Economía

Sobrevivir con remesas: malabares de la economía familiar

Huir de un país crisis es solo el principio para quienes buscan mejores oportunidades. Poco a poco quienes emigran comienzan a establecerse en sus destinos y cada vez más son las familias venezolanas que reciben ayuda por canales no oficiales. Quienes mandan dinero desde el extranjero promedian entre 60 y 80 dólares al año, aunque el monto en moneda dura también sufre de la hiperinflación

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TEXTO: DAVID MATOS
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La mayoría de las transferencias que recibe casi 10% de los hogares en Venezuela en moneda extranjera se utiliza para cubrir necesidades básicas como la compra de alimentos y medicinas. Aunque a veces los envíos pueden ser esporádicos o para suplir alguna emergencia, el apoyo se convierte en una rutina con el paso del tiempo.

Guillermo Rodríguez es militar retirado y también migrante venezolano. En abril de 2018 llegó a Cali con 300.000 pesos en el bolsillo y con la intención –como todos los que se van– de mejorar su calidad de vida y la de su familia. A sus 31 años camina cuadra por cuadra con guitarra en mano por el centro de la ciudad en búsqueda de oídos dispuestos a pagar por su música. Su madre sufre de hipertensión arterial y su padre es diabético. Ambos están pensionados y dependen de los 30.000 pesos colombianos que su hijo envía mensualmente. No pueden esperar. “Mi plan en un principio fue el de duplicar y hasta triplicar mis giros, pero 30.000 pesos no son lo mismo que hace tres meses en Venezuela. Recorro desde las 9 de la mañana hasta las 12 del mediodía y luego de 4 de la tarde a 9 de la noche. Puedo hacer diarios entre 20.000 pesos, si el día está flojo, o 40.000 pesos, si es festivo”, asegura.

Remesas cita 5Oriundo del estado Barinas, Guillermo revisa los lunes y miércoles por la mañana la tabla de tasas que su casa de cambio virtual establece casi a diario. Aunque 30.000 pesos colombianos equivalían a 6 millones de bolívares venezolanos cuando hizo su primer envío, el 4 de mayo, para el 19 de julio un giro por ese mismo valor equivalía a más de 29 millones de bolívares en el mercado paralelo. “Para poder ayudar a la gente allá necesitas dos cosas: las ganas de trabajar y un teléfono inteligente con el que puedas enterarte de las cosas para hacer las transacciones. Eso fue lo otro: yo no me vine a Colombia sin tener un contacto de confianza en Cúcuta que me cambiara los pesos que le envío a mis viejos”, asevera.

Como solo cuenta con su pasaporte venezolano, recurre desde entonces al apoyo de un amigo con cédula de extranjería para enviar efectivo a su cambista en Cúcuta. Juntos acuden a un Punto de Atención al Público de Efecty, una de las plataformas de pago más recomendadas para hacer pagos, recaudos y giros en efectivo en todo el territorio colombiano. Entrega al cajero los 30.000 pesos, el nombre de la persona a consignar el efectivo, su número de cédula y un número celular. A cambio, recibe un comprobante de la transacción que debe enviar al WhatsApp de esta persona con los datos de la cuenta bancaria del familiar a consignar el dinero; su mamá.

La transacción no dura más de los cuatro minutos que tarda Guillermo en interpretar una canción. “El cambista en Cúcuta retira los 30.000 pesos en efectivo. No sé si vaya a una casa de cambio o maneje grandes sumas de dinero en sus cuentas en bolívares. Lo que sí sé es que la plata que mando cae en la cuenta de mi vieja las primeras 24 horas después de haber ido al punto de atención. Máximo 48 horas”, asegura.

Un fenómeno en pañales

El presidente de Datanálisis, Luis Vicente León, precisó que 9% de las familias venezolanas recibió algún tipo de remesas en junio de 2018. La encuestadora reporta que el monto que se envía oscila entre 60 y 80 dólares mensuales, lo que equivale 500 millones de dólares al año, pero se estima que para finales de 2018 el monto incremente a 150 dólares debido a la pérdida de valor de la moneda nacional y la escasez de efectivo. De hecho, así como la inflación de julio superó el 100%, la devaluación en el mercado no oficial de la moneda nacional no superó el 10%, según cálculos de León. Por tanto, se necesitan más dólares para soportar el encarecimiento de los precios.

“Si se compara Venezuela con otros países que viven de remesas, como El Salvador, Honduras o México, se puede apreciar que la migración venezolana apenas comienza. Tenemos alrededor de 3.400.000 de venezolanos afuera que aún no cuenta con empleo fijo o no ha logrado establecerse como se debe y, por ende, el dinero que se envía aún no es suficiente”, explica.

León considera que la crisis eliminó las llamadas clase alta, media y baja, y que ahora existe un nuevo concepto del venezolano: los que tienen acceso a las divisas y los que no. Precisa que 26% tiene acceso a moneda extranjera por sus ahorros, por su auto generación o por las remesas que recibe. Asegura que quienes forman parte de este fenómeno no son superiores a sus pares, pero tienen mayor capacidad de compra y, por ende, el fenómeno instaura una variable que los separa.

Alejandra Mendoza vive en Buenas Aires hace año y medio y es licenciada en Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela. Comenzó enviando 300 pesos argentinos mensuales a su familia, pero no contó con las estaciones de invierno y verano que la obligaron a ajustar su presupuesto para comprar ropa y hacer frente al frío templado y el calor abrazador.

Remesas cita 4Trabajó de pie nueves horas, seis días a la semana, por seis meses en una panadería y, también, a destajo como mesonera en un restaurante en la zona comercial de la ciudad. Ambos trabajos le sumaron casi 9.600 pesos argentino mensuales, un salario mínimo, con los que pudo enviar más de los 300 pesos mensuales que tenía previsto. “Yo enviaba según mis posibilidades. Vivo alquilada en un apartamento tipo estudio y me toca costear comida, ropa y artículos de aseo personal”, explica.

A través de un amigo argentino, Alejandra consiguió dos empleos en su área. El primero, como coordinadora de eventos en una Organización No Gubernamental en materia ambiental, y el segundo, como community manager independiente. Es la única en un grupo de ocho amigos venezolanos que ejerce su profesión.

Todos los viernes camina diez minutos desde su lugar de trabajo, en el centro de Buenos Aires, hacia Galerías, donde agencias como Venestor y CambialoYa se ubican en centros comerciales. Aunque desconoce si estas empresas operan legalmente, transfiere –por recomendación de un amigo- 500 pesos argentinos y la agencia hace la conversión de acuerdo con la tasa de cambio establecida. El monto equivale a cerca de 100 millones de bolívares venezolanos (la primera semana de agosto) y representa una entrada significativa para que los padres de Alejandra puedan cubrir los gastos.

Los 250 pesos argentinos que Alejandra enviaba bimensualmente a su hermana desde febrero no fueron suficientes para mantener estudiando a sus hijos en un colegio privado, ubicado en San Martín, una zona popular de Caracas. El costo por inscripción y matrícula anual incrementó de 500.000 bolívares a 4.000.000 de bolívares en el mes de junio; un período de cuatro meses. Para septiembre de 2018, los sobrinos de Alejandra comenzarán a estudiar en un colegio Fe y Alegría, un instituto en el que anteriormente se educaba a niños que venían de familias disfuncionales o que eran vulnerables económicamente.

Escenario hiperinflacionario

Asdrúbal Oliveros, director de la firma de asesoría económica Ecoanalítica, precisa que la tasa de inflación incrementó en 50% desde octubre de 2017, pero para el mes de mayo de 2018 estiman que la tasa llegó a un pico de 145% mensuales, lo que se traduce a una inflación diaria de 3,04%. El experto considera que las cifras registradas son elocuentes y estima que el año cierre con una tasa de inflación de más de 1.300.000%. El Fondo Monetario Internacional estima que el dato llegará a 1 millón por ciento.

Oliveros estima que 80% de los migrantes venezolanos recurre a canales no oficiales para enviar dinero a sus familias pues a través de rutas legales, como el Dicom, perderían grandes cantidades de dinero, debido al control de cambio que mantiene una brecha importante con el mercado paralelo. Asegura que el impacto de las remesas se siente en todo el país, pero en mayor número lo notan las familias con menos recursos. “Alrededor de dos millones de venezolanos mandan dinero a sus familias en Venezuela. Estos se dividen en dos grupos: 1.200.000 que manda dinero de forma periódica y mensual; y cerca de 800.000 lo hacen de forma esporádica o vía emergencia”, asegura.

Génesis Obaya forma parte de ambos grupos. Aunque comenzó enviando desde España 10 euros en noviembre de 2016, un mes después de su llegada. Para julio 2018 ya enviaba 100 euros. El monto se divide en 70 euros en medicinas de alto costo en Venezuela que no requieren de récipe médico, como los necesarios para tratar la hipertensión arterial, y 30 euros en efectivo.

“Antes sacaba tiempo del trabajo y me acercaba a unos agentes autorizados de Liberty Express o locutorios para enviar el dinero a mi familia. Me cobraban 5 euros de comisión y solo debía entregar mi número de Documento Nacional de Identidad (DNI), los datos de la cuenta a consignar, el correo electrónico de la persona y el monto. La transferencia se hace en ese momento y tardaba entre 24 y 48 horas para hacerse efectiva”, recuerda.

Remesas cita 3Génesis es una de las encargadas de una tienda de telefonía en el país y se encuentra estudiando Voz y Doblaje. Asegura que la crisis también muestra lo mejor del ser humano y es por eso que desde hace tiempo colabora enviando remesas a los Salesianos en Venezuela, una orden religiosa en la que participa desde su adolescencia. “A finales del año pasado, un amigo venezolano me escribió pidiéndome apenado un monto considerable para costear sus estudios en una institución universitaria privada de Venezuela. Me tocó pedir prestado alrededor de 60 euros y hacerle dos envíos en el lapso de una semana. Si no lo hubiese hecho, habría perdido el año de estudios”, asegura.

La familia de Génesis apoyó a principios de este año a un amigo venezolano que recaudaba fondos para costear el tratamiento de su madre que padecía cáncer. Un amigo de la familia residenciada en Portugal se interesó en apoyar al joven venezolano pero no podía enviarle directamente el dinero en dólares. Por ende, esta persona envió el monto a la cuenta bancaria de la madre de Génesis y, a través de un cambista español con cuentas bancarias en Venezuela, pudieron hacer efectiva la transferencia.

Luis Vicente León explica que el gobierno venezolano procura “controlar” las remesas que llegan desde el exterior, mediante el ajuste del cambio Dicom y la apertura de Zoom e Italcambio, como casas de recepción de divisas. “Además de querer penalizar las remesas que no pasen por los canales regulares, el gobierno asoma su intención de querer participar en el juego, pero para ello tendrá que reconocer el desplazamiento del dólar oficial al precio del mercado paralelo», decía el director de Datanálisis justo antes de que se derogara la Ley de Ilícitos Cambiarios. El economista afirma que se estaría buscando repatriar las divisas que ingresen directamente a las reservas del Banco Central de Venezuela, bajo las operaciones que se hagan por canales oficiales. “Este es un mercado que el gobierno procura aprovechar porque seguirá creciendo exponencialmente”, asegura.

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El guayabo se lleva a todos lados

Magally Huggins, psicólogo social con especialización en criminología, considera que el fenómeno de las remesas genera tanto en los venezolanos que se van como en los que se quedan una profunda ansiedad y desesperación ante las posibilidades de estafa y amenazas de persecución y criminalización por parte del gobierno venezolano. “Desde el momento que un venezolano comienza a pensar cómo ayudar a su familia se enfrenta no solo al hecho de que debe ganar lo suficiente para garantizar la calidad de vida de su gente, sino que también debe confiar a veces en personas desconocidas que hacen transacciones con su dinero”, asegura.

Huggins explica que la carga emocional viene acompañada de un sentimiento de responsabilidad que obliga al migrante a buscar mecanismos de supervivencia para sí mismo y para su núcleo familiar. “Los venezolanos cargan un guayabo de emociones en la espalda y cada llamada de auxilio o ayuda lo lleva desesperadamente a aprovechar las posibilidades que ofrece el mercado para hacer rendir cada vez más el dinero”.

Remesas cita 2La especialista sostiene que la carga emocional también la vive el venezolano que padece la crisis frontera adentro pues considera que a la sensación de escasez e inflación debe sumársele la de inseguridad por recibir giros internacionales en moneda nacional. “Yo me sentiría aterrada siquiera al portar dólares o euros en el bolsillo o que mi vecino se enterara que mi cuenta bancaria tiene más de siete dígitos. Uno puede convertirse en un blanco”, asevera.

“Todos estamos rotos por dentro” es la frase con la que Mariana resume su sentir ante las adversidades que ha debido enfrentar desde 2014, luego que su padre murió a falta de asistencia médica en la ciudad de Maracay. La joven de 29 años, quien pidió utilizar un nombre ficticio por razones personales, emigró con un título de Comunicadora Social de la UCV bajo la manga. En Venezuela permanecen su madre y su hija de cuatro años de edad, y espera rescatarlas cuando pueda asegurarles un futuro mejor. “Yo era una de las que no quería irme de mi país, pero el instinto de supervivencia y la necesidad te obligan a buscar mejores senderos. Yo ejercí en el Bloque de Armas y luego en el sistema nacional de orquestas venezolano. Luego que mi papá murió sabía que debía sacar a mi familia”, dijo.

Semanalmente manda 1.000 pesos mexicanos equivalentes a 50 dólares en julio de 2018. En 2015 llegó a Buenos Aires sin documentos ni una carta de recomendación y comenzó a trabajar en un club de música rock sirviendo tragos en la barra. El salario le alcanzaba para la renta, mientras que las propinas apenas alcanzaban para las comidas y el pasaje.

Comenzó a sentir cada vez más la inflación en el bolsillo -que en Argentina ha ido aumentando y se calcula cerrará 2018 año en 32%- y las propinas dejaron de cumplir su propósito. Al cabo de un año, recibió una oferta para trabajar como coordinadora de Comunicaciones en una productora de eventos culturales en México. Volvió a emigrar.

En junio envió 6.000 pesos mexicanos en una semana (unos 300 dólares). Sus abuelos necesitaban comprar medicamentos para la hipertensión y no podían esperar. Recuerda que debió buscar el dinero debajo de las piedras para poder enviárselo, por recomendación de su novio, a un cambista a quien nunca le ha visto la cara. Primero envió 3.500 pesos y luego el resto en un lapso de 48 horas porque su contacto no podía enviar una cantidad tan grande en bolívares.

Remesas cita 1Aunque asegura no tener un buen suelo a veces le cuesta cubrir el alquiler y pocas veces camina del trabajo a la casa para ahorrar pasaje. “No solo les envío dinero, a veces les envío ropa, chocolates y cosas con las que puedan distraerse. Lamentablemente nos quitaron la distracción y el gozo por las cosas sencillas de la vida. En Venezuela compras un chocolate y te remuerde la conciencia porque sabes que pudieses cubrir con eso algo para el desayuno, el almuerzo o la cena de tu familia”, dice Mariana.

La caraqueña espera con ansias reunirse a su hija para finales de año, y desliza que no hay una mañana que despierte sin pensar en el Ávila, las playas caribeñas y el reggae que solía escuchar algunos fines de semana cuando disfrutaba una tarde en la bahía de Cata en el estado Aragua. “Todos estamos rotos por dentro, pero sé que acá, en México, puedo hacer más en un día por familia que lo que puedo hacer por ellos en un mes allá”, sentencia.

 

 

 

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