Venezuela

Tachirenses disminuyen el consumo de proteínas y dejan su alimentación a la suerte

Cada día se ve más menguada la posibilidad de llevar una alimentación rica y balanceada. Los altos costos de los alimentos han logrado que muchas familias cambien de manera drástica y obligatoria su consumo y se inclinen por opciones económicas, dejando a un lado las recomendaciones nutricionales y olvidándose de la ingesta de proteínas.

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Fotografía: Rosalinda Hernández

En el estado Táchira, la capacidad de compra de alimentos ha caído notablemente. Pese a hacer grandes esfuerzos, los habitantes de la entidad no logran reunir lo necesario para adquirir alimentos ricos en proteína animal para llevar un desarrollo sano y balanceado.

Jacob Abraham es un usuario que recorría los pasillos del mercado de los pequeños comerciantes en San Cristóbal, – uno de los más concurridos de la ciudad -, desde donde señaló que su capacidad de compra ha disminuido como la de la mayoría de los venezolanos. “La inflación nos lleva cada día a consumir menos cantidad de alimentos”.

Buscar mejores precios lleva a los consumidores a recorrer varios lugares o visitar más mercados populares para comprar los productos. Marlene Duque fue contactada mientras compraba lo que se conoce como “recortes de pollo”, algo que, aseguró, que es lo que ahora puede comprar por ser más económico y rendidor.

“Un kilo de recortes sale en bs. 28.000 y trae trozos de pechuga, muslos, alas y costillar. Antes compraba solo pechuga entera o muslos, ahora es inaccesible para mí. Un kilo me alcanza para tres días, una vez al mes es que lo puedo comprar y ni pensar en llevar carne porque es imposible. Ha cambiado mucho el tipo de alimentación que llevamos”, comentó la tachirense que siente la pérdida del poder adquisitivo cada vez que va al mercado.

Para Gloria Pineda, la situación es más difícil porque gana bolívares y todo se paga en pesos colombianos o dólares, explicó.

“Mi sueldo es de bs. 40.000. Soy ingeniero en producción animal con maestría, diplomado y doctorado”, se quejó la tachirense que al ser contactada por este medio compraba un kilogramo de costilla de res en bs. 25.000, un poco más de la mitad del salario devengado al mes.

“La compré porque hay fiesta en la casa, es el cumpleaños de mi sobrina. Ahora es fiesta para nosotros hacer una sopa de costilla, antes hacer ese plato era algo común y corriente, como asar carne o comer pollo. Ahora no, solo tenemos para la sopita nada más. Vamos a usar solo medio kilo para la sopa y tiene que alcanzar para las 10 personas que hay en la casa”, lamentó.

La disminución de la proteína animal en la mesa de los hogares tachirenses es una de las quejas más comunes entre los entrevistados. Sustituirla se hace cada vez más difícil.

“Si hacemos un perico de ahuyama no le ponemos huevos porque el cartón está a bs. 40.000. Ahora hacemos arroz con pollo, sin pollo; los espaguetis que se hacían con carne molida, ahora se hacen solo con cebolla y si acaso hay para un tomate porque están muy caros. Los sándwich los hacemos sin jamón ni queso y con el pan duro”, manifestó Pineda.

Meses sin ver la carne

Hasta ocho meses han pasado algunas familias del Táchira sin consumir carne a pesar de ser un estado referente en la producción de la proteína animal.

José Vivas, un tachirense de 40 años, dijo que desde diciembre de 2018 no comen carne ni él ni su familia.

“Desde el año pasado que hicimos las hallacas no probábamos la carne. Es muy cara y el sueldo mínimo que uno gana no alcanza para comprarla. Por eso no podemos comprar ni carne, ni pollo, solo se come arroz con granos, sardinas o huevos, lo más barato que salga. Hoy vamos a hacer fiesta porque compramos carne”, dijo.

Vivas compró un kilogramo de la pieza conocida como “pulpa negra” y precisó que la debían compartir entre al menos 15 personas, todos miembros de la familia. En años anteriores -precisó- le alcanzaba el dinero para comprar la pieza completa y comer hasta un mes entero.

Las extremidades del pollo se han convertido en “una opción muy económica” para quienes buscan la proteína, señaló Gersolina Pinzón, desde el mercado de pequeños comerciantes de San Cristóbal.

La ama de casa recorrió no menos de 10 puestos de mercadería para consultar el costo de los productos, comparar los precios y decidir según la economía y lo disponible en su presupuesto.

“Los precios son tan altos que ya uno no sabe ni qué comer, siempre busco lo más económico, cuando se puede se compra muslos pero hoy llevaré paticas de pollo para el caldito y después se guisan. El kilo sale en bs. 14.000, si ve, tampoco es barato. Yo llevo el kilo y lo estiro para dos o tres comidas. Carne se come solo dos veces por mes”, agregó.

La vida cambió, dice Gersolina, con tono triste, quien ya no se alimenta como acostumbraba y lo peor de todo es que “a esto no se le ve solución porque cada día la situación va de mal en peor (…) hay demasiada hambre hay en este país. La gente está migrando porque no hay otra solución para sobrevivir. En Venezuela la estamos pasando muy mal y con este presidente es todo peor”.

Landy Leal es propietario de una carnicería y comentó que las ventas han disminuido considerablemente, las personas han rebajado el consumo de proteínas y ahora comen menores porciones.

“Antes se compraban dos kilos de carne, ahora se llevan es apenas medio kilo. Antes compraban para 15 días, ahora apenas y llevan para dos días. La gente busca las piezas más baratas: lagarto, paleta, vísceras, carne de cabeza o hueso, lo que sale más barato y les rinde”, informó el comerciante.

Alternativas para llenar la nevera

En medio del bullicio del mercado, aparece con un megáfono en mano, Daniel Chacón. Él promueve la compra de boletas para un sorteo a 2 mil pesos. Al adquirir el ticket se puede optar por un mercado valorado en 400.000 pesos colombianos (2 millones de bolívares al cambio del día), que contiene 120 artículos de la canasta básica.

El vendedor ambulante, presenta la acción como una alternativa para paliar la crisis económica y asegura que la rifa tiene demanda entre los usuarios del mercado que todos los días a las 3 de la tarde se agrupan en el patio central para escuchar el sorteo en vivo.

Café, azúcar, harina, aceite, leche, mayonesa, granos, entre otros alimentos, contiene la caja de mercado que se puede ganar un usuario cada día y es visto como una opción para llenar la nevera de manera económica, por supuesto, si la suerte lo acompaña.

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