Viciosidades

Historias de desamor y cachos hechas en socialismo

Viendo producciones hollywoodenses, princesas de Disney e incluso la bella historia de amor entre Cilia y Maduro, creo que la gente que ha pasado por dramas o tragicomedias de desamor, tiene pocas historias para relacionarse, pocos espejos en los que verse y reflexionar.

Foto: Archivo UB
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Tristemente, todas las historias se ven afectadas por situaciones a las que nos ha llevado la crisis; migración, violencia, choque de culturas e infidelidades. Por supuesto, son escenarios que se pueden dar en condiciones normales, pero en revolución parecen multiplicarse.

De alguna manera, siento que el hundimiento del «guayabo» se debe, en parte, a que crees que nadie ha pasado por algo parecido a tu experiencia. Aquí te contamos que sí, y seguramente peor que la tuya.

Amo al gallo

“Ahora te lo cuento, después de comer. Es una triste historia”, me dijo Lucía jocosamente.

Esperé pacientemente a que terminara de comer mientras revisaba el celular. No me estaba esperando algo tan triste.

“Éramos novios en el colegio. 5to año. Pero a mí me daba pena que la gente supiera porque era muy gallo. Ese fue mi error”, comentaba riéndose de su propia historia. Se pudiera pensar que era de esas risas para evitar el dolor, pero creo que genuinamente le daba risa.

“Terminamos en el mismo colegio. Nos graduamos y cada uno empezó a estudiar en universidades distintas”, relataba su separación que fue solo por algunos meses. Luego se lo volvió a encontrar y empezaron a salir otra vez sin concretar nada serio.

El «gallo», después de unas semanas de intentarlo de nuevo, desapareció en una época en que los teléfonos no permitían la tan instantánea y fugaz comunicación de hoy en día. Lucia continuó con su vida, y un día decidió ir a una fiesta con una amiga, que sin anestesia, yendo al evento, le preguntó: “¿Te enteraste que el gallo tiene novia?”.

Pueden asumir que ahí acabó la historia, pero se equivocan. Lucía comenzó a salir con el gallo, pero no como novia ni pretendiente, sino como “cacho”.

“Yo sabía lo que estaba haciendo, él se me declaró y le hice caso. Creo que también había un factor de culpabilidad de mi parte”, confesó.

Pensarán que esto no duró porque, ¿cuánto puede durar una infidelidad?

“10 años duramos en eso. Él venía a mi casa y yo iba a la suya. Realmente era su segunda novia, siempre pensé que mantenía su otra relación por interés”, comentó.

En la cuestión del interés, Lucía pudiera tener un punto. Me contó que la primera novia tenía papeles de Ecuador, y además el padre de la novia “legal” le dio trabajo al muchacho. No estaba mal asesorado.

La cuestión se complicó cuando vino un anuncio inesperado. “Él me dijo que estaba planeando casarse con ella, pero si nos vimos un domingo, se casó por civil un miércoles”, concluyó.

La gitana y su paco

“Sí tuve algo extra-matrimonial. Pero tanto ella como yo estábamos en una relación fallida. Supongo que así pasa siempre”, así comenzó a contarme Andrés*, un tipo de treinta y tantos con aire melancólico, pero a la vez sonriendo como quien revive algo bueno con el pensamiento.

Andrés me confesó que se pudo haber encontrado con el amor de su vida. Al menos eso es lo que simbolizaba para él esa relación «extra-matrimonial». Supongo que atosigado por un matrimonio rutinario y sin magia, encontró el escape perfecto: química.

“Le decía mi gitana”, recordó riéndose. “No hacía falta hablar. Ella respetaba todo lo que hacía y yo igual”, añadió. La relación matrimonial de la gitana no se quedaba en la monotonía; siendo esposa de un policía era celada y humillada constantemente. La mujer no podía siquiera reunirse con sus amigas sin que el funcionario quisiera controlar todos sus movimientos.

A pesar de las dificultades, continuaron con su relación. Encerrados en el mundo ideal que era un cuarto de hotel barato.

“Yo amaba a la mamá de mi chama. Pero no era lo mismo, ese fuego no existía y años después terminamos divorciándonos”, comentó.

El policía de la gitana tuvo una denuncia por violencia a una mujer en una zona aledaña a Caracas. La reacción fue producto de un operativo, pero monitoreado en su momento por la prensa nacional. Andrés llegó a ver la foto del hombre en el periódico y se asustó.

“Me vi envuelto en una sábana con un pepazo en la cabeza. Tenía que terminar la relación”, confesó.

El mundo idealizado se acabó. Ambos amantes sentían que su vida corría peligro y decidieron continuar aparte, cada quien en su rutina, pero exentos de perderlo todo. Después de contarme su historia, nos despedimos con un apretón de mano. Tenía una gitana tatuada en el antebrazo.

Araab Music

Joaquín se fue del país con su novia de ese entonces a una nación remota del continente asiático, en el cual les surgió a ambos una oportunidad de estudios. Poco sabían sobre la sucesión de eventos que desataría esta decisión.

“Amanda (su novia) y yo, llegamos con la ayuda de una venezolana en ese país, quien era la encargada de seleccionar a los latinos en la universidad que queríamos”. Se conocían vía e-mail con la paisana, forjaron tal relación que al llegar los invitó a salir y se hicieron buenos amigos.

“Los panas tenían entre 26 a 30 años, un pelo mayores que nosotros, de diferentes países árabes”. Joaquín comenta que hubo un gran “encontronazo” con una cultura distinta. Siendo este país de mayoría musulmana, al ver una exuberante venezolana, vestida de manera provocativa, se alteraron, tanto ella como los espectadores.

Él sostiene una teoría: siente que fue el ego el que destruyó (en parte) su relación. “Yo creo que ella se agrandó. Todo el mundo la veía, era la más bella a donde iba”. Tanto fue así, que hasta el mismo dueño de la universidad (un magnate según la descripción de Joaquín), le ofreció ser la imagen de la misma, colocándola en vallas a lo largo de la ciudad. Todo debido a su belleza, característica genética de nuestras tierras.

“El cuento es que un día salimos a rumbear, una pareja que mantenía amistad con nosotros y un amigo de ellos de Libia”. El joven recuerda que cerraron la discoteca y el grupo quería seguir con la fiesta. Fueron a una casa para continuar y durmieron las dos parejas en cuartos separados, y el hombre que estaba solo durmió en un tercer cuarto.

Al día siguiente, Joaquín encontró una sorpresa inesperada. Se levantó de primero y encontró un celular en una mesa. “Me levante enratonao’ y vi un iPhone que no sabía de quien era, le di al botón y salió un mensaje. Era de mi novia», explicó.

El celular era de la persona sin pareja y el mensaje decía: “Everything about last night was so wrong (todo lo que pasó anoche estuvo muy mal)”, seguido por dos emojis de vergüenza. Joaquín sin pensarlo cuestionó a su novia, le preguntó qué significaba aquello. Ella se excusó de mil formas, dijo que le escribió echándole un cuento, que fue cualquier cosa, pero Amanda había borrado la conversación.

Joaquín no se lo quería creer y continuó su relación con “normalidad”. Aunque por la dinámica, un nuevo incidente era inevitable.

Varias semanas después, hicieron un “dos pa’ dos” con su pareja amiga. Estaban en un bar y el joven de Libia (al que Joaquín ya resentía por el incidente) aparece de repente. Siguen la reunión normalmente y la otra pareja se larga del lugar.

“El chamo árabe vivía al lado de nuestro edificio, como la otra pareja se fue, mi novia y yo le pedimos la cola porque no teníamos carro. Nos llevó sin problema y se paró a comprar unas birras”. Cuando llegaron a donde vivían los tres, el joven árabe le ofreció a la pareja beber las cervezas en la piscina. Joaquín se mostraba negado, pero Amanda estaba insistente por aceptar el plan.

“Obviamente no quise dejarla sola con él. Nos pusimos a tomar en la piscina y sentí una vibra rara. Por lo que dejé mi teléfono grabando audio y me fui al baño”, confiesa. La movida de Joaquín me pareció perfecta. Necesitaba descubrir qué pasaba y siguió su instinto, dispuesto a averiguar una verdad que no quería enfrentar.

“Me fui al baño y me tardé como cinco minutos. El baño estaba en un ángulo raro respecto a donde estábamos sentados y tenía entre los dos sitios una pared de plantas”. La ubicación y descripción del sitio fue relevante cuando Joaquín me contó que al salir creyó ver a su novia besando al hombre. No se lo podía a creer. Comenzó a caminar y vio al sospechoso pasar a su lado. Estaba asombrado.

“Llegué y le pregunté si había besado al tipo. Como su respuesta fue a la defensiva y medio riéndose, preguntándome si me volví loco, le creí por el momento. Pero sospeché más aún cuando le propuse irnos y sin rechistar ni despedirnos del árabe nos fuimos a nuestra casa”, afirma.

Evidentemente, al llegar a su casa Joaquín se encerró en el baño a escuchar el audio que había grabado.

“En la conversación él le decía que había estado rara desde aquella vez (la que yo encontré el celular) y ella le respondió que estaba muy mal conmigo. Después él le preguntó por qué le agarraba la mano y se escucharon unos besos”.

Joaquín salió del baño a confrontar a su novia. Según me cuenta se dijeron de todo. Se gritaron tres horas, hasta las 9:00 am.

Decidió dejar todo en los mejores términos posibles, mudarse de su casa y también de país.

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