El Estímulo

Torneo Adecuación: Cambiar para que todo siga igual

Debo advertirle que en las siguientes líneas no encontrará usted pistas que lo ayuden a divisar cómo se desarrollará esta nueva versión del fútbol de primera división, ni mucho menos leerá pronósticos de dudosa utilidad. No creo en la existencia del futuro ni en la linealidad de las conductas humanas, por ello me atraen más el nacimiento y el desarrollo de la tragedia que su final. Lo que sí descubrirá son algunas razones por las que creo que esta adaptación competitiva ha nacido con plomo en las alas.

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(Prensa Atlético Venezuela CF)

Lo primero a tener en cuenta es el número de participantes. De 18 han pasado a ser 20 los habitantes de la primera división. La excusa para esta insensatez nace supuestamente de los padrinos publicitarios, esos que aún brillan por su ausencia. Según el discurso oficial, los señores de la billetera y la disposición sostienen que ese aumento es únicamente temporal y luego se decidirá cómo se define quienes bajan a segunda división. Cabe preguntarse entonces, ¿por qué toman esa decisión?

Este fútbol no aguanta más de doce equipos en la primera categoría, así que la aparición de seis y hasta ocho equipos más tiene que ver exclusivamente con el pago de favores a gobernadores, alcaldes y otras instituciones de corte político. ¿El deporte? Que se vaya al carajo, no importa nada más que las apariencias.

De esos 20 equipos, 6 hacen vida en la capital: Caracas, Petare, Deportivo La Guaira, Metropolitanos, Atlético Venezuela y Estudiantes de Caracas. Todos ellos deben arreglárselas para jugar en el Estadio Olímpico de la UCV o en el Brígido Iriarte porque ninguno posee estadio propio. Si nos atenemos a la frase que reza que el culpable de los disparos no es el mono sino quien le proporciona el arma, es sencillo comprender que desde la FVF están más que contentos proporcionándole municiones al primate de turno.

Otro elemento a rescatar es el desprecio por la TV. Antes fue Sport Plus, ahora es Telearagua y mañana será quien sabe quien, pero ninguna planta ha podido convencer a los equipos de cambiar los calendarios y jugar los partidos de viernes a lunes. Como prueba de que no se necesita un congreso de científicos, filósofos y neurólogos para demostrar los beneficios de esta propuesta, me permito jugar con la posibilidad que ofrece la primera jornada del torneo bajo esa premisa:
Viernes:

6pm: Estudiantes de Caracas vs. Zulia
8pm: Petare vs. Carabobo

Sábado:

4pm: Tucanes vs. Caracas
6pm: Metropolitanos vs. Atlético Venezuela
8pm: Deportivo Anzoátegui vs. Deportivo Táchira.

Domingo:

3pm: Ureña vs. Mineros
5pm: Trujillanos vs. Deportivo La Guaira
7pm: Deportivo Lara vs. Aragua

Lunes:

6pm: Estudiantes de Mérida vs. Portuguesa
8pm:  Llaneros vs. Zamora

Esto sería un prototipo que no está para ser copiado a rajatabla, sino que sirve como muestra de organización de los partidos para que la gran mayoría de los mismos pueda ser retransmitida por TV. No se excusen detrás de una posible disminución en la asistencia, porque de los 20 equipos que ahora están en primera división, ninguno depende económicamente de ese apartado, y no son más de cinco los que gozan de un promedio superior a los dos mil quinientos seguidores por partido. Recuerden, a mayor exposición, mayor será el crecimiento del negocio.

Hablando de la pantalla chica, vale la pena señalar que aún no se firma el acuerdo para la televisación de alguno de estos partidos en el extranjero. Nadie en su sano juicio puede dudar de que éste sería un paso positivo, pero, ¿positivo en qué sentido? El negocio del fútbol en nuestro país tiene dos corrientes: la pública y la privada. En el caso privado vale la pena rescatar el esfuerzo sostenido de Caracas, Táchira, Mineros, Deportivo La Guaira, Zamora y un par de instituciones más, de alimentar proyectos a futuro con la compra de terrenos para levantar canchas y sedes sociales, así como la mejora de sus divisiones juveniles e infantiles. Pero aún así, ninguno ha presentado al público los planes que se verían beneficiados por semejante acuerdo.

Por ahora, sólo se limitan a afirmar que la retransmisión de los partidos para el resto del mundo ayudará a la venta de jugadores, cosa que yo no tengo tan clara, quizá porque cada vez que veo uno de los partidos por TV lo que más resalta es el pobre estado en que están la gran mayoría de los terrenos de nuestro país. Entonces, salvo que todas las transmisiones se hagan exclusivamente en Táchira, Barinas, Puerto Ordaz o Amazonas, lo que se verá en las pantallas de Miami, Montevideo o Montego Bay son partidos con poco ritmo de juego y muchos errores.

De la corriente pública no hablo porque ya usted conoce mi oposición a que el dinero de los contribuyentes sea empleado para mantener actividades como el fútbol profesional por encima de la salud, la seguridad y, nada más y nada menos, la educación.

Pero reitero, que vengan estas televisoras a transmitir nuestro fútbol es una buena señal, lo que deseo es que antes que molestarse porque no encuentren en algunos una adhesión automática, los dirigentes de estos equipos presenten sus proyectos de inversión a corto, mediano y largo plazo.

No puede pasar por debajo de la mesa que este torneo no entregará una estrella al campeón, lo que supone un acto de desprecio al espíritu de cualquier deporte –no olvidemos que lo importante es competir, pero se compite para ganar. Lo que sí parece positivo es que los que obtengan las dos primeras posiciones en el novedoso formato de octogonal obtendrán cupos a la Copa Sudamericana, a diferencia de ediciones anteriores, en las que cualquier equipo, con sumar un par de empates y un par de triunfos, podía acceder a una competencia internacional sin importar que luego hicieran el ridículo.

Lo que aún no se toma en cuenta en su verdadera dimensión es que esa participación internacional se hará un año después de conseguir el boleto, algo que atenta contra la evolución y la realidad de un balompié totamente inestable como el nuestro, en el que son pocos los futbolistas que pasan más de un año en un mismo equipo, y aún menos las instituciones que logran mantener la solvencia económica en ese mismo período de tiempo. Esto, por ahora, se parece más y más a lo que ha venido siendo una norma en este fútbol: viajar para luego llorar.

Volviendo al Toneo Adecuación, no hay que olvidar pequeños detalles que seguramente serán protagonistas durante la duración del mismo: el nivel del arbitraje será similar al de hace un par de meses cuando terminó el Clausura; el Consejo de Honor está integrado por los mismos miembros; la gran mayoría de los terrenos de juego se mantendrán en un paupérrimo estado; no hay una clara intención para combatir y erradicar los hechos de violencia dentro de los estadios porque ésta nace de la misma intolerancia que se vive fuera de los recintos deportivos; los árbitros seguirán viajando en camiones Encava, y seguramente, cuando termine el torneo, los que hoy aplauden semejante esperpento prometerán que, ahora sí, el futuro será mejor.

En fin, que tal adecuación no parece ir por el camino de las mejoras competitivas sino que se asemeja a un recordarorio: este será el primer semestre en casi tres décadas sin Rafael Esquivel en la presidencia de la FVF. Ah, y puede que también haya que acostumbrarse al retorno de aquel personaje regordete, el de la boina y las ofensivas ruedas de prensa, que ahora regresa a las oficinas de Sabana Grande reclamando su antiguo puesto, luego de pasar algún fin de semana en la Perla del Caribe orquestando campañas en contra del hoy caído en desgracia jefe de nuestro fútbol.

Adecuémonos a esto, que siempre fue así, y que luego de tanto cambio, como aconseja Il Gattopardo, seguirá siendo igual.

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