Venezuela

"Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir"

Es la 1:06 minutos y estoy entrando a mi casa de regreso de la apoteósica Toma de Caracas. Escucho en la televisión a Maduro vociferando. Que si los de la “derecha” son sólo dos mil quinientos (luego como que le dijeron que subiera la cifra y llegó a veinte mil). Si fuera así, ¿cuál es el miedo a contarse?... Que si a él “le llegara a pasar algo” (el mismo disco rayadísimo), que salieran a la calle. Que hay que “defender a Chávez” (¿seguirá viéndolo o sólo es el pajarito?) y por último, el golpe de estado: el decreto para eliminar la inmunidad parlamentaria de los diputados.  

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Yo puedo hablar de lo que yo viví: ríos de gente entraban y salían de la Francisco de Miranda. Nos asomamos por el puente de la Libertador y otro río de personas que venían de oeste marchaban gritando consignas que pedían el revocatorio. Todo en orden, todo en paz. No hubo atisbos de la tan anhelada violencia que quería el gobierno para culpar a la oposición de “golpistas”. Creo que eso ha debido enloquecer a Maduro. Entre la amenaza de Reverol de “usar armas químicas y letales” y la de Maduro de allanar la inmunidad parlamentaria, comprobamos una vez más dónde están los golpistas.

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Tal vez quienes vieron los videos y fotos en el exterior no creyeron que estábamos protestando. Pero es que los venezolanos somos alegres hasta para protestar. Lo que sí queda para los récords es la irreductible voluntad demócrata de la gran mayoría del país. Súmenle a la convocatoria el millón y medio de personas que han emigrado.

Pero hubo tres muchachos que impresionaron a todos los marchistas: con caras graves sostenían una pancarta que decía “Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir”. Y es que Maduro y su combo nos han arrebatado hasta el derecho a soñar. Aunque el presidente asegura que duerme como un bebé, estoy segura de que esta noche no pegará un ojo.

Llegó un momento en que la cantidad de gente por metro cuadrado era tal, que no se podía ni respirar. Eso me hizo sentir muy feliz. Ancianos, bebés en coches, gente joven, gente de mediana edad… Muchachas embarazadas. Jóvenes portando sus consignas. Todos atendimos la convocatoria.

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Yo no escuché el himno… había demasiada gente y demasiada algarabía. Y entonces apareció el dron. Le tomé fotos. Y lo aplaudí. Era totalmente ilegal haber prohibido el uso de drones, pero el miedo es libre y el régimen está aterrado. Todos aplaudimos que el dron apareciera. Una hora antes habíamos pitado al helicóptero de los órganos de seguridad del estado.

En fin, fue un exitazo para la oposición. Psicológicamente fue aún más exitoso. Las fuerzas del orden público se dieron cuenta de que no podían contener los ríos de gente que querían manifestarse en paz. Una demostración de que el pueblo unido sí puede. Y la fuerza que se saca de un hecho así es inconmensurable. Llamamos la atención del mundo entero, a pesar de todas las marramuncias del gobierno para evitar que saliéramos. Y sólo fuimos los caraqueños, porque el régimen logró cerrar las vías de acceso a Caracas, una ciudad muy pobre estratégicamente hablando.

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Ya el mundo entero tiene los ojos puestos sobre Venezuela. Ahora tienen la palabra las doñas del CNE. ¿Se atreverán a decir que no convocarán el revocatorio para este año ante tal manifestación de voluntad popular?…

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