Economía

Trabajo voluntario obligatorio

El propósito de la revolución era “hacer del trabajo una necesidad moral, una necesidad interna” cuya satisfacción “voluntaria” fuese un “deber social”, para lo cual el Che proponía en una primera fase utilizar estímulos morales y materiales durante la construcción del socialismo.

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La resolución 9855 del Ministerio con largo nombre para el Trabajo es completamente compatible con las referencias reconocidas explícitamente por el presidente Chávez desde 2007. Las palabras que emplea calzan con sus leyes del Poder Popular, con la ley de la Economía Comunal y la ley de la Misión Saber y Trabajo entre otras. Y, sin embargo, no deja de sorprender verlas impresas en la Gaceta Oficial.

La resolución se presenta como una respuesta a otro Ministerio que solicita “la prestación de un grupo de trabajadores y trabajadoras” para procesar maíz “recuperando” empresas del Estado. En lugar de responder con programas de capacitación y generación de empleo para multiplicar la producción en el país, el Ministro del largo nombre para el trabajo responde con un “régimen especial”, “transitorio”, “obligatorio”, “estratégico”, de “inserción temporal” de trabajadores con las “condiciones físicas y técnicas” necesarias para cumplir las “funciones encomendadas” bajo fundamentos “constitucionales y legales” en “ofensiva a la guerra económica”.

La resolución reconoce que los trabajadores prestados, que serían seleccionados según sus condiciones físicas y sus conocimientos, podrían regresar discapacitados a sus puestos originales y deberían ser aceptados por sus primeros empleadores en “puestos adecuados a la nueva situación”.  

Lo sorprendente de leer en Gaceta lo dicho es la inmediata conexión que debería saltar en la memoria de quienes redactaron y aprobaron este texto con otros similares en el pasado. En 2004, por ejemplo, Carlos Lanz escribió: “es verdad compañeros, que vamos a hacia lo rural, hacia lo agrario sustentable, volver al campo, sembrar… Y no lo vamos a hacer como por Pol Pot, el dictador en Camboya que montó una migración forzada a punta de represión y de coacción. No, nosotros tenemos que hacer una revolución aquí para reconocer la necesidad de ir hacia el sur”.

Sin embargo, ya Tablada había reconocido en El Pensamiento Económico de Ernesto Ché Guevara, premiado en La Habana en 1987, la existencia de una de contradicció al comienzo de la revolución cubana: la contradicción entre producción y conciencia, que atribuye a la lenta “educación mental” necesaria para abandonar los hábitos y valores individualistas del capitalismo. Lograrla no sólo requería de un “intenso trabajo ideológico”, sino también de la corrección de las deficiencias del sistema socialista impuesto en Cuba. La tarea era particularmente difícil puesto que, como reconocía el Che en 1962, el éxodo de técnicos administrativos y productivos calificados a otros países, “atraídos por mejores posiciones ofrecidas por las compañías imperialistas”, causaba a la revolución “una verdadera hambre” de los primeros y una “necesidad angustiosa” de los segundos.

El propósito de la revolución era “hacer del trabajo una necesidad moral, una necesidad interna” cuya satisfacción “voluntaria” fuese un “deber social”, para lo cual el Che proponía en una primera fase utilizar estímulos morales y materiales durante la construcción del socialismo. Los estímulos materiales no podrían suprimirse burocráticamente, aunque el sistema debía propender a su extinción. Cuando eso se lograse, las masas deberían movilizarse estimuladas por la “emulación socialista”, suerte de “competencia fraternal [destinada a] aumentar la producción y … profundizar la conciencia”.

Para el Che, citado por Tablada (1987), “el salario es un viejo mal” resultante del triunfo del capitalismo sobre el feudalismo, que sobrevive durante la etapa socialista hasta que “se agota … cuando el dinero cesa de circular, cuando se llegue a la etapa ideal, el comunismo”. Para Hugo Chávez, un objetivo del Plan de la Patria 2012-2019 era “superar las relaciones de trabajo disfrazadas de trabajo asalariado”.

Para lograrlo, habría que crear al “hombre nuevo”. Y, sin embargo, Kornai recuerda que, luego del terror causado durante la colectivización forzosa de la agricultura soviética y la institucionalización de las cooperativas, estas tampoco podían describirse como asociaciones voluntarias: nadie podía retirarse para trabajar por cuenta propia, porque no había propiedad privada. Nadie podía organizar cooperativas distintas a las creadas por el planificador central. Releamos las leyes de comunas y economía comunal. Y recordemos los desastres que provocaron Lenin, Stalin, Mao y Pol Pot, cuyas sombras animaron sus disparates.

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