El engaño del género "Urbano" o de cómo Miami suplantó a Latinoamérica

Los grandes estudios vieron la oportunidad y no la desaprovecharon. Cocinaron un concepto que facilitara la exportación de cualquier talento y así nació el género "urbano". Ahora todas las ciudades latinoamericanas suenan igual. Y quienes no abracen esa falsa unidad latina, creada desde Miami, pasan al congelador. Desde los artistas hasta los locales de música. En las fiestas entre amigos se puede comprobar: si no te apuntas al reggaetón y sus derivados, debes abandonar rápido la pista.

FOTOGRAFÍA: EL HORMIGUERO
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Era 2001 y en el grupo de conversa de Hotmail casi me destierran por sospechar que tal vez el reggaetón era algo más que una moda, después de todo -argumentaba-, «de los Beatles también se dijo que era música ordinaria cuando comenzaron». No pretendía, como pensaron varios amigos del chat musical, igualar el legado de los Cuatro de Liverpool con lo que hacían Tego Calderón, Wisin y Yandel, Don Omar, Tito El Bambino y Daddy Yankee en ese tiempo. Simplemente colocaba sobre la mesa un hecho: el rechazo a lo nuevo regularmente parte del prejuicio.
También es cierto que el apego al pasado, es obra de la nostalgia. Los Beatles de Twist and shout (Please, Please, Me), por ejemplo, no son los mismos de Revolution o Blackbird (The White Album). La evolución de un grupo -y por ende de un estilo- es el producto de la insatisfacción creativa. «Pet Sounds» de los Beach Boys no habría visto la luz sin el empecinamiento de Brian Wilson.  En esa línea, la llegada de Calle 13 fue un aire fresco para el género callejero, pero ese gran golpe sobre la mesa, que comenzó con «Atrévete» y fluyó con «La Jirafa», se diluyó. En todo caso, la industria rápidamente entendió que necesitaban un término mucho más amplio que reggaetón para meter en una misma cesta a los huevos de la gallina de oro. Así nació el concepto «urbano». Sin él, habría sido imposible la concepción de Des-pa-ci-to.

La producción de Luis Fonsi con Daddy Yankee establece un antes y un después dentro del género, si bien Shakira y Alejandro Sanz lo habían anunciado hace 10 años con «La Tortura» . El récord de reproducciones en YouTube, la cantidad de versiones -hasta La Tigresa de Oriente tiene un extraño apadrinamiento con el tema- y que Justin Bieber se pegara de esa teta, evidencia cómo funciona la movida musical por estos días.
«Justin Bieber estaba en Bogotá, como parte de su gira (Purpose Tour). Estaba en una discoteca y pusieron ‘Despacito’. Vio cómo todo el mundo se transformó en la discoteca al cantar la canción y le gustó. Él dijo: ‘Espérate, yo quiero ser parte de esta fiesta’. Esa misma noche le envió un correo a su mánager diciendo que quería hacer una versión de ‘Despacito’. Fue decisión de él. Yo feliz, yo contento», aseveró el otrora baladista que no se daba por vencido en el programa ‘El Gordo y La Flaca’ de Univisión.
La información que dio Fonsi explica el porqué Bieber no pudo con ella solo:

«Está claro que existen la variedad de gustos, los distintos criterios, visiones diferentes, pero hay verdades tan claras y contundentes como la afinación, el manejo armónico y el conocimiento del lenguaje que va desde saber conjugar un verbo,
hasta la acentuación de una frase y de una melodía», dice el maestro Aquiles Báez en el artículo «La música comercial de hoy», publicado en el portal Prodavinci.
Carlos Vives, cantautor colombiano que para bien o para mal le dio un segundo aire al vallenato, aceptaba en la revista Tendencia la obligación de grabar un reggaetón para estar vigente en la radio: «El reggaetón es un vestido, yo solo sé componer vallenatos. Creo que hay unas coincidencias maravillosas rítmicas que nos permiten usar ritmos como el dance hall y el reggaetón sobre patrones de la cumbia y del vallenato. El reggaetón como corriente es una cosa y como ritmo es otra. Nuestra música se mantiene en sus mensajes positivos, en su crónica y en el origen vallenato, aunque muchas veces, para poder acceder a la radio, podemos usar esas melodías. Pero realmente, si uno lo analiza bien, mis canciones que tienen ese patrón de reggaetón, no dejan de ser vallenatos».

Enrique Iglesias, Alejandro Sanz, Carlos Baute, Luis Fonsi, Thalía, Alejandra Guzmán, David Bisbal, Chayanne, Maná, Jesse y Joy, Ricky Martin, Gloria Trevi, Marc Anthony, Juanes, Vives y Shakira, nombres de peso dentro de la industria pop, se han convertido al «urbanismo» para sobrevivir en un mercado dominado por los más jóvenes. La consecuencia de ello es la perdida de la identidad. Ya no sabemos qué viene de Colombia, México, Venezuela, México, Puerto Rico o España. Por el contrario, los latinoamericanos recibimos un híbrido, lleno de modismos y unificado por una misma base rítmica.
«Hay un efecto que viene de la comunicación masiva, donde el mercado impone los criterios y quienes controlan esos criterios no están interesados en la calidad. Esto ha traído como consecuencia un bombardeo constante que va más allá de la radio y llega a miles de televisores en cualquier restaurante con videos prefabricados llenos de “mamitas” y “chicos humildes” con cadenas de oro y en yates, o con el cuento del niño pobre que se enamora de la niña rica (en el doble sentido de la palabra), hasta la música que ponen de fondo en un automercado o un bar», razona Aquiles Báez.

En el libro «Cultura Mainstream, cómo nacen los fenómenos Masas», Frederic Martel detalla cómo la industria del reggaetón domina el mercado desde Miami, ciudad que asumió perfectamente su papel de Torre de Babel. En el capítulo «El reggaetón unifica a las masas latinas», Martel viajó por Suramérica y entrevistó a periodistas, cantantes, productores y hasta ministros de cultura. Uno de los testimonios más impactantes pertenece a José Antonio Eboli, director general del sello Universal, que reside en Río de Janeiro. A continuación transcribimos textualmente uno de los párrafos más reveladores:
–  La estrategia de marketing para fabricar una estrella latina en Universal es bastante lineal. Eboli la describe sin rodeos: «Para empezar, tienes que «break your own Martket first«, triunfar localmente. Tener esa base local es la clave, en Colombia para Juanes o incluso Shakira, en Puerto Rico para Daddy Yankee o incluso para Ricky Martin. Tienes que haber tenido éxito en tu comunidad y gozar de una popularidad para transmitirla, una historia de éxito que puedas contar. Luego «you have to get the US latino Market«. José Eboli insiste en esta expresión en inglés. ¿Y cómo conquistar justamente el mercado de los latinos en Estados Unidos? «Esto solo se puede hacer en Los Ángeles o en Miami. -prosigue Eboli- Allí es donde te conviertes en Latino».
El humor, la mejor forma de acercarse con una mirada crítica a los clichés de la industria musical, ha captado este momento. «Gracias a nuestros hermanos anglosajones de los Estados Unidos, que toman de ellos (los latinos) la cultura latina, la envasan y la difunden poco a poco en nuestros barrios, podemos ver lo latino presente en los jóvenes», dice Peter Capusoto, el humorista más mordaz hoy por hoy en Latinoamérica y un confeso seguidor del rock. Después de sus palabras, presenta a Latino Solanas, uno de sus más geniales caracterizaciones.

El video de Capusotto es de 2010, pero este año apareció Daddy Melquiades, un abuelo de 92 años que te enseña a componer en clave de reggaeton. Después de salir en el programa El Hormiguero, 1.5 millones de personas reprodujeron el video en Facebook. Y sus lecciones, chistes aparte, contienen los tópicos por los que siempre se ha hablado mal del género: «Lo primero es crear un ritmo pegadizo como este. Luego hay que escribir la letra». Usando un pizarrón con ciertos términos, explica: «Si las juntáis, podéis hacer miles de canciones». Y luego remata con la mejor frase del video: «Lo más importante es el autotune. Es un chisme que te deja la voz como Cher».

«En Venezuela no hay estabilidad política ni económica y hay mucha criminalidad; en Colombia no puedes estar seguro de tu banco; en México, el copyright no está protegido y el CD que envías por Amazon puede que no llegue nunca; en Argentina, los tipos de cambio son artificiales; en Brasil, hay una gran tensión social y mucha corrupción; en todas partes faltan redes televisivas, agencias de talento, prensa musical, y páginas de Internet capaces de generar un buzz (audiencia) internacional. Solo Miami responde a nuestras necesidades. Miami es América Latina sin criminalidad», dice Iván Álvarez, de Universal, desde Miami.
Pero Martell, que es un escritor e investigador francés, tiene un doctorado en sociología y varios grados en filosofía, se acerca al género con interés y sin condenarlo por su popularidad y trabajo de mercadotecnia. Eso se palpa cuando escribe: «El éxito del reggaetón se explica porque conecta por primera vez la segunda y tercera generación de hispanos que viven en Estados Unidos con sus orígenes, los de sus padres: el estilo urbano del hip hop representa el país donde viven y el ritmo caribeño sus raíces. El joven latino ya no tiene que optar entre su familia y la cultura pop estadounidense, entre la tradición y lo cool. Lo que Daddy Yankee resume con una fórmula muy bonita: «La música permite a la segunda generación sentirse latina. El reggaetón unifica a las masas latinas».

Prejuicios contra realidad
Como periodista aprendes que no puedes hablar de algo que no conoces. Esa fue la razón por la que decidí dejar la comodidad del fútbol, fuente que manejaba con tranquilidad, para acercarme al mundo del béisbol. Solo cuando pisas un terreno de pelota, hablas con sus protagonistas y compartes con los fanáticos, puedes entender a Venezuela como país. Fue esa experiencia lo que me obligó a leer cuatro libros de Paulo Coelho para tratar de comprender su éxito en ventas, e incluso, para la revista Dominical, de Últimas Noticias, acepté escuchar los éxitos de Ricardo Arjona y redactar la experiencia, a pesar de mi fobia irracional a los versos del guatemalteco.
Con la misma curiosidad anterior, compré los cds de Tego Calderón, a quien sigo admirando por su desparpajo; asistí a un concierto de Calle 13 en El Sambil, y de Don Omar, Los Cadillacs, Oscarcito, Chino y Nacho, en el estacionamiento del Poliedro. Estas experiencias expandieron mis apreciaciones sobre el género. Todos estos artistas presentaron productos impecables. Por supuesto que no conseguí la conexión que en su momento me produjo ver en vivo a Sentimiento Muerto, Depeche Mode, Paul McCartney, Charly García, INXS, Lenny Kravitz o Kevin Johansen. Sin embargo, establezco el punto: independientemente de los gustos, son artistas que trabajan sus espectáculos.

Nótese que hasta el momento no he hablado de las letras ni de los mensajes recurrentes que vemos en los videos de la música urbana. Aquí me parece pertinente una frase del periodista musical Víctor Lenore, quien afirma: «Que se hable del machismo en el reggaetón y no en los Rolling Stones habla a las claras de quién es la clase dominante, ya que las letras como «Under my thumb» o «Brown sugar», apología a la violación de esclavas, son cimas del machismo cultural». Por cierto, Leonore tiene un libro excepcional que, claro está, molestó mucho: «Indies, hipsters y gafapastas, crónica de una dominación cultural».
La línea sobre lo que es machista o no podría llevarnos a una discusión eterna. En Venezuela ya se tocó el tema con «Sin pensarlo dos veces» de Guillermo Dávila, y su supuesta apología a la violación. ¿Y acaso Gualberto Ibarreto no justificaba la violencia con aquello de que quien te hace llorar es quien te ama? Incluso Kiara nos reafirmaba el estereotipo del macho pechopelúo en 1988:
«Y yo, que te deseo a morir
qué importa esta es la última vez.
Que el orgullo puede esperar,
ven no me arrepiento,
en el piso, donde sea y tómame».

Y si a lo «ordinario» vamos, la música universal tiene ejemplos claros de dobles sentidos y otros no tan dobles como el «Ay, mamita, dame tu cosita» de Ángel Canales en la fabulosa pieza «Hace tiempo», por allá en 1975. En ese mismo disco hay otro tema cuyo título habla solo: «Perico macoña». En Lajiribilla, revista cultural cubana, encontramos un artículo fantástico sobre cómo, por su concepción bajo un nombre culinario, la salsa siempre se ha prestado para los versos más atrevidos:
«Las connotaciones saboreables de nuestra yuca musical se expresan de modo alarmante en “La yuca de Casimiro” (Díaz Barceló y Caridad Cuervo). Estamos ante la historia muy bien contada de una yuca excepcional: “En la finca Casimaru/ hay un hombre que ha sembrado/ una yuca y se le ha dado/ de un tamaño regular: / el día que la fue a sacar, / pues le hicieron un encargo, / le decretaron embargo/ en aquella sitiería/ porque la yuca tenía…/ ¡un kilómetro de largo!” En este momento crucial de la guaracha (o son), a la cantante le da un ataque de asombro erotizado (del que parece disfrutar hasta el éxtasis) y que le hace exclamar:
— “¡Ay, qué bueno, papá, échate un poquito pa’quí! ¡Y esa yuca qué cosa es, tú!»
«Siempre ha existido música mala, cursi, vacía. Sin embargo, el gris de ese desierto melódico que gestaba la música comercial de otros tiempos no llegaba a los niveles de estos días. Y, además, había muchos oasis de mayor calidad». Esta es la última cita de Aquiles Báez que usaré para conectar estas líneas con el título de este trabajo. En efecto es cuantificable que ese «oasis» se seca. Hace poco se publicó en estas páginas una crónica de cómo el trap se adueñó de las fiestas juveniles. Yo no conocía ese estilo hasta que sonó en unos chinos a los que acostumbro ir porque venden cervezas frías y baratas. Allí, donde hasta hace un par de años solo sonaba Maelo Ruiz, hoy escuchamos las historias de cómo fulanito le arremete a fulanita y a la hermana de fulanita y a la hija de fulanita.

Cuando empecé a concebir este texto, me llegó la convocatoria a los últimos toques en Discovery, uno de los pocos lugares que apostaba por la Caracas underground cerrará. Si observamos los cambios musicales en otros establecimientos como El Molino, Teatro Bar o Quinta Bar y el cierre de El Puto Bar, se certifica la consecuencia de esa unificación musical que tanto daño le está haciendo a la diversidad. El dilema es: o perreas o mueres. En la Posada del Mesonero, lugar reconocido por su eterno homenaje al vallenato a pesar de que los dueños son portugueses, Fonsi, Balvin y Ozuna se apoderaron de las cornetas, que solo descansan cuando la bachata entra en escena.
El fenómeno no es solo puertas afueras. En las reuniones con periodistas, profesión que por su naturaleza representa a la vanguardia cultural y a la heterogeneidad (Sexual, musical, artística e intelectual), he presenciado la misma tendencia. No hay espacio para otra cosa que no sea el mismo set que escuchas en la calle, entre los buhoneros y la cola para el pan. Es como subirse a una camionetica sin destino fijo. Lo más desesperante ni siquiera es el interminable loop al que nos someten. Es que las mujeres se atropellan y no dejan que al menos una pista termine. Y creo que esta euforia tiene una explicación aupada por los grandes medios de comunicación: el miedo a madurar y, sobre todo, a envejecer.
En marzo de 2017, a Joaquín Sabina le entrevistaban por su reciente trabajo, «Lo niego todo». Con 68 años, y varias operaciones encima, cuenta que ya no sale de juerga ni anda persiguiendo faldas, entonces el corresponsal de Clarín le pregunta:
-¿Estás corriendo el peligro de aburguesarte más?
– Creo que este disco va contra eso. Habla bastante de envejecer. Cuando pensé que quería hablar de envejecer me di cuenta de que absolutamente nadie quiere escuchar sobre envejecer. Tratamos de arreglarnos para que estas sean canciones no tristes que hablen de la tristeza. Piensa tú en las canciones que te han enamorado toda la vida: son tristísimas.
-Claro. No es esa felicidad efímera del reggaetón…
– Es que como que yo no sé qué es el reggaetón. (Se ríe). Lo sé sólo porque me lo han contado.
¡Hasta Sabina, sin querer, habla de reggaetón!]]>

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