Cultura

The eyes of my mother: ¿los asesinos nacen o se hacen?

La película de Nicholas Pesce es tan hermosa como trágica. Si bien la han enmarcado dentro del género de terror, y tiene imágenes para encajar en él, la opera prima del director norteamericano funciona como un estudio muy oscuro de la soledad. ¿Quién lo hizo? ¿Por qué lo hizo? Son las principales preguntas que le suceden a un crimen. Con ellas se han desarrollado los grandes thrillers de la industria cinematográfica. Después de Seven (David Fincher 1995), que retomó el subgénero de los asesinatos en serie y coronó a Kevin Spacey (John Doe) como uno de los villanos más odiados del mundo, se multiplicaron las cintas que indagaban sobre los oscuros recovecos de los psicópatas.

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Copycat (1995), Killer (1996), Funny Games (1997), Besos que matan (1997), El coleccionista de huesos (1999), Sueños de un Asesino (1999), Resurrection (1999)… la lista es realmente larga y la calidad de muchas de estas cintas es realmente pobre. Sin embargo, evidencia la fascinación en los 90s por los desequilibrados mentales, algo muy parecido a lo que vivimos actualmente con los superhéroes o hasta hace poco con los zombis.
Así como en Los Sospechosos Habituales o Bajos Instintos, el director usaba comodines para confundir a la audiencia, en los 90s pocas veces se develaba la cara del asesino o sus intenciones hasta el último cuarto de hora. La tensión del largometraje se basaba pues en las preguntas que el espectador se hacía.

Con la llegada de un nuevo milenio, el cine se ha vuelto más experimental y explícito.  American Psycho (2000) estrena la década y el cine asiático se vuelca sobre la iconografía del asesino en serie: Memorias de un asesino (2003) y I Saw the Devil (2010) podrían funcionar como un círculo del tema. Posteriormente, en 2012 Maniac intenta un vuelco original, trabajando el desequilibrio desde el exclusivo punto de vista del protagonista, algo que lograría, de manera brillante y original, la directora Marjane Satrapi en la fabulosa The Voices.
The eyes of my mother arriba con mucha humildad para meterse en este último grupo y darle más impulso al viejo debate: ¿el asesino nace o se hace? Es posible que el director, un muchacho de apenas 26 años que tenía como experiencia la dirección de videoclips, no se lo haya propuesto durante el rodaje, sin embargo la pregunta queda rebotando una vez que escuchamos el sonido de la escena final.
El filme de Nicholas Pesche va a contracorriente en todos los sentidos. Por ejemplo, actualmente los largometrajes están llegando a las dos horas de proyección, aprovechando el impulso que las series de televisión le han dado a la paciencia del espectador. Por el contario, The eyes of my mother dura apenas 76 minutos. Está rodado en blanco y negro (precioso el trabajo de Zach Kuperstein) y no tira de ningún cliché. Los planos son largos y descriptivos, como si se tratase de un estudio del personaje principal, temeroso de la soledad. Apenas si hay diálogos y, como colofón, está rodada en portugués e inglés. Esto último tiene una justificación en el guión.

El fado proviene del latín «fatum», que significa destino. Se trata de un estilo musical que nació en las zonas más humildes de Lisboa. La frustración y el fatalismo están presentes en sus notas melancólicas y nostálgicas. Esa es la banda sonora de The eyes of my mother. A propósito del tema, dice el escritor Fernando Pessoa: «El fado no es alegre ni triste […] Formó el alma portuguesa cuando no existía y deseaba todo sin tener fuerza para desearlo […] El fado es la fatiga del alma fuerte, el mirar de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y que también le abandonó».
He girado en torno al fondo y a la forma porque explicar de qué va esta preciosa y única cinta es estropear la experiencia. Entre menos se sepa de ella, mejor. Calificada en muchos sitios especializados como la sorpresa más agradable de 2016, su impacto nos recuerda a otra joya hoy poco recordada: Henry, retrato de un asesino (1986), la mejor película de Michael Rooker (Yondu de Guardianes de la galaxia), en la que el protagonista sentencia:
Siempre es lo mismo y siempre es diferente… En cualquier caso eres tú o ellos.

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