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Temas para el diálogo: la desmilitarización del gobierno

Luego de la derrota sufrida por el oficialismo en las elecciones del 6-D, el presidente Nicolás Maduro anunció que los militares en el gobierno regresarían a puestos de mando y a filas activas en cada componente y que sólo permanecerían los estrictamente necesarios para cargos claves. A casi un año de aquellos anuncios todavía se mantiene una importante presencia de militares en los ministerios más importantes, según los presupuestos y áreas que manejan.

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Nicolás Maduro

Los militares que ostentan cargos públicos no regresaron a los cuarteles y no solo mantienen bajo su control ministerios clave, sino que además aumentaron su radio de influencia y acción con la creación de la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg) y con la designación del Ministro de la Defensa, Vladimir Padrino, como Jefe de Gran Misión Abastecimiento Seguro que asume el control de la producción, importación y distribución de alimentos y medicinas, los militares se consolidan como el poder detrás del trono.

El objetivo de desmilitarizar al gobierno no fue logrado por el presidente, cuestión que revela cuál es el verdadero poder que gobierna al gobierno. Los militares manejan la inteligencia y saben del creciente descontento que se multiplica en las bases chavistas debido a la mala gestión del gobierno. Ante el temor de un estallido social que desborde la violencia, el Presidente de la República entrega crecientes cuotas de poder a la jerarquía militar. Como interpretar esto: ¿Concesiones de Nicolás Maduro para contar con el apoyo que necesita o estrategia militar para ampliar su control del gobierno?

Choque de poderes: viento a favor del protagonismo militar

En América Latina, crisis de gobernabilidad como la que actualmente sacude a Venezuela han desembocado en golpes de estado que entronizan a los militares en el poder, quienes a través del monopolio de la fuerza aplacan los conflictos que las élites políticas no son capaces de resolver.

En el choque de poderes entre los poderes Ejecutivo y Legislativo el TSJ inclinó la balanza a favor del gobierno al declarar inconstitucionales la mayoría de las leyes aprobadas por la AN, la cual a su vez rechazó los decretos dictados por el gobierno. Esta confrontación se definió con la decisión del TSJ de declarar en desacato a la AN, vaciarla de sus funciones esenciales y anularla para efectos del control parlamentario.

Semejante desintegración del andamiaje del Estado venezolano ofrece en bandeja de plata la excusa perfecta para que los militares irrumpan y terminen de dominar la escena con el pretexto de poner orden.

En medio del caos generado por la incapacidad del gobierno y la oposición para concertar una agenda mínima que permita sacar al país de la crisis en la que se hunde cada vez más, los militares emergen como los salvadores de la patria, los únicos capaces de poner mano dura para rescatar a la Nación anarquizada por la ambición de las élites políticas que se obstinan en tomar el poder y gobernar, así sea sobre las ruinas del país.

¿Por qué no estalla otra rebelión militar como la del 4-F de 1992?

El protagonismo militar ha permeado la historia política venezolana. Incluso en los 40 años de democracia representativa -con puros presidentes de origen civil-, los militares ocuparon un importante lugar en la política del país.

Siempre fue un secreto a voces la relación entre altos mandos de las fuerzas armadas y los políticos presidenciables. Por eso, cuando en el país se presentan crisis de gobernabilidad que las fuerzas políticas en pugna no logran conjurar, inmediatamente se habla de ruido de sables que anuncian una salida militar.

Viento a favor es el discurso de la unión cívico-militar sembrado en el imaginario popular, el cual facilitaría el apoyo ingenuo de una población que, ante tanto desorden, opta por una fuerte disciplina militar para superar el caos, sin reparar en la importancia del conocimiento experto que se requiere para superar los graves problemas que la atormentan y azotan.

Sin embargo, la creciente incorporación de altos rangos militares en puestos claves de las empresas públicas y el gobierno los compromete con una gestión cada vez más desacreditada y esto no termina de ser bien visto por el clamor de la institución armada que teme ser salpicada y preferiría que los militares en el gobierno retornaran a sus componentes de origen.

Cuestionan que esos militares han sido cooptados, se sienten cómodos en esos cargos y quieren mantenerse en esta zona de confort. Por lo tanto, no van a presionar al Gobierno ni al CNE para que respeten la Constitución y convoquen el RR y las elecciones regionales y municipales en las fechas que corresponde.

Pero al igual que en los demás sectores de la sociedad, al interior de la FANB hay una creciente preocupación por el recrudecimiento de la crisis económica, social y política que también repercute sobre sus hogares. La institución no quiere que sobre su conciencia e imagen se cargue la responsabilidad de reprimir el creciente descontento social que se expresa en la multiplicación de protestas, saqueos y actos violentos a lo largo y ancho del territorio nacional.

Lo más preocupante para el clamor institucionalista es que en la lista de espera se mantienen otros efectivos que también aspiran a ser colocados al mando de lucrativos negocios que les permita un retiro próspero y confortable. Lejos de estar pensando en la solución de la actual crisis, su actitud interesada y acomodaticia los convierte en parte del problema que hay que encarar y resolver.

Hay oficiales medios y bajos que puede considerar muy grave que se suspenda el RR o se posterguen las elecciones de gobernadores y alcaldes, pero mientras los mandos a los cuales están subordinados les creen expectativas de ascenso económico y social, no habrá ruido de sables ni conspiración de Comacates (comandantes, mayores, capitanes y tenientes).

La procesión va por dentro

A lo largo de 17 años, altos rangos militares han tenido innumerables oportunidades de dirigir ministerios, institutos autónomos, empresas públicas, gobernaciones, alcaldías, etc. y -con las excepciones de rigor-, lo que predomina es una deficiente gestión. El fracaso más estruendoso ha sido en la distribución de alimentos, Misión manejada desde su origen por militares que -a pesar de haber gastado más de $ 100 millardos en la última década-, no pudieron conjurar los graves problemas de escasez de alimentos que hoy por hoy sufre la población.

Esta realidad ha sido reconocida hasta por militares chavistas, como es el caso de Florencio Porras, Miguel Rodríguez Torres y Clíver Alcalá, que se desempeñaron como gobernador, ministro y jefe de región. El mayor general Clíver Alcalá -una de las voces más críticas del chavismo descontento-, afirmó que: «Maduro reconoce su fracaso cuando designó a Padrino López al frente de la Misión de Abastecimiento y reconoce que los ministros del área han fracasado. En especial el ministro de Alimentación, que paradójicamente fue ascendido a general de división”.

Entre gobernadores y alcaldes de origen militar también hay mucha preocupación porque el acelerado deterioro de las condiciones de vida hará muy difícil ganar una sola gobernación o alcaldía en las próximas elecciones regionales y municipales. Cada vez son más las voces de oficiales retirados que asumen una postura crítica a la forma como se está conduciendo el gobierno.

La eficiencia de los militares en la Revolución Bolivariana terminó en un mito. Quienes se forman en la Academia Militar son adiestrados para dominar los principios de la guerra: subordinación y obediencia a superiores, férrea disciplina y uso de la fuerza y de las armas para resolver conflictos que se escapan del control. Más no son formados en la comprensión y dominio de las leyes que rigen los procesos de producción, distribución e intercambio de los bienes y servicios que se requieren para satisfacer las necesidades básicas y esenciales del aparato productivo y de la sociedad.

Pero el Presidente de la República apela al Ministro de la Defensa y a los militares para poner orden en un sistema económico plagado de controles que degeneraron en el caldo de cultivo perfecto para la corrupción. En su necesidad de concluir el período presidencial, Nicolás Maduro entrega cada vez más cuotas de poder al estamento militar que impone su cultura y modos a la hora de gobernar y desplaza la lógica civil que ha ido perdiendo espacios de acción.

En efecto, la presencia de militares en cargos públicos desplaza la cultura civil, tanto así que el gobierno y la clientela oficialista se organizan en estados mayores, órganos superiores, comandos, patrullas, batallones, etc. figuras éstas inherentes a la cultura militar en la que se ordena y obedece.

Los civiles que son subalternos de ministros militares saben muy bien que su estilo de gestión no es deliberante, no debaten, su cultura es la de dictar órdenes que deben ser acatadas sin reparo dentro de un gobierno en el que se imponen las prácticas autoritarias y militaristas. La lógica militar basada en la subordinación y la obediencia inhibe la generación de alternativas e impide comparar los pro y contra de cada una con el fin de encontrar las mejores soluciones a una problemática que se agrava ante el permanente ensayo y error de medidas improvisadas que atizan el descontento y erosionan la base de apoyo social del gobierno.

@victoralvarezr

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