Sexo para leer

El placer sale caro en Venezuela

La inflación y el alto costo de la vida no se escapan del mercado del placer sexual en nuestro país. Los elaborados productos que se ofertan en las conocidas "sexy shops" además de que siempre fueron caros ahora están fuera del alcance del ciudadano común. Aquí te mostramos lo que vimos en la calle 

Composición gráfica y vibrador bling-bling: Mercedes Rojas | Laura Chávez
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La crisis económica nos golpea fuerte donde más nos duele: en la cama. La falta de preservativos nos ha llevado a improvisar de maneras desconocidas.  Estamos frente al apocalípsis del sexo autóctono: las mujeres corremos por anticonceptivos, los hoteles de alta rotación se convirtieron, prácticamente, en «excesos de buena familia».
No es exagerado afirmar que -La patria de hoy- tiene una larga lista de desencuentros con la sexualidad de los venezolanos.

Pudiera parecer extraño que la satisfacción sexual esté peligrando por los altos costos y la escasez de productos sexuales en el mercado venezolano. Pasar por las vitrinas de las llamadas «Sexy Shops», se vuelve costumbre y revisar los precios se convierte en el pasatiempo favorito de muchos.

UB recorrió varias tiendas sexuales y portales web en busca de esos elementos que le dan fuego a la cama. Desde los más comunes o «indispensables» -como los preservativos-  hasta la sección más atrevida de estos sitios con consoladores e iniciadores anales, por decir algunos, se escapan de la alta inflación. Lo que nos demuestra que muchas veces el precio y calidad no siempre van de la mano y que también existen elecciones más económicas para disfrutar de una noche más atrevida.

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La intimidad reconoce todo tipo de juguetes sexuales. Hechos de plástico o de látex. Tamaños, los agradece todos: grandes y delgados o pequeños y gruesos. Otros, nos deslumbran con potencia.

Mientras exista la humedad, la situación se vuelve mucho más agradable.

De lo que no tenemos dudas, es que comprar algo divertido para una noche de caricias desenfrenadas se volvió un lujo en Venezuela. La cuestión está en ¿quién los compra?

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