa de un largo periplo hasta la completa recuperación, que ahora pasa por una amplia rehabilitación.

Comer, sentarse, hablar

Después de ocho semanas en la planta del hospital, Rosa ha progresado mucho recientemente en esta misión de aprender a vivir de nuevo. Puede sentarse y comer.

«Hablaba muy mal hasta hace una semana», dice sentada en una silla de ruedas junto a su cama, con un dejo de orgullo en su nueva voz, todavía balbuceante.

«Ahora me estoy sorprendiendo de que puedo hablar y que me entienden», añade entre esforzadas inhalaciones.

Detrás de ella, un monitor muestra al detalle sus niveles de oxígeno que los médicos a su alrededor revisan atentamente, para asegurarse de que no se sobrepasa en sus ganas de hablar.

aprender a vivir

El precio de sobrevivir

Las largas estancias en la Unidad de Cuidados Intensivos suelen dejar al paciente con secuelas que afectan su calidad de vida. Pueden padecer desgaste muscular, debilidad respiratoria y problemas cognitivos como dificultades para hablar, pérdida de memoria o ansiedad.

Es recuperable pero para ellos deben aprender a vivir otra vez.

La rehabilitación es fundamental en estos casos, asegura Rubén Juárez Fernández, un especialista en rehabilitación de 39 años que atiende a los pacientes salidos de cuidados intensivos.

«Hay que intentar que tengan la menor discapacidad posible de cara al futuro y que tengan las menos secuelas posibles en su domicilio, en su vida diaria», explica.

La fisioterapeuta Laura García Montes, de 30 años, ayuda a Rosa a recuperar el movimiento de sus extremidades y le enseña  ejercicios respiratorios para mejorar la función pulmonar.

Aunque todavía no puede andar, aprender a sentarse fue un punto de inflexión, explica la fisioterapeuta.

«Rosa lleva mucho tiempo aquí ingresada, más de dos meses. Y ahora ya se ve capaz de hacer cosas, colabora más, está más contenta y más activa. El tratamiento va más rápido», estima.

Estos pacientes requieren un mayor cuidado porque, al cambiar de posición, pueden sufrir náuseas o problemas para respirar.

«Aunque va a costar un poquito, con trabajo, queremos ponerles de pie, que aguanten sentados sin que se mareen o sin que se caigan», explica Laura García.

El reto de vestirse sola

Además de sentarse, Rosa puede utilizar nuevamente sus manos y está aprendiendo a emplear cubiertos, explica Marta García de Francisco, especialista en terapia ocupacional de 39 años.

«Se observa que muchos pacientes están perdiendo la autonomía y la capacidad de manejar las manos como hacían antes, para poder vestirse o simplemente llevarse la cuchara a la boca», señala.

«Puede ser por el problema de la inmovilización de la UCI, que crea una debilidad muscular o por problemas neurológicos que se están viendo en pacientes que han pasado la COVID-19», apunta.

También están trabajando la estabilidad de su torso para que pueda llegar a levantarse y vestirse por sí misma.

Pero desconocen todavía cuándo podrá abandonar el hospital.

«Vamos semana a semana. Igual que pudo ir a planta y ahora vemos cómo se puede sentar, lo siguiente es ver cómo se puede poner de pie o cómo hace su día a día de aseo, vestido, comida», dice el doctor Juárez.

Lo que se busca es hacerla cada vez más independiente. Para eso es el servicio de rehabilitación.

Después de rozar la muerte, Rosa solo piensa en llevar una vida normal.

«Ahora veo mejoría cada día. No estoy perfecta, pero estoy mejor. Llevo dos meses y me falta porque todavía no me he curado de esto», reconoce.

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