De Interés

“Tío Simón puede ser un personaje universal capaz de competir hasta con Mickey”

David Calcaño tenía un buen empleo en la ciudad de Londres cuando decidió dar un giro radical en su vida.

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TEXTO Y FOTOGRAFÍA: MILAGROS SOCORRO

Trabajaba en algo relacionado con lo que había estudiado, sus jefes lo apreciaban, ganaba bien, no tenía de qué quejarse. Y, sin embargo, un día se presentó ante su superior para comunicarle que a partir del lunes siguiente trabajaría medio tiempo y si la organización no lo aceptaba, pues tendría que renunciar. Por suerte, la empresa prefirió tenerlo a media jornada antes que perderlo. Fue así como David Calcaño dejó de cumplir jornadas laborales de ocho horas… para tenerlas de doce y más. Pero estaba determinado a cumplir su sueño. Ya lo había pospuesto demasiado.

David Calcaño Padua nació en Caracas, en 1976. Hizo la primaria y el bachillerato en el colegio Santiago de León de Caracas. Desde niño quería ser escritor, guionista, creador de cómics y películas de animación. Ya entonces tenía pasión por la música y por los cartoons. De hecho, si no estudió Letras fue porque sus padres se lo desaconsejaron. “Te vas a morir de hambre”, le advirtieron. De manera se que fue a la Universidad Metropolitana y estudió Ingeniería de Sistemas. Con ese título y ya casado, se fue a Inglaterra a trabajar en el área de consultoría y computación. “Y tuve buenos cargos”, dice, “pero no era feliz”. Consciente de su insatisfacción, se inscribió en una escuela nocturna para estudiar guion de cine. Y entonces fue cuando dijo: ya, y creó una empresa productora de películas animadas con un socio que vivía en Venezuela. “Si la computación es difícil, no hay comparación con lo arduo y la cantidad de horas que te toma terminar algo y que luego funcione, en la industria del entrenamiento. Pero mis padres tuvieron razón, porque haber estudiado ingeniería me dio la formación necesaria para crear mi empresa de animación y echar pa’lante. De ellos, ambos emprendedores, aprendí ética de trabajo”.

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La primera lección la recibió cuando era adolescente. Vino a pedir dinero para la entrada del concierto de U2 en Miami. “¿Necesitas dinero?”, le dijeron sus padres. “Busca un trabajo”. Y así lo hizo. Pero nada de eso lo preparó para lo que vendría cuando se decidió a empezar de cero su empresa de animación. Sabía que sería duro, pero fue mucho más que eso. Fue durísimo. Empezaron vendiendo efectos visuales, animación, hicieron una lista de los potenciales clientes y se dispusieron a llamarlos. Uno por uno.

“Me colgaban en el teléfono antes de que yo terminara de presentarme siquiera, me gritaban, me citaban y no me atendían. Yo no conocía a nadie. Al irme de mi país, me quedé sin contactos. Y los contactos lo son todo. En cualquier parte del mundo” dice Calcaño.

La compañía tenía seis o siete meses cuando cayó el primer cliente. Alguien quería una tira cómica para promocionar una película. Lo que ganaron les alcanzó para vivir tres días. Sin amilanarse, mientras luchaban para conseguir encargos, trabajaban en productos originales, siempre relacionados con bandas de rock. Hicieron un corto animado y se ganaron unos premios… “pero eso no da de comer. Fracasamos muchas veces. Y claro que eso nos pegaba mucho, pero jamás se nos pasó por la cabeza la idea de abandonar. Seguíamos”.

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Al año y medio de haber formado la empresa fueron a California para participar en Comic-Con (la Convención Internacional de Cómics de San Diego, EEUU), y uno de los cortos originales que llevaron fue seleccionado y proyectado. “Eso me dio confianza”, dice Calcaño. “A ese evento va todo el mundo del comic y de la animación del planeta. Fe entonces cuando me planteé irme de Inglaterra para los Estados Unidos”. Esta decisión tampoco era facilita. Calcaño y Linda Tirado, su esposa, tenían residencia legal en el Reino Unido mientras él tuviera empleo, pero nadie lo estaba llamando desde Estados Unidos. Tenían que conseguir una visa de talento. No era fácil. “Mi esposa me apoyó. Fue, de hecho, quien me animó a dejar el empleo y dedicarme a esto. No sé cómo hace la gente que emigra sola”.

Hace siete años, los Calcaño se mudaron a Los Ángeles, donde alquilaron un apartamento cuyo closet fue destinado a su oficina. En la actualidad, David Calcaño es el director creativo de Fantoons Studio, que ahora está en un espacio bastante más grande y cuenta con 13 personas en su plantilla. La compañía se especializa en hacer contenido para bandas de rock de gran celebridad, a las que convierten en personajes de cortos animados, que han ganado premios en festivales de cine de todo el mundo. Entre los clientes de Fantoons se cuentan: RUSH, Frank Zappa, Brian Wilson de los Beach Boys, Ninja Sex Party, Motörhead y Disney Channel, para quienes crearon una serie. También hacen novelas gráficas y libros de arte basados en las bandas. Algunos de sus títulos son: RUSH: The Making of a Farewell to Kings, Motörhead: Where is Lemmy?, “La vida detrás de la banda sonora: Henry Mancini”.

En 2018 firmaron un acuerdo de distribución con Simon & Schuster, editorial casi centenaria que cuenta con una red capaz de repartir libros por casi todo el planeta. Un auténtico monstruo.

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El más reciente proyecto de Fantoons es ABC Tío Simón, un libro bilingüe, pensado en primer lugar para la descendencia de la diáspora venezolana, pero también para cualquier padre que quiera compartir con sus hijos un material que al incluir dos lenguas, abarca también dos mundos. “Está en venta en Amazon. Por cada ejemplar vendido vamos a dar un dólar a Hogar Bambi y Aid for Life (Healing Venezuela)”.

–¿Cómo nació la idea de hacer este libro?

–Como me fui del país hace mucho tiempo, he visto venezolanos nacer en Inglaterra, en España, en Estados Unidos, y no tienen nada que les enseñe lo que es Venezuela. Cuando tuvimos garantizada la distribución, pensamos hacer un cuento de navidad (y lo vamos a hacer más adelante), pero luego decidimos darle prioridad a un material que presentara a Tío Simón como un personaje con potencial de hacerse universal. Trabajamos casi un año en el diseño del personaje de tío Simón hasta que logramos que estuviera a la altura de un Snoopy o una Mafalda. Teníamos que poner algo que al lado de Mickey funcionara y que el niño lo elija. En fin, es para mis hijos y los hijos de mis amigos, quienes tienen la libertad de escoger entre los mejores libros del mundo.

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–¿Por qué escogieron a Simón Díaz?

–No es Simón Díaz, es Tío Simón. Yo crecí, o más bien nací, con los dibujos animados de Warner, UPA y Disney; y también era fanático del programa “Contesta por Tío Simón”. El personaje del libro es una extensión literaria del personaje televisivo, el que nos mostró el país, el que te cambiaba la china, el que te enseñaba con ingenio y picardía. Tío Simón nos habituó a un humor complejo, que no era fácil ni tenía maldad, porque no era a costa de nadie. Y nos enseñó inclusión, ahí estaban todos los chamos venezolanos, de distintos colores y estratos sociales, cantando juntos, pasándola bien. Eso nos lo enseñó Tío Simón desde chiquitos. Sobre todo, nos enseñó que uno siempre puede ser mejor. Claro que me encantaba ver qué premio le iban a dar al chamo que entregaba la china, pero creo que lo verdaderamente satisfactorio era la convicción de emanaba de allí de que siempre podemos ser mejores. Y en ese sentido, todos nos ganábamos un premio. Tío Simón comunicaba un modelo de bondad y respeto hacia los niños, yo veía ese programa y juraba que todos esos niños eran de verdad sus sobrinos. Y que incluso yo lo era.

–¿Cuál diría que es el rasgo más relevante del libro?

–Es divertido y enseñe. Presenta las letras del abecedario y en cada una de sus 60 página hay dos palabras (con sus ilustraciones) en inglés y en español. Cada palabra remite a objetos y prácticas culturales esenciales para la venezolanidad. No incluye todo ni mucho menos. Es algo básico, muy sencillo, que nos permita pasar un buen momento con los niños.

–Usted ha dicho que seguirán trabajando con el personaje de Tío Simón.

–Sí. Haremos otro libro de tío Simón el año que viene. Y tenemos el proyecto de hacer una película de dibujos animados con este personaje.

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