Máquinas

Bentley: cinco estrellas en cuatro ruedas

Bentley ha querido darle un aire más casual a su auto bandera, pero sin abandonar ninguno de sus atributos para lanzarse al mercado con una versión más atlética del Mulsanne, modelo insignia de la casa y favorito de personalidades tan disímiles como La Reina Isabel II, Paris Hilton o el ex presidente Hugo Chávez

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En un año en el que toda Inglaterra se viste de deportividad para estar a tono con la cita olímpica, Bentley —sin duda todo un emblema cuando se habla de la industria automotriz británica— no ha querido quedarse atrás y lanzó al mercado una versión más atlética del Mulsanne, modelo insignia de la casa y favorito de personalidades tan disímiles como reina Isabel II, Paris Hilton o el presidente Hugo Chávez.
Sin afectar la estructura original, el Mulsanne Mulliner 2012 toma algunos detalles del Continental GT para dar un look más jovial a este modelo, un auto que si bien sus detractores consideran como uno de los máximos exponentes de la frialdad inglesa es por mucho uno de los más sofisticados del mundo.
De líneas innegablemente sobrias, la primera impresión al mirar de frente con un Bentley Mulsanne es el aire aristocrático que transmite la retícula de su parrilla y la toma de aire debajo del parachoques, así como por los nuevos grandes y redondos faros LED bixenón que sustituyen a los más convencionales de la versión original.
Desde arriba o por dentro se aprecia otro de los grandes cambios externos opcionales: el techo panorámico de vidrio oscurecido y apertura basculante, que permite inundar de aire fresco el interior sin las incomodidades de tener que bajar las ventanas. Para los días más calurosos, una cubierta de alcántara accionada automáticamente sella por completo la entrada de luz natural.
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La vista lateral gana en deportividad con la incorporación de los nuevos rines de 21 pulgadas hechos con una aleación ligera de aluminio y tornillos de titanio; un cambio que, sin embargo, guarda más relación con una conducción más ágil que con la estética externa.
Esto se comprende cuando se toma en cuenta la inclusión del nuevo control dinámico de manejo, sistema que permite endurecer o suavizar la suspensión y la dirección a gusto del conductor. De ello resulta que quien esté frente al volante puede hacer que este sedán se comporte como si del más genuino deportivo se tratase, al más puro estilo de sus coterráneos de Aston Martin o Jaguar.
Por supuesto, todo ello es posible gracias a que debajo de su capó se esconde un potente motor que solo necesita de un buen piloto para demostrar sus capacidades: un propulsor 8V de 6.75 litros y turbocargadores gemelos que —a máxima demanda— entrega 512 caballos de potencia, fuerza capaz de llevarlo de 0 a 100 kilómetros por hora en solo 5,1 segundos y alcanzar una velocidad máxima de 296 km/h. Nada mal para un auto tildado de poco carismático por sus detractores.
Esta edición especial también incluye una novedosa suspensión de aire que minimiza los impactos a baja velocidad, ajustándose automáticamente cuando la velocidad aumenta para reducir la altura respecto al suelo. Esto repercute en mayor estabilidad, pues disminuye las posibilidades de que el aire tienda a levantar el auto cuando se conduce por encima de los 250 km/h.
El resto de las especificaciones técnicas básicas se mantiene sin alteraciones: el sistema de frenos es de discos ventilados con ABS, control de estabilidad y dosificador de la frenada; suspensión delantera y trasera de paralelogramo deformable y resorte neumático; asistente de arranque en cuesta y de estacionamiento, entre otros detalles tecnológicos de avanzada.
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Solo para los ojos
Como en cualquier Bentley, el interior del Mulsanne no puede menos que catalogarse de cinco estrellas, más aún si se toman en cuenta varios detalles incluidos en la edición Mulliner que vienen a complementar su carácter deportivo.
La más apreciable sin duda es que por primera vez la casa británica incluye bielas detrás de volante que permiten maniobrar la caja de cambios de ocho velocidades —No, no es un error: ocho velocidades—, aspecto que contribuye a sacar el máximo provecho cuando de exigir el máximo desempeño se trata.
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Aunque los asientos y puertas mantienen su revestimiento en finísima piel, el diseño cambia al incorporar figuras en rombo cocidas a mano, otro de esos detalles que, no solo ayudan en lo estético, sino que ofrece mayor sujeción de los pasajeros cuando se pisa el acelerador.
Y como se trata de lujos sin parangón, Bentley ha incluido entre los asientos traseros una hielera con capacidad para dos botellas de champaña y dos copas de cristal para celebrar en cualquier momento; además de dos computadoras en los respaldos de los asientos delanteros.
¿Su precio? Unos 330.000 dólares, lo que lo hace un auto solo para el disfrute de quienes lo tienen todo.
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